El año pasado Darío Iscaro publicó Secreto a voces, un disco de músicas originales, tocadas en trío. Este miércoles a las 20, el guitarrista volverá sobre esos temas, junto a Nicolás Baumberger en contrabajo y Martín Lentini en batería. Será desde las 20 en el ciclo 2x1 Discovering New Music de Jazz Voyeur, el espacio musical del Meliá Recoleta Plaza (Posadas 1557). Como invitado estará el gran saxofonista platense Pablo Ledesma.
“Me estimula seguir presentado este disco, porque en cada concierto las músicas se van rodando. No diría que cambian, pero sí van tomando una dimensión distinta, otra forma de respirar”, asegura Iscaro en diálogo con Página/12. “No solo porque en general es música abierta a la improvisación, sino porque en esta oportunidad toco con un trío distinto al que grabó el disco”, agrega el guitarrista, que oportunamente grabó con Juan Bayón en contrabajo y Nicolás Politzer en batería. “Nicolás (Baumberger) y Martín (Lentini) son músicos más jóvenes, que le dan una mirada muy particular a mi música y eso me pone a mí también en otro lugar”, continua Iscaro.
Después de experiencias con horizonte experimental como el trío UFI, junto a Pablo Fenoglio en trombón y Gastón Urioste en oboe, el Dúo DarWen junto al notable guitarrista y artista sonoro Wenchi Lazo y el grupo de pop avant garde Victoria Derrota, junto a Lucas Alves de Lima y la cantante Marianela Cuzzani, Iscaro se recuesta sobre la dinámica del trío y pone la guitarra –eléctrica, con un sonido pulido, sin demasiados aditivos– al frente de una idea en la que la melodía es el rasgo principal. “Más allá de los estilos, el trío es siempre una gran escuela musical. Me gusta mucho el marco que se crea. Me permite poner la guitarra al centro, pero siempre en busca del diálogo con los demás. En definitiva, el trío permite mayor libertad más expresiva y posibilidades de construcción, sin dejar de ser el solista”, continua. “En este disco dejé un poco de lado lo experimental y busqué melodías claras y directas y me entusiasmó la idea de hacerlas en trío”, agrega el guitarrista.
En ese plano, la música de Iscaro atraviesa el jazz desde distintas perspectivas. En el concepto de fusión que maneja el guitarrista, se escuchan señales que vienen del folklore, del tango, del pop, del rock. Ritmos irregulares, texturas cambiantes y un groove elástico sostienen la franqueza melódica de una música en la que nada termina de definirse. Ese es su gran atractivo. Amagues de vals en “Adorable aberración”, un velo piazzolliano sobre “Baires hora pico”, personal gracia swinguera en “Mishiguene Swing” y espasmos de chacarera en "Primavera tardía", son algunas de las claves de una música hecha de frases cortas y punzantes que urden una trama que se multiplica en la improvisación. “No podría distinguir con claridad las influencias de esta música. Seguramente son muchas, porque uno está hecho de variedades y adquisiciones concientes e inconcientes. Lo que sí te puedo decir es que en la época en que las compuse escuchaba mucho Herbie Hancock y Wayne Shorter”, concluye Iscaro.