“Estoy harta, harta, harta. ¿De cuántos chabones más me voy a enamorar en el colectivo? ¿Cuánto tiempo más voy a perder esperando, creyendo, que voy a ser amada? (...) Ni ganas tengo de hacerme mil operaciones si voy a seguir midiendo dos metros y calzando 46 (...) Les odio iglesia hegemonía capitalismo machismo consumismo Marcelo Tinelli Cris Morena. Me gustaría creer que al bajar del bondi todo podría cambiar repentinamente y cualquier hombre podría mirarme, encontrarme, desearme, cogerme, amarme”, recita, megáfono en mano, enfundada en un jogging amarillo rabioso que ilumina su rostro marrón, Michelle Lacroix.
La poeta, cantante, comediante y performer, que nació en Resistencia, Chaco, en 1986, recita sus poemas -compilados en El pez por la boca muere, publicación de Detox Ediciones- en la activación de Michelle, una escultura de dos metros veinte de alto y una tonelada de peso, tallada en mármol blanco de Carrara dedicada a ella por Alexis Minkiewicz, el escultor que nació en Villa Cañás, Santa Fe, en 1988.
Es la tarde del último jueves de agosto cuando Misha y Alexis se llevan (casi) todas las miradas en el stand de la Galería De Sousa en ArteBA, la feria de arte contemporáneo más importante de la Argentina. La protagonista del encuentro es la impactante y bella, bellísima, escultura que lleva el nombre de pila de la artista chaqueña, en la que el artista santafesino trabajó durante cuatro meses en Italia.
En la semana anterior a la presentación de la obra en Tigre fue vandalizada la cabaña de una pareja gay, en Palermo fue golpeado brutalmente un chico gay y en Ituzaingó fue atacado el consultorio de un profesional de la salud inclusiva. En tiempos de atentados contra los cuerpos -y las vidas- disidentes, Alexis honra su amistad con Misha en un gesto que subvierte, también, la tradición de la escultura monumental.
No hay en Michelle exaltación heroica, el cuerpo aquí tallado no es el de un prócer; la obra no cumple una función conmemorativa ni transmite un relato oficial. El artista ha trabajado, sí, a escala imponente y con un material noble, el mármol, que fue a buscar a su misma cuna, literal. “El bloque del que partí era de cinco toneladas, lo sacamos de una cantera de unos amigos, es mármol Carrara C, muy particular, muy fuerte, muy bueno para laburar sobre todo escultura para exterior”, dice.
En ArteBA Michelle no está emplazada sobre un pedestal, su base es una piedra simulada en el mismo mármol posada sobre un palet. Está ahí, al alcance de todes, puede ser tocada, rodeada, invita incluso a posar a su lado para las selfies que la época dicta. La obra de Minkiewicz dialoga críticamente con la tradición, apela a la monumentalidad para abrir preguntas. Y cuenta, también, la historia de una amistad.
En el nombre de mis amigues
Alexis y Misha se conocieron en 2021, en el marco de la tercera edición de BIENALSUR, en el histórico patio de la Manzana de las Luces. El escultor presentaba entonces una versión del Colón de Arnaldo Zoochi, una contra-alegoría que alteraba la narrativa del tradicional monumento, y la artista integraba el elenco de las performances Barroco Furioso y Cabaret Neo Bar Otra que activaban la obra como parte del proyecto NO OFICIAL, historias montadas, relatos disidentes.
“Yo escribo poesía desde segundo grado, soy cantante y ahora pinto. En 2021 empecé a hacer perfo y una noche de esas Alexis me dijo que quería trabajar conmigo como modelo y yo dije ¡re sí!”, cuenta Misha.
Tras la primera sesión de fotos juntxs, llegaría el primer descubrimiento causal de una amistad que desde aquellos días se forjó en las calles de Barracas.
“Trabajamos muchas poses esa primera vez, él fue siempre divino. Cuando terminamos me dijo que se iba para su casa y yo le pregunté dónde vivía y resultó que vivíamos la una a la vuelta de la otra así que nos fuimos juntas en su camioneta. Me acuerdo que la estaba prendiendo cuando le pregunté de qué signo era y cuando me dijo “de Piscis” le pregunté de qué día y entonces me dijo “el 11” y yo, que tengo muchos poderes, no podía creerlo. ¡Yo también soy de Piscis, del 17 de marzo! Resultó que éramos, somos, dos piscianas locas volando sin piso”, dice la artista.
¿Así comenzó la amistad?
Michelle: - Yo me bajé esa noche de su camioneta y sentí que éramos hermanas. Hablamos mucho de camino a casa, nos reímos mucho. Alexis es muy generoso, muy amoroso, muy humilde y sensible, aunque tiene un cascarón así un poco fuerte, le cuesta abrirse. Pero sus amigas sabemos que tenemos una puerta para entrar. Yo por ejemplo le cocino, esa es mi forma de darle amor. Siempre milanesas de pollo porque esa es mi comida favorita.
