Las mujeres zapatistas hablan diferentes lenguas, unas de raíces mayas como tzeltal, tzotzil, chol, tojolabal, y otras de raíces olmecas como el zoque, y sin embargo avanzan juntas en la lucha por la defensa de la vida. El zapatismo ha logrado unir a los pueblos indígenas del estado de Chiapas respetando la diversidad cultural y lingüística. Después de 31 años del levantamiento armado con el que se mostraron al mundo y gritaron ¡Ya basta!, hoy viven el camino de la autonomía. En comunidades zapatistas cada vez son más las mujeres que son elegidas para formar parte de los Gobiernos Autónomos Locales, la nueva estructura de gobierno que implementaron para lograr en la práctica eso que han enunciado como demanda: en territorios autónomos zapatistas el pueblo manda y el gobierno obedece.
El Encuentro de Resistencias y Rebeldías “Algunas partes del todo” tuvo lugar desde el 2 al 16 de agosto en el caracol de Morelia, a pocos kilómetros de Altamirano, en Chiapas. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) inauguró el encuentro al ingresar al caracol marchando al unísono. Las y los milicianos visten pantalones verde olivo, camisas marrones delineadas por el triángulo anaranjado que forman los paliacates rodeando sus cuellos y gorras de un verde militar. Para hablar con el corazón, se cubren la boca; antes con pasamontañas, hoy con barbijos negros que recuerdan a los tiempos del Covid-19. Todas las miradas muestran por igual la dignidad de los pueblos que luchan por la vida. Las milicianas se distinguen de los hombres por las largas trenzas negras que caen sobre sus paliacates. Se agrupan en una misma columna bajo la dirección de una mujer.
Una revolución dentro de la revolución
Antes del levantamiento de 1994 las comunidades indígenas vivían en condiciones de miseria, servidumbre y humillación. Indígenas, pobres y mujeres, la violencia hacia ellas se multiplicaba. Muertes en partos por desnutrición, servidumbre racializada, nulo acceso a la salud y a la educación. En ese contexto y al día de hoy la lucha de las mujeres zapatistas es considerada como una revolución dentro de la revolución, ya que se puede rastrear su lucha desde los inicios por introducir las problemáticas de género en el sistema de explotación y pobreza en las que estaban inmersas las comunidades.
Durante la etapa de organización clandestina del EZLN, a mediados de los 80s, varias mujeres formaron parte de sus filas y se adentraban en la selva para hablar con las comunidades, reclutar insurgentes y bases de apoyo. Allí se encontraron con que las mujeres no tenían voz dentro de sus comunidades y familias, y empezaron a crear los primeros grupos de mujeres para generar un horizonte de lucha por la liberación y la vida digna. La mayor Ana María, la comandanta Ramona, la comandanta Ester, han sido algunos de los nombres que han resonado dentro y fuera del zapatismo en la lucha por la liberación de la mujer.
Se pueden rastrear diferentes factores que incentivaron el levantamiento zapatista. En 1992 la reforma del artículo 27 de la constitución mexicana inclinó a muchas comunidades a sumarse al EZLN ya que permitía que las tierras ejidales de propiedad común, uno de los mayores logros de la impronta de Emiliano Zapata dentro de la revolución mexicana, fueran privatizadas y vendidas. A esto se le sumaron las políticas neoliberales del gobierno nacional de Carlos Salinas de Gortari y en especial la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en el año nuevo de 1994, que los pueblos indígenas entendieron como políticas que no respondían a sus problemáticas y los mantenían en el márgen.
El 1° de enero de 1994 el EZLN le declara la guerra al Estado mexicano como respuesta a la guerra genocida no declarada contra las comunidades indígenas. La presencia de las mujeres entre las filas de milicianos llamó la atención a lo ancho de todo el mundo. La guerra duró 12 días y gracias a la sociedad civil que reconoció los reclamos zapatistas y se movilizó en consecuencia se logró el alto al fuego, pero continuó el asedio como una guerra de desgaste y contrainsurgencia durante los años subsiguientes. Los cuerpos de las mujeres fueron los principales focos de violencia, como se vio en la matanza realizada en 1997 a 45 mujeres y niños en la capilla de la comunidad pacifista de Acteal.
Leyes revolucionarias para la emancipación de las mujeres
Desde un comienzo el zapatismo ha llevado a la práctica la propia autodeterminación, que comienza con la redacción en 1993 de una serie de leyes revolucionarias para todo el territorio zapatista. Entre ellas está la Ley Revolucionaria de las Mujeres, pionera en poner en el debate público mexicano la desigualdad de género en todos los ámbitos de la vida social. Sus 10 puntos ponen sobre la mesa los derechos de igualdad y justicia reconocidos para las mujeres. Algunos de ellos son la posibilidad de elegir a su pareja, decidir cuántos hijos tener, el derecho a la educación, a un trabajo con salario digno, a no ser maltratadas, y la opción de poder ocupar cargos políticos y militares de dirección.
