Sebastián Francini comenzó su carrera en la actuación siendo apenas un niño. El chico rubiecito de "Chiquititas" construyó desde esos años un camino lleno de aprendizajes y experiencias que lo formaron como artista y como persona.

De la televisión infantil al reconocimiento artístico

Desde muy chico, Sebastián Francini tuvo un encuentro casi fortuito con la actuación. “No descubrí que quería ser actor. Me topé con una circunstancia en mi vida: donde vivíamos, teníamos unos abuelos, postizos del corazón que vivían muy pegaditos, en un departamento en un complejo de edificios, donde el hombre de este matrimonio era acomodador del Teatro Maipo". 

"Como vieron que yo era rubiecito, ojos claros, era un chico hegemónico y muy televisivo, vio en mí como esa picardía, ese talento. Me gustaba cantar, bailar, actuar, era muy fanático de Xuxa de muy pendejo. Entonces le insistieron a mis viejos para que me lleven a una agencia de publicidad. Después de tantas vueltas, mis padres aceptaron y me anotaron por primera vez en una agencia de publicidad", contó. 

Entonces comenzó su carrera trabajando en publicidades, institucionales para el día del padre, día de la madre, ATC, Canal 13. "Hasta que concreté mi primera novela en 1997 en Pol-Ka, ‘Cada día te quiero más’, con Verónica Varano, Miguel Habud y Coco Sily. Me presenté varias veces a los castings de ‘Chiquititas’ y finalmente en 1998 quedé después de varios intentos fallidos", recordó. 

"Recuerdo que mi mamá me actuaba y me ayudaba a memorizarme la letra. Me topé con algo que al principio entendía como diversión y con el tiempo se convirtió en mi vocación, mi pasión, lo que me permitió descubrir talentos, obtener ingresos, viajar por el mundo y compartir con mi familia; un poco fue como el destino”.

El actor era "Nacho" en el programa de Telefé. Aquí junto a Romina Yan.

Un Martín Fierro que lo marcó de niño

Trabajar en un programa tan popular siendo niño y recibir un Martín Fierro marcó un hito en su vida. Francini describe esos años como “una experiencia maravillosa, un logro familiar” y recuerda los sacrificios de sus padres acompañándolo a los multitudinarios castings. 

Ese reconocimiento, junto a su participación en la película Papá es un ídolo junto a Guillermo Francella lo posicionó como una joven promesa y le otorgó legitimidad en el mundo artístico. “Todo fue una mezcla de diversión y responsabilidad. Siempre fui una persona muy estructurada y trabajadora, incluso de niño”, afirma hoy a Página|12.

La relación con Cris Morena también fue fundamental: “Fue maravillosa. Cris es muy presente, cuidando su proyecto, su producto. Me forjó como artista, como actor. Me inculcó respeto por el trabajo y muchos valores laborales. Le debo mucho y la recuerdo con cariño. Gracias a ella trabajé en ‘Chiquititas’ del 98 al 2001, me gané el Martín Fierro, hice la película con Francella y protagonicé la película de ‘Chiquititas’”.

Sobre el final de esa etapa, Francini confiesa: “Al principio fue incertidumbre, angustia. Era raro porque yo era niño y no me imaginaba trabajando en otro lugar que no fuera ese ámbito, que ya era familiar. ‘Chiquititas’ era una familia, no solo por mis compañeros y sus familias, sino también los técnicos y la producción. Pero rápidamente concreté trabajo con el canal: firmamos un contrato de exclusividad por 10 años con Telefé. Sentí la diferencia, pero ese apoyo rápido opacó el sentimiento de huérfano del sentido de pertenencia de ‘Chiquititas’”.

Cine, reconexión familiar y nuevos desafíos

La experiencia infantil, según Francini, dejó una huella profunda en su forma de encarar la actuación como adulto. “Desde muy chico uno idealiza el vínculo con sus jefes y los trabajos. Fue mi primer cachetazo: entendí que el trabajo es así, a veces injusto y circunstancial. Hoy lo atesoro porque me formó en fortaleza, resiliencia y confianza en mí como profesional y como ser humano”.

Sus primeros pasos en cine también fueron significativos. Participó en Papá es un ídolo y Un hijo genial, experiencias que le enseñaron otro lenguaje artístico y le dieron herramientas para desenvolverse en distintos ámbitos.

Tras un tiempo alejado de los medios, Francini aprovechó para reconectar con sus afectos, atender un negocio familiar y vivir la vida de una persona común. Sin embargo, su pasión por la actuación resurgió cuando lo invitaron a una obra de teatro tras el fallecimiento de Romina Yan. “Un joven director me preguntó si quería volver y me convenció. Entre estar arriba del escenario o viviendo la vida normal, mi corazón latía mucho más fuerte arriba del escenario. Siento que es para lo que nací: comunicar y alentar a las personas a través de mis habilidades artísticas”.

Uno de los desafíos más grandes fue desprenderse de la imagen de actor infantil. Con su participación en la obra Sex, donde interpretó un personaje que incluía un desnudo total en el escenario, logró romper esquemas y desafiarse como artista adulto. “Soy un soldado del arte, me pongo la camiseta de mi trabajo y doy todo para enaltecer la obra”, dice.

Actualmente, Francini está enfocado en la producción musical y su proyecto de música electrónica, además de promover vida saludable y brindar mentorías a artistas: “Intento alentar a las personas a transformar su vida, ponerse en valor y conectarse con su misión personal a través del arte, el deporte y la conciencia de uno mismo”.

Hoy Sebastián es mentor de nuevos artistas y se dedica a la vida saludable y el entrenamiento.

Al reflexionar sobre su infancia, ofrece un consejo a su yo de cuatro años: “DOC: disciplina, organización y constancia. Y creer en uno. El pasado no se puede cambiar, pero las decisiones que tomamos en el presente impactan en nuestro futuro. Si alineamos pensamientos, palabras y acciones con nuestros valores, nuestro futuro será más prometedor y nos conectará con personas en la misma sintonía”.

Sebastián Francini es, hoy, mucho más que el niño de “Chiquititas”: es un artista completo que ha sabido transformar las oportunidades y desafíos de su infancia en aprendizajes que inspiran su presente y proyectan su futuro.