En Manu Fanego se hace particularmente carne la idea de que todo arte es político. A través de las elecciones que ha hecho en su carrera -como músicx, intérprete y autorx- ha evidenciado un compromiso político con portar su identidad no binaria como bandera y con visibilizar situaciones de injusticia social y para con la comunidad LGTBIQ+ en particular. Trabajó con su padre Daniel Fanego en el marco del prestigioso Teatro por la identidad. En su largo trayecto por el underground supo interpretar papeles trans tales como la extraordinaria “Princesa del futuro” o Mika De Frankfurt, personaje de su creación. También, no casualmente, eligió participar de la serie “Ella” para reivindicar para las nuevas generaciones la figura de Cris Miró. Actualmente interpreta a la Madame L de “Le Frigó” de Copi y a un policía nazi en “Verano Trippin”, la sátira social recientemente estrenada de Morena Fernández Quinteros.


-¿Cómo llega a tus manos el proyecto de hacer Le Frigó de Copi?

-A partir de Tatiana Santana y Raúl Santiago Algán, la directora y el productor. Ellos habían trabajado en el ámbito de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, se conocían de hace tiempo y venían con la idea de hacer Copi. Tatiana ya había dirigido la genial “Cachafaz”. Con esa referencia Santi la buscó a ella, consiguió los derechos, que fue un proceso no sin dificultades por parte de la Agencia de Francia. Es un autor que no se representa mucho en Argentina porque es difícil conseguir los derechos. De hecho, tardaron como ocho años y fue después de ese tiempo que me convocaron y nos pusimos a trabajar.

"En tiempos de crueldad, Copi también es cruel, pero no para destruir, sino para crear nuevos universos"

-¿Cuál es la importancia de representar una obra de Copi en este momento histórico?

-Es un autor provocador, que no se acomoda en ninguna superficie del medio. Básicamente se peleó con todos. En términos personales era un gay en una familia conservadora como los Botana. En términos de espectro político, se peleó con la derecha, con la izquierda, con el centro. Me encanta la figura del creador solitario que se rebela contra todas y todos y termina solo. No le importó mantener una conexión de red, de comunidad y mancomunión. Esa lectura se vuelve mucho más interesante en el presente, por todo lo que está pasando también en términos de una grieta que te obliga a posicionarse en un lado u otro. Siento que es un autor que tiene el nivel de provocación que se necesita para estos tiempos. Al no definirse, habla de una verdadera libertad y esa libertad adquiere una potencia terrible.


-¿Qué lenguajes alimentan esa potencia?

-En un tiempo en que se habla de manera tan visceral y descarnadamente, en tiempo de crueldad, Copi también es muy cruel, pero esa crueldad no es para destruir, sino para crear nuevos universos. Copi fue cruel hasta con su propia enfermedad. Ya diagnosticado con HIV positivo, escribió “Una visita inoportuna", donde le disputaba sentidos a una enfermedad que en la época se estigmatizaba. Así demostraba que la crueldad a veces es útil para transmitir ciertas cosas.

-¿En qué otras obras ves evidenciado tu afirmación?

-Copi es incómodo para todo el mundo. Por ejemplo, la obra “Eva Perón” la puede reivindicar alguien de izquierda porque le parece la Eva Perón más radicalizada, trans. Sin embargo, en su época fue pensada como un escándalo, como una afrenta a Evita. Así pasa generalmente con todas las obras de Copi. Con La Frigó también. No se encasilló siquiera como argentino. Sus obras están en francés y las tuvieron que traducir para que las hagamos nosotros. Hay una cierta pelea de Copi con Argentina, que es interesante de analizar. Porque evidencia odio, enojo y amor a Argentina.

-¿A qué desafíos interpretativos te enfrentó Le Frigó?

