La valoración literaria de Knut Hamsun sufrió vaivenes que en algún momento fueron subsidiarios de su desprestigio político: el héroe de la cultura noruega se convirtió de un día para el otro en villano y es probable que ambas caracterizaciones extremas respondieran a irreprochables criterios de justicia: el mismo hombre que en 1920 le dio a su país el Premio Nobel de Literatura, dos décadas después, ya en la vejez, apoyó públicamente al nazismo y fue defenestrado.
Ahora que ya pasó mucho tiempo de ambos acontecimientos, el "diario del lunes" -que también condiciona y facilita las opiniones literarias- permite volver a leer a Hamsun cargando con todos los prejuicios posibles. Este "privilegio" se debe a que, después de muchos años de piadoso olvido generalizado, el sello Nórdica comenzó a publicar varias de sus obras más importantes, más allá de Hambre (1888), su novela más famosa que sí había sido favorecida por sucesivas reediciones. La que acaba de lanzar la editorial española se llama Pan (1894) y su nombre no es una respuesta a Hambre sino que alude a la divinidad griega, terror de los bosques y de las ninfas, como encarnación mitológica de la naturaleza salvaje.
El protagonista de esta ficción es el teniente Thomas Glahn, un tipo al que, después de seguirlo a través de 150 páginas, el lector no sabe si quererlo, odiarlo o tenerle lástima. Como maestro de la novela psicológica, Hamsun muestra y esconde alternativamente aristas de este personaje ermitaño, que vive de la caza y de la pesca y elige la soledad en una región inhóspita del norte de Noruega. Una soledad apenas mitigada por su perro Esopo, hasta la irrupción de una mujer sugerente y esquiva (Edvarda) que alterará su rutina y desatará sus demonios interiores.
Una prosa concisa, despojada de adjetivos y descripciones suntuosas, acompaña la frugalidad brutal de Glahn. La trama, solo en apariencia sencilla y por momentos desconcertante, parece ser apenas una excusa para expresar la eterna lucha entre el hombre y la naturaleza. Entre el hombre y su propia naturaleza, podría agregarse. La sutileza de Hamsun se manifiesta en la ambigüedad con la que deja moverse a su personaje. Tras caminar con el aura de "buen salvaje" en armónica sintonía con su ambiente, Glahn se muestra perturbado y emocionalmente imprevisible. La creciente enajenación del teniente contrasta con un paisaje bucólico que parece inalterable, salvo por la presencia inquietante de lo humano.
Es probable que a Hamsun lo superaran las reacciones que provocaba su obra. Si en los Estados Unidos desde Ernest Hemingway hasta John Fante celebraban su sequedad narrativa y el fatalismo de sus héroes individuales, en la Alemania de los años '20 y '30 se apreciaba su concepción purificadora de la naturaleza, su nostalgia por la fortaleza atávica del hombre para enfrentar las adversidades. Sin embargo, el escepticismo del escritor noruego frente a cualquier atisbo de corporativismo y de organización social lo ponía -a priori- en las antípodas del proyecto político liderado por Adolf Hitler. El posterior apoyo de Hamsun a la invasión alemana a Noruega (que completó regalándole su medalla de Premo Nobel de Literatura a Joseph Goebbels) superó estas aparentes contradicciones y clarificó las cosas, al menos en el plano de los hechos.
El autor de Pan fue juzgado en 1946 por colaboracionista. Lo condenaron a pagar una multa que lo dejó en la ruina. Pasó entonces sus últimos años en una granja en las afueras de Grimstad, al sur de Noruega, en medio de la naturaleza, como si hubiera querido mimetizarse definitivamente con el teniente Glahn o con algún otro de sus personajes reacios a la vida en común.