El pasado 29 de julio del 2025 Santa Marta cumplió 500 años de fundación hispánica. Este hito colocó a la ciudad como foco de conmemoración y celebración. Desde inicios del año, entidades locales y nacionales construyeron agendas educativas, deportivas y culturales alrededor de lo que significó este hecho y lo que en la actualidad representa para sus pobladores y pobladoras. A grandes rasgos, se puede vislumbrar la puesta en escena de tres tipos de actores con diferentes discursos: El primero corresponde a la narrativa de alienación colonial del gobierno distrital, dirigida principalmente por la Fundación “Tras la perla”, quién en cabeza del músico Carlos Vives manejaron un discurso digno de cuestionamientos, pues, se planteó la colonización, las violaciones, la usurpación, los saqueos e incluso el genocidio de un pueblo como el “encuentro de dos mundos”. Esta perspectiva, con su eslogan “ciudad del origen”, se enfocó, desde nuestra interpretación, en la invasión española como un escenario de unión aparentemente en “paz y armonía”, en la que al principio de sus narraciones se obvió del discurso identitario de Santa Marta al pueblo negro.
Lo anterior impulsó la participación de una segunda narrativa en el marco de los 500 años promovida por organizaciones sociales, activistas locales, académicxs, fundaciones y colectivas de Santa Marta. Estos actores se opusieron al discurso colonialista que instauró a Rodrigo de Bastidas como personaje conciliador para garantizar “el pacto fundacional”. Su incidencia se basó en el trabajo de una agenda educativa e informativa para reivindicar la historia de Santa Marta construida a partir de las luchas de los pueblos negros, ancestrales indígenas, campesinxs, pescadorxs y la personas del común, centrando sus actividades en la visibilización de las resistencias de cimarronaje y organizativas de la población local para el afrontamiento del yugo español y las violencias estructurales de la actualidad.
Este discurso estuvo marcado por eslogans como “Santa Marta también es negra” y “Más de 500 años de resistencia”. Por su parte, el Ministerio de las Artes, los Saberes y las Culturas construyó su agenda como mediador, articulando y dialogando con la gente local: artistas, organizaciones sociales, pobladores y también con los dirigentes de la ciudad. Su eslogan fue “Santa Marta: Corazón del mundo” para resaltar la importancia del Caribe y las aguas en la historia de Colombia y Abya yala, así como las voces de las comunidades indígenas, negras y los sectores populares que han contribuido a la construcción de la ciudad durante más de 500 años. Es importante resaltar que, la Universidad del Magdalena como ente institucional clave de la región, también se vio interpelado por los discursos polarizados. La institución educativa en el marco de estas narrativas realizó actividades que correspondían a ambas perspectivas de la historia de Santa Marta.
¿Y ahora qué?
Ahora que pasaron las fiestas conmemorativas en la ciudad de Santa Marta, nos preguntamos ¿qué viene? La celebración de los 500 años fue presentada como un gran logro institucional. Un momento para mostrar la grandeza histórica de la ciudad y proyectarla hacia el futuro. Pero, ¿cuáles son los planes reales para la transformación del territorio? Pareciera que, por experiencia con los gobiernos anteriores, los discursos oficiales de los gobiernos locales quedarán en el vacío. Cuando la lupa del gobierno nacional deja la ciudad, las promesas se vuelven una espectacularización, un monólogo de teatro jamás interpretado.
Durante los meses previos al cumpleaños, la alcaldía invirtió recursos para embellecer espacios, pintar fachadas y organizar eventos que poco dialogaron con las necesidades profundas de la ciudadanía. La “limpieza” de la imagen urbana parecía pensada para la foto y el titular de prensa, antes que para resolver problemas estructurales que afectan a la ciudad desde hace décadas: agua potable insuficiente, calles deterioradas, sistema de acueducto obsoleto y el incremento de las violencias. Como habitantes de la ciudad, nos preguntamos casi, con una respuesta preconcebida, si acaso estas acciones son el reflejo de los paños de agua tibia para afrontar las problemáticas presentes y venideras.
En este sentido, reflexionamos sobre las oportunidades de empleo temporal, los pequeños ingresos y espacios de visibilidad para emprendimientos, artistas locales y propuestas político-artísticas que trajeron las fiestas. Pero también pensamos en la ciudadanía que mientras esto pasaba, seguía enfrentando, por ejemplo, las mismas carencias de agua. Entonces, la realidad Samaria nunca dejó de estar presente: Quienes no tenían agua continuaron sin ella, y las fiestas no alteraron en absoluto el curso de esas vidas.
Para nosotras, las fiestas de los 500 años si no se plantean desde la dignificación de la vida, representan una instrumentalización de las poblaciones y el territorio para el beneficio de las élites políticas y económicas, que reproducen las lógicas coloniales extractivistas y despojan a la cultura popular y ancestral de su sentido, en tanto la utilizan como adorno para promover sus agendas festivas. Se trata de una afrenta a la dignidad, las memorias y las resistencias locales de los y las pobladoras.
No es coincidencia que, apenas quince días después de celebradas las fiestas, la ciudad se enfrentó a una fuerte inundación ocasionada por las lluvias en el Caribe. Estas provocaron la afectación de más de sesenta barrios, el desbordamiento de quebradas, el colapso del sistema de drenaje y graves daños en infraestructura, vías y viviendas. El gobierno local, en efecto, no contaba con un plan de contingencia claro para esta situación. Quisiéramos pensar que ello se debe al poco tiempo transcurrido entre los discursos y compromisos para el cambio en la ciudad y este hecho lamentable; sin embargo, no es la primera vez que Santa Marta sufre afectaciones por las lluvias, y en ninguno de sus planes o políticas se evidencian acciones reales para mejorar el sistema de acueducto o garantizar la reubicación y reparación de las familias en los barrios más afectados.
A pocos días de finalizar las celebraciones, el presidente Gustavo Petro y el alcalde de la ciudad, Carlos Pinedo, firmaron un pacto que destina un plan de inversión de 1 billón de pesos, con prioridad en agua potable, alcantarillado y, en general, saneamiento básico para la ciudad. Esperamos que este compromiso logre materializarse y no se convierta, como tantas veces, en una promesa de campaña para los próximos candidatos a la alcaldía.
*Ambas participan del grupo de investigación Oraloteca de la universidad del Magdalena y son parte del colectivo artivista Anfibia Tamborada.