-Desde muchos lugares, con Copi uno expande su capacidad de expresión y de representación para poder alcanzar otros niveles de actuación por fuera de la cotidianeidad. Correrse de uno mismo para poder encarnar otros yo. Al comienzo me asustó eso, porque él es políticamente muy incorrecto. Y yo no tanto, no soy una persona que me sienta cómoda siendo políticamente incorrecta. Me cuesta, incluso. Me gustaría serlo más. Por eso cuando empecé a leer esta obra me dio rechazo. Dije, no sé si yo quiero representar esto de esta manera, con estas formas y esta vehemencia y esta visceralidad. Es visceral, es una cosa descarnada. Se hace un harakiri y esta obra habla mucho de todos los personajes que integran a una persona. Y deja leer que detrás de la obra hay mucha autorreferencia. Habla un poco de su pelea con la familia, con la clase alta a la que pertenece. Ese personaje de la psiquiatra y su idea de la homosexualidad como patología. El enamoramiento con la rata y el enaltecimiento de la rata. Todas cosas que se repiten en su obra. Y un poco deja leer eso, que es algo autorreferencial esta obra. De hecho, la estrenó y la protagonizó él. La hizo él. Un universal que él representaba.

-¿Cómo describirías la obra?

-Representa un posible día en el universo marica. En la casa de una marica. Que despliega a todos sus roles y personajes y se trasviste. Y juega. Y se divierte. Y se pelea con esos personajes que la integran. Habla mucho de la identidad y de la construcción de la identidad. Es una persona... O va construyendo identidades. Ahí es donde se encuentra este personaje. En esa habitación propia donde va cambiándose. Y va representando cosas que le pasaron o que le pasan. No se entiende si es su mente la que está representada ahí. O si es realmente ella performateándose a sí misma. Pero también declara que es un teatro. Declara la ceremonia teatral como también un campo quirúrgico de construcción de identidad. Cosa que a mí me hace mucho sentido porque mi identidad se construyó también a partir de mi arte y de mi representación de papeles femeninos en “Puro Bla Bla” y mi alter ego que es Mikaela de Frankfurt.


-¿Qué sentías en cada función?

Le Frigó es una obra que altera. Me altera sensaciones, resentimientos. Es una comedia dramática, es una tragicomedia, una historia triste. Tiene un tono desgarrador y oscuro. Pero hay algo que a mí personalmente me hace el teatro que es despertarme luz, aunque yo esté encarnando la angustia más terrible. El teatro es un lugar a salvo. Como un ejercicio ceremonial.

-Si de manera análoga a lo que sucede en la obra tuvieras que elegir dos personalidades que están en tu interior o dos personas que salieran de una heladera. ¿Quiénes saldrían?

-En cierta forma, la heladera termina siendo la metáfora de un ataúd. De alguna manera. Si tuviera que revivir gente, mandaría a llamar y me gustaría que resucitara a través de la heladera a Loana Berkins, a Freddie Mercury y a Nélida Lobato. Sería un trío imbatible para las luchas que se precisan en este momento en Argentina y en el mundo que se vuelve cada vez más de derechas. Habría que hacer un álbum, una biopic con ese trío. Y reviviendo a Copi también.

-¿Qué te parece representar Copi en esta época en donde la comunidad LGTBIQ+ aparece amenazada por discursos de odio que avala una violencia cada vez más creciente?

-En esta época de ataque a la comunidad Copi es un buen escudo. Más que un escudo, es un buen cañón. Para que salga la información así, los gritos, visceral. Y sin una bandera política. Porque ella dice: “No soy zurda” en el texto del 83. Sin embargo, interpela a ese sector de la población que parece haber optado por ponerse un velo ante muchas cosas. Es necesario correr ese velo nuevamente para mantener cierto umbral a salvo.

-¿A qué te referís con ponerse un velo?

