Más de 3.000 docentes, investigadores, estudiantes, gestores y autoridades académicas de todo el país se concentraron en la Ciudad Universitaria de Rosario para discutir cómo modernizar el sistema universitario y adaptarlo a los desafíos del presente.

Los docentes analizaron cómo son las nuevas generaciones de estudiantes, cómo aprenden, cómo es su lenguaje, qué cosas esperan, cómo se proyectan y cómo innovar para que la formación en la Universidad no sea conservadora sino transformadora.

Durante el panel central “Universidad e innovación en la enseñanza”, la doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba Claudia Torcomian afirmó que hay dos cuestiones en crisis: la transmisión de conocimiento en las aulas y la autoridad docente porque el saber ya no se transmite sólo en las escuelas y en las Universidades.

“Para las generaciones anteriores el saber se encontraba cuando se llegaba al fondo de las cosas. Para estas nuevas generaciones el sentido no está en el fondo, sino que se distribuye en la superficie”. Sostuvo que los dos procesos psicológicos base del aprendizaje como la memoria y la atención, se están modificando y perdiendo potencia porque se delegan las funciones cognitivas a los motores de búsqueda, los hipervínculos y la inteligencia artificial.

La especialista considera que es necesario innovar porque cambiaron los escenarios y las formas de aprender de los sujetos, pero también observa un debilitamiento del mundo simbólico, de la forma de habitar encuentros, de hacer lazos. 

En este sentido, cree que las aulas tienen que ser lugares de encuentro, de generación de pensamiento que se va a compartir con otras agencias humanas y no humanas. En este nuevo tiempo y espacio, “hay que poner en valor el aula para que sea un laboratorio de pensamiento y estar abiertos a probar, corregir, reintentarlo”.

Para el doctor en Comunicación de la Universidad Nacional de Quilmes Daniel Badenes, no se puede pensar a los sujetos actuales sin las redes sociales, los videojuegos y la inteligencia artificial. 

Los jóvenes que hoy llegan a la Universidad son generaciones impregnadas por la virtualidad: 6 de cada diez usan celular más de 5 horas por día y Tik Tok lidera el tiempo de consumo.

“Estas tecnologías no son una herramienta o un dispositivo técnico, sino un mundo ambiente. Ya no hay un entorno para entrar y salir sino que es un sistema que nos atraviesa, son tecnologías de la vida que transforman cotidianamente nuestras condiciones de estudio, trabajo, ocio y descanso”, reflexionó.

Trabajo grupal

Badenes propone organizar los tiempos, las horas de interacción con el docente y el trabajo autónomo. Además, incorporar nuevos lenguajes más convergentes, otras formas de lectura y la inteligencia artificial para promover un uso ético y responsable como ciudadano digital. Frente a la lógica de la individuación y las subjetividades atomizadas que proponen las redes, “es central recuperar el trabajo grupal como forma de encuentro con el otro”.

“A veces lo más viejo puede ser lo innovador. El aula nos ofrece esa oportunidad de mezclarnos, sorprendernos con una opinión o razonamiento diferente para romper las burbujas de fragmentación y volver a construir el espacio de lo común. Eso también es innovación”, destacó.

La Magister en Tecnología Educativa de la UBA Silvia Andreoli afirmó que el tiempo de aprender no es el mismo que el de producir mecánicamente. “Lo que hacemos en la Universidad es poner en escena el conocimiento profundo, no es escuchar a alguien hablar o producir un ensayo en cinco minutos, es el lugar de pensar, contraponer ideas, aprender a reflexionar”

Frente a la producción mecánica, insta a revalorizar el proceso como saber en sí. “Los docentes no vamos a competir por una autoridad epistémica de quien sabe más y con qué exactitud porque nuestro rol no es repetir, sino construir”. Si bien lo digital se puede instalar como una gran innovación, admitió que puede restringir cuando ofrece respuestas homogéneas entrenadas con un corpus desconocido.

“¿Cómo acompañamos trayectorias educativas, como sostenemos vínculos y los profundizamos, como promovemos el deseo de aprender, cómo definimos acuerdos que habiliten prácticas innovadoras con criterio y compromiso?”, se interroga y considera que en este contexto la Universidad debe asumir un rol activo.

El debate acerca de los cambios necesarios en la Universidad cobran dimensión si se tiene en cuenta la expansión del sistema en los últimos años en nuestro país: hasta 1983, había 300.000 estudiantes y hoy hay más de 2 millones y medio. Cabe destacar que de las 131 universidades nacionales, 65 son públicas y reúnen al 82% de los alumnos.

La proporción de jóvenes universitarios entre 18 y 24 años que pertenecen a los sectores de menores ingresos socioeconómicos del país se triplicó en los últimos 30 años, según datos del Laboratorio de Políticas Educativas de la Universidad Nacional de Hurlingham. “Algo que demuestra el ascenso social”, expresó la Licenciada en Ciencias de la Educación de esa Universidad Melina Fernández.

Este debate fue parte del Primer Congreso Nacional de Innovación Universitaria “Enseñanza, investigación, gestión y territorio” que tuvo lugar el 29 y 30 de agosto, organizado por el Consejo Interuniversitario Nacional y la UNR. 

Rosario no fue solo sede de este encuentro académico, sino que marcó un punto de partida para diseñar la Universidad que viene, reafirmando el rol de la educación pública como motor de transformación social y desarrollo para todo el país.