Pensar una ciudad como turística inevitablemente implica la necesidad de contarla, y debe ser contada por todos porque la ciudad cambia de acuerdo a la perspectiva de quien la mira o se apropia emotivamente de ciertos lugares. Narrar una ciudad es despertar el deseo de conocerla y es vital entender que sin esa curiosidad no existirá el turismo.

La mirada histórica, la mirada cultural, la afectiva y tantas otras, vuelven única a la ciudad, delinean su perfil particular. Rosario nació para ser anfitriona cuando un puñado de lugareños se establecieron con el fin de brindar asistencia a los viajeros que iban y venían hacia y desde Buenos Aires. Lugar de paso inevitable, fue convirtiéndose lentamente en referencia y desde ahí comenzó una serie de metamorfosis que la llevaron a ser la metrópolis que es hoy.

La ciudad que narramos fue parte de la gesta patriótica de la Independencia y es en sus costas donde por primera vez se izó la Bandera Nacional. La ciudad fue más tarde un puerto. Además de la importancia económica, un puerto es un espacio donde las culturas se cruzan a través de los viajeros, las producciones, los lenguajes... Un puerto es indefectiblemente un espacio abierto a las influencias recíprocas, al abrazo, a la convivencia. Puerto es una encrucijada, noticias del mundo que hay más allá, el territorio que divide lo real de lo imaginario.

Después, la ciudad del paso inevitable fue muchas ciudades:

La "Chicago argentina" cuando su increíble crecimiento era análogo al de esa ciudad.

La "California argentina" cuando se propalaba el rumor de que el trabajo se encontraba como el oro.

La "Barcelona argentina" cuando acunaba en su seno la pasión por los cambios sociales que pregonaban los anarquistas de fines del siglo XIX. Y fue también la ciudad de la mafia polaca, Pichincha y Madame Safó.

La ciudad de los que querían cambiar el mundo. La del Che, la de Lisandro de la Torre, la de los dos rosariazos. La ciudad de Juanito Laguna, de Berni, Gambartes, Schiavonni, Musto, Grela, la de Lucio Fontana. La ciudad que alimentó los relatos de Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Florencio Sánchez, Beatriz Guido, Juan José Saer, Paco Urondo, Raymond Carver, César Aira, Graham Greene, Nicolás Guillén.

La ciudad de la música, la de Nebbia, el Gato Barbieri, la Trova Rosarina y los coros. La ciudad de "pobres corazones".

La capital de la poesía.

La ciudad con idioma propio.

La ciudad del humor, cuna de Olmedo, Fontanarrosa y otros tantos.

La ciudad de la cultura y el público crítico.

La ciudad de las mujeres más bellas.

La ciudad de la pasión futbolera.

La ciudad de todas las arquitecturas, de cúpulas y pasillos. La de los misteriosos túneles.

La ciudad de los barcos que pasaban para que la gente se detuviera a admirarlos en pose hipnótica.

La ciudad de la innovación, la de los creativos, la de los talentosos.

La ciudad inclusiva, respetuosa de la diversidad.

La ciudad de los que venían a quedarse.

Nuestra ciudad.

 

* Secretario de Turismo de Rosario