-Para una parte de la población existe la idea de que el tiempo de los derechos ya pasó. Que fue una moda. Que pasó el tiempo de los derechos para las travas, los putos, las tortas, los jubilados, los trabajadores. Entonces llegó el tiempo ahora de volver atrás algunos derechos. Como si hubieran sido una dádiva, una concesión graciosa y no producto de luchas que se cargaron vidas. Como si los derechos no fueran herramientas de justicia para las existencias. Entonces, hay un discurso que insiste en que hay volver atrás con algunos derechos de la comunidad LGTBIQ+. Como si fueran un despertar que no debió haber sucedido. Y hay una parte de la población que está enceguecida por los mamarrachos que, desde las redes sociales, logran convencer y formatear. Y mientras tanto, los que gobiernan están jugando a romper la democracia. Desde la campaña, vienen diciendo “Yo voy a ser el topo que va a destrozar el Estado”. Y el Estado es el símbolo de la democracia. En este momento, el Estado es lo mejor que tenemos... No es lo mejor que podemos tener, pero sí es lo mejor que tenemos. Y estos tipos no vinieron a mejorarla. Vinieron a romperla. Lo dijeron y lo están haciendo. Lo están rompiendo todo.

¿Qué podés contar de ese papel tan diferente que encarnas en la película “Verano Trippin”?

-Hay una posibilidad de ampliar mi campo de actuación al interpretar a un policía nazi patagónico. Transcurre en un Bariloche que no es de nieve y turismo, sino un Bariloche todo llovido. Es un thriller. Son dos amigas que cruzan un límite y sus caminos empiezan a separarse. La película cuenta la tristeza de ese desamor. Y en la rotura de ese vínculo yo cumplo el rol de villano junto con Lali y Brian Sitchel. Somos los malos. Y también Valentín Wein. Es muy divertida la película y es muy divertido hacer de malo. Policía y nazi. Todo lo que está mal.


¿Cómo fue el proceso para y qué es para vos definirte no binario?

-Yo creo que la construcción de la identidad es constante, es contingente. Que no hay algo que esté fijo. O por lo menos en mí. Aunque creo que todes cambiamos de identidades a lo largo de la vida. Si fuéramos siempre lo mismo, sería muy aburrido. Hoy aún quienes tenemos una identidad de género disidente podemos visibilizarlo y tenemos un espacio para encontrarnos y charlar de eso. El no binarismo es una no clasificación. Yo la elijo porque elijo no clasificarme en una identidad. No me siento ni un hombre ni una mujer. Ser una persona no binaria es declarar mi libertad, mi rebelión contra las injusticias sociales productos del binarismo de género.

-¿Cuáles te parece que son esas injusticias?

-Hay suficientes razones para pensar que el binarismo de género se sostiene y se cristaliza en función de intereses meramente institucionales y para sostener la estructura del patriarcado. Se necesita tener bien divididos los géneros para cristalizar relaciones de poder. Como escribió Paul Preciado, el Estado Nación necesitó de formar la pareja heterosexual como una mini-producción industrial. Para producir población. Para que esa población consuma. Para que esa población trabaje. Hay una lógica muy mercantilista en el binarismo de género, que conduce a la idea Varón-Mujer-Hijos y al endiosamiento del matrimonio heterosexual. La identidad es un constructo, está bueno que cada uno asuma su lado femenino y masculino. Porque si no, suele ocurrir que el macho se cree que está por encima de las demás personas y naturalmente tiene la capacidad de comandar. Y la mina se come la idea de que tiene que ser esa muñequita que hace de todo para la quieran: ofrecerse, sufrir, vivir incómoda. Y crecer y ser atractiva y operarse para que no se le caigan las tetas e inyectarse ácido hialurónico en la boca. Para parecerse lo más posible a ese ideal de belleza que muestran las fotos de Instagram.

Le Frigó. De Copi. Dirección: Tatiana Santana con Manu Fanego. Teatro Picadero. Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857. Domingo 16 hs. 

Verano Trippin. Dirección: Morena Fernández Quinteros. Con Miranda de la Serna, Zoe Hochbaum, Lali Espósito, Ariel Staltari, Manu Fanego, Juan Grandinetti, Valentín Wein, Simón Saieg, Brian Sichel. Estrenó el jueves pasado en cines de todo el país.