Un anestesista francés enfrenta desde esta semana uno de los procesos judiciales más impactantes de los últimos años en Europa. Frédéric Péchier, de 53 años, está acusado de haber envenenado intencionalmente a 30 pacientes --niños y adultos de entre 4 y 89 años-- entre 2008 y 2017, en dos clínicas de la ciudad de Besanzón, en el este de Francia. Doce de esas personas no sobrevivieron a los paros cardíacos sufridos en el quirófano, lo que coloca al médico frente a la posibilidad de una condena a cadena perpetua.
El juicio, que se desarrolla en un tribunal de Besanzón y se prolongará hasta mediados de diciembre, es la culminación de una investigación abierta en 2017 tras una serie de complicaciones quirúrgicas inesperadas. El caso sorprendió a la comunidad médica francesa tanto por la magnitud de las acusaciones como por la imagen previa de Péchier: algunos colegas lo describían como un “anestesista estrella”, mientras que otros lo consideraban arrogante y manipulador. Un compañero incluso llegó a decir que el acusado “se creía el Zorro”.
Según la fiscalía, Péchier habría manipulado bolsas de anestesia o incluso de paracetamol de sus colegas para provocar paros cardíacos en pacientes que no presentaban riesgos significativos. La hipótesis sostiene que el médico buscaba crear emergencias en el quirófano en las que pudiera intervenir para mostrar sus supuestos talentos de reanimación, a la vez que dejaba en evidencia a sus compañeros. “Se le acusa de envenenar pacientes sanos para dañar a colegas con los que estaba en conflicto”, explicó el fiscal Étienne Manteaux, quien calificó el expediente como “sin precedentes en la historia legal francesa”.
Las sospechas se consolidaron en 2017, cuando una mujer de 36 años sufrió un paro cardíaco durante una intervención considerada de bajo riesgo. La investigación revisó más de 70 informes médicos de lo que se denomina “eventos adversos graves”. Finalmente, 30 de esos casos fueron seleccionados para el proceso. Entre las víctimas, la más joven es Teddy, un niño de cuatro años que en 2016 sobrevivió a dos paros cardíacos durante una operación rutinaria de amígdalas. En el extremo opuesto, la presunta víctima de mayor edad tenía 89 años.
Pese a la gravedad de las acusaciones, Péchier niega toda responsabilidad. Antes de ingresar a la sala de audiencias, fue recibido por algunos familiares y allegados que le gritaron “¡Vamos, Frédo!”. En declaraciones previas a la radio RTL, aseguró tener “argumentos fuertes” para defender su inocencia y sostuvo que no es responsable del “sufrimiento” de las familias de los pacientes fallecidos. “Lo entiendo completamente, pero no soy responsable de su angustia”, dijo.
El médico, padre de tres hijos, no ejerce la medicina desde 2017, aunque en 2023 fue autorizado a trabajar bajo la condición de no entrar en contacto con pacientes. Permanece en libertad bajo control judicial, una alternativa a la prisión preventiva, mientras enfrenta cargos que podrían dejarlo tras las rejas de por vida.
El inicio del juicio estuvo marcado por testimonios cargados de expectativa y dolor. “He esperado esto durante 17 años”, declaró Amandine Iehlen, cuyo padre murió de un paro cardíaco en 2008 durante una cirugía renal. La autopsia reveló entonces una sobredosis de lidocaína, un anestésico local. Casos como este fortalecen la acusación de que los supuestos envenenamientos no fueron incidentes aislados sino parte de un patrón sistemático.
La estrategia de la defensa apunta a cuestionar la investigación y a atribuir los paros cardíacos a errores médicos de otros profesionales. “Es muy fácil acusar a las personas, es más difícil probar las cosas”, afirmó el abogado Randall Schwerdorffer, que pedirá la absolución de su cliente. Del otro lado, los representantes de las víctimas sostienen que “todos los caminos conducen a Péchier”, en palabras del abogado Stéphane Giuranna, quien anticipó que el proceso será un verdadero “maratón judicial”.
El caso de Péchier llega además en un contexto de creciente conmoción por delitos cometidos en el ámbito médico en Francia. Apenas unos meses atrás, el excirujano Joël Le Scouarnec fue condenado a 20 años de prisión por agredir sexualmente o violar a casi 300 pacientes, en su mayoría niños, durante un período que se extendió entre 1989 y 2014. Ambos procesos ponen en debate no solo los controles internos en hospitales y clínicas, sino también la confianza depositada en quienes ocupan un lugar de máxima responsabilidad frente a la vida de los pacientes.
El tribunal de Besanzón dedicará las dos primeras semanas del juicio a los casos más recientes, aquellos que generaron las primeras sospechas, para luego avanzar con el resto de los episodios. Se prevé la participación de más de 150 partes civiles, en un proceso que se perfila como uno de los más largos y complejos en la historia judicial francesa.