En el Encuentro de Resistencia y Rebeldía, al conversar con diferentes mujeres zapatistas siempre se puede rastrear detrás una historia intergeneracional de violencia, abuso, explotación. La comandanta Hortencia puntualizó en una mesa de diálogo cómo miran hacia sus abuelas y abuelos para encontrar cómo vivir sin el capitalismo. En esa observación encuentran que hay cosas que deben rescatar, como mantener la tierra en común sin propiedad privada, el cuidado de la madre tierra y el trabajo para el alimento en la milpa (la tierra destinada para el cultivo de maíz y alimentos que ocupa cada familia), pero también encuentran elementos a transformar. “Antesito de que llegara la organización, el sufrimiento de nuestras abuelas era bastante, recibían golpes, no podían levantar la voz ni la vista, pero cuando llegó la semilla de la organización de los pueblos y los abuelos dejaron de tomar trago, cambió la vida de ellas y empezaron a participar, pues la mujer comenzó a tener derechos”.
El consumo de alcohol en las comunidades indígenas es uno de los factores que repercute en un aumento de violencia intrafamiliar. Desde los comienzos del EZLN las mujeres han trabajado para concientizar sobre su consumo, y uno de los rasgos que resaltan del zapatismo hoy, y se vio en la práctica durante el encuentro, es que no está permitido el consumo de drogas ni alcohol.
Las mujeres y la autonomía
El movimiento zapatista permitió a las mujeres abrir las rígidas estructuras familiares en las que se las casaba a la fuerza desde pequeñas, eran tuteladas por sus suegros, y debían tener hijos desde muy jóvenes. Hoy las posibilidades dentro del movimiento les permiten transitar caminos diversos de participación dentro de la construcción de la autonomía como ser promotoras de salud, de educación, coordinadoras de jóvenes, ser elegidas como autoridades locales, entre otros caminos. En el encuentro se vio su participación junto a los hombres en cada comisión sin distinción, tanto en los cuidados del espacio, en el acompañamiento de las mesas de diálogo, en las actividades culturales y en las obras de teatro que han presentado.
Al ser entrevistada en el encuentro Diana Itzu Luna, parte de la Red Ajmaq, resalta la importancia de la Ley Revolucionaria Agraria Zapatista de 1993 en donde se les ha dado el derecho a las mujeres de acceder a la tierra. “Nosotras aprendimos de las mujeres zapatistas que si una mujer no tiene autonomía económica, no va a tener autonomía política, y lo emocional, consecuentemente, va a estar muy jodido”. Diana es adherente a la Sexta Declaración y al proyecto político zapatista desde hace 20 años y trabaja con comunidades no zapatistas en el Estado de Chiapas. “Las mujeres zapatistas son el referente, el respaldo ético, espiritual, pero nosotras ahora tenemos que trabajar donde no están, porque allí el contraste es abismal. Todavía hay hombres que casan a sus hijas desde los 10 años y las comprometen con hombres de 29. Eso sigue pasando en Chiapas, pero en comunidades no zapatistas”.
En México hay más de 10 femicidios por día. “En las ciudades el odio a la mujer está acentuándose de una manera atemorizante con violencias brutales, desapariciones, feminicidios”, dice Claudia Torres, del colectivo Mujeres y la Sexta. Agrega que aún hay violencia hacia las mujeres en las comunidades, y cuando lo detectan las compañeras se acercan a quien agrede y le llaman la atención. “Hay una contención social que impide que eso trascienda demasiado. Los compañeros van aprendiendo también, no es un proceso automático, pero es la capacidad organizativa de ellas la que ha logrado esto”. En ese sentido, el zapatismo ha construido un sistema de justicia transformativa que busca resarcir el daño social ocasionado con trabajo comunitario acordado por el pueblo.
Muchos han visto en las mujeres zapatistas una actitud y prácticas feministas, pero ellas no se pliegan ante esos términos sino que resaltan el trabajo conjunto con los hombres. En diferentes mesas de diálogo han resaltado que la lucha por la liberación de la mujer debe ir de la mano con la liberación de los pueblos oprimidos por el capitalismo.
Para María José, la otroa compañeroa zapatista (otroa es el modo que han encontrado para nombrar géneros que escapan al binarismo varón-mujer), encargada de la coordinación del Comedor El Común, “el encuentro es parte de la lucha y nos da mucho gusto que hayan venido de otros países para compartir formas de cómo organizarnos mejor ante todo lo que está pasando”.
Luego de la pandemia, durante la cual los pueblos zapatistas se cerraron al exterior, los Encuentros de Resistencia y Rebeldía buscan fortalecer los lazos con los colectivos en lucha a lo largo de todo el mundo. El subcomandante Moisés, indígena tseltal vocero del movimiento zapatista desde el corrimiento del subcomandante Marcos, exhortó: “La rabia no nos lleva a hacer violencia, nos lleva a pensar cómo nos vamos a organizar. En cada país y en cada lugar hay rabias diferentes. Cada quien en su lugar debe ver qué hacer y luego lo tenemos que conectar”.