“Del primer posado que hicimos con Misha salió el dibujo que llevé en 2022 a ArteBA, y que se vió ahora también. Es un retrato de ella tirada en su sillón. Lo hicimos una tarde después de tomar unos mates en mi taller. Nos fuimos a su casa, ella se acostó en el sillón y apareció una escena para mí alucinante. Era un sillón usado, roto, con información, y el piso era de granito como reconstituido, un piso que para mí tenía mucha carga de sentido porque es el de las casas del conurbano, donde yo me crié”, recuerda Alexis.
¿Qué hace de Misha tu musa?
Alexis: - Creo que hay algo que nos empata, cierta cuestión de la periferia de donde los dos venimos, aunque después mi camino haya sido muy distinto al suyo. Compartimos el sentido del humor. Ella es una persona brillante, un ser humano excepcional, una gran amiga. Yo no retrato a cualquier persona. Elijo aquellas con las que tengo un ida y vuelta que me interesa. Es una investigación de larga data en la que vengo trabajando. Me interesa cómo se cuenta un cuerpo, que es lo que finalmente hacemos los escultores, porque no estás solamente haciendo una imagen que se transforma en una mercancía, estás contando mucho más. Ese aspecto sensible que tiene la escultura, su humanidad.
Michelle, la bella
“La Misha va a ser una escultura naturalista, como del siglo XIX, pero sin tiempo, tipo cuando ves una obra de Canova que no importa mucho el año, así me gustaría que sea. Yo quiero hacer una escultura bella”, dice Alexis una noche de abril de 2025 mientras saca verduras, carne y una provoleta de la parrilla que instaló en el patio de su taller. Es la noche de la despedida porteña del artista que nació en Santa Fe y se crió en Gerli, el chico que se fue de la casa familiar a los 18 años para ir a vivir al altillo de la casa de su mejor amigo, el que comenzó a estudiar en la Universidad Nacional de las Artes, en la sede de la Recoleta, mientras trabajaba en una maderera de la que iba y venía cada mañana en bicicleta.
A horas de viajar por segunda vez a Carrara, la ciudad del norte de Italia conocida como capital mundial del mármol, para embarcarse en el que es, hasta el momento, su proyecto más ambicioso, habla del stress de los últimos días que lo ha tenido, incluso, de cama. “Cosas que pasan cuando saltás al vacío”, dice.
El de Alexis es un proyecto artístico, y personal -si acaso lo uno pudiera separarse de lo otro- casi más propio de otro siglo. Como un escultor decimonónico, el joven artista argentino cruzó el océano en busca de un bloque de piedra para tallar una obra monumental, con la que luego debería volver a cruzar las aguas para desembalar y exhibir muchos kilómetros lejos de su origen. Una operación de otro tiempo. O no.
¿Por qué esta obra, en este momento?
Alexis: Este tipo de obras permiten una lectura que excede el nicho, en este caso el del arte contemporáneo. Es como que salta una valla, llega a otros espacios y abre otros debates. En Carrara un día un tipo que se dedica a la industria del mármol me vió trabajar y me preguntó “¿Y este quién es?”, así con el pronombre masculino, y yo le dije “es una amiga mía, travesti”, entonces volvió a mirar la escultura y me dijo, “Ah la mierda, hasta acá llegaron”, como diciendo llegaron al monumento. Ahí ves que no es un trabajo solamente para un público que a mí me puede legitimar o no como artista, es para más. Es una obra que puede tener distintas lecturas y ser resignificada por distintos sectores.
“En esta apuesta escultórica Alexis emprende una vez más el camino hacia la forma clásica, envalentonado por el estudio de la anatomía y la técnica del tallado en mármol, pero se desvía en el origen mismo. Michelle, su modelo, se opone al ideal de belleza que constituye el ethos y el objetivo de la escultura clásica (...) Toma como sujeto al elemento más heterogéneo de la sociedad argentina: el cuerpo travesti, pobre, explotado sexualmente y racializado, y lo pone al centro, como hizo Manet con el recolector de trapos de París en el siglo XIX. No es un movimiento de inclusión sino el punto donde se activa el carácter sacro del arte”, dice Leandro Martínez Depietri, curador.
“Las personas travestis-trans sabemos hacer de la monstruosidad, belleza. De la periferia, centro. Del velorio, fiesta. Pero sobre todo, desafiar las normas del cuerpo rígido. Me gratifica pensar y creer en las alianzas, las estratégicas y las concretas, como la de esta obra de Alexis, que esculpe belleza, imponiéndola donde las sociedades y sus instituciones ven descarte, abyección”, escribió en el texto de presentación del proyecto de Minkiewicz, Violeta Alegre, artista y activista travesti.
“¿Se escucha, me escuchan?”, dice Misha, y cuando todes a su alrededor, en el rincón del stand de ArteBA que preside su escultura, hacen silencio, vuelve a leer: “Me encantaría que el chico que me gusta me bese y se terminen los problemas. ¿O acaso creés que yo no puedo ser tu mejor manjar, amorrr?”.