El Día del Maestro, y a veinte meses de gestión, después de perder una elección en la provincia de Buenos Aires, Milei decidió recortar 500 mil millones al Ministerio de Capital Humano y 120 mil millones a Educación. Ese recorte equivale al 25% del ajuste sobre el ministerio, pero representa menos del 5% del presupuesto total.
Denunciaste que en el Día del Maestro el gobierno aplicó un recorte de 120 mil millones de pesos a educación, incluyendo becas, jardines, tecnología y universidades. ¿Cómo impactan concretamente estos recortes?
--Milei eligió un día muy simbólico para avanzar con un ajuste que se inscribe en un desfinanciamiento generalizado de la política educativa, en un ministerio que ya fue degradado a subsecretaría a cargo de Carlos Torrendel. Nosotros estuvimos analizando algunos números y la comparación con 2023 es alarmante. Recordemos que, así como ahora promete enviar un presupuesto al Congreso, el año pasado también lo hizo pero después decidió no votarlo. En la práctica estamos atravesando todo un año sin presupuesto: se arrastra el de 2023, ya muy por debajo de la inflación, y aún así el gobierno decide seguir metiendo la mano y aplicando recortes. Si miramos el ex Ministerio de Educación, entre 2023 y 2025 la reducción presupuestaria es del 50%. En universidades el recorte llega al 34% si comparamos el primer semestre de 2023 con el primer semestre de 2025. Y si hablamos de áreas estratégicas, los datos son aún peores: la formación docente cayó un 70% en términos presupuestarios, y la educación técnico-profesional —es decir, los fondos para escuelas técnicas y formación técnica en el país— se desplomó un 76%. Además, el Gobierno eliminó al inicio de su gestión un componente del salario que representaba entre el 15 y el 20% del ingreso de los docentes, según la provincia. Hoy tenemos salarios docentes en valores equivalentes a 2005, cuando se sancionó la Ley de Financiamiento Educativo. Es decir, se empecinan en sacar plata, de manera privilegiada, a la educación de nuestro país.
El presidente anunció en cadena nacional un aumento de las partidas para las universidades en el presupuesto 2026. Habló de “4,8 billones de pesos” para el sistema universitario, aunque desde el CIN advirtieron que ese monto queda muy lejos de los 7,3 billones necesarios para funcionar normalmente. ¿Por qué sale a decir algo tan contradictorio?
--Yo lo veo como un manotazo de ahogado. Un recurso de último momento de un presidente que ya venía de dar un discurso muy contradictorio tras la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires. Ahora repite esa lógica: dice que no habrá recortes en educación y salud, pero los aumentos que promete no alcanzan a compensar el desfinanciamiento que él mismo produjo en estos meses. Es un intento de moderación tardío y sin los recursos que efectivamente se necesitan. En el caso de las universidades la situación es más evidente, porque el financiamiento depende directamente del Gobierno nacional y el impacto es inmediato. En la escuela obligatoria la responsabilidad principal es de las provincias, que están haciendo un esfuerzo enorme para sostener el sistema. Eso genera un efecto de “segundo orden”: el recorte nacional produce consecuencias graves, pero no siempre son percibidas de manera directa por la sociedad. Aun así, la historia de nuestro país muestra que cuando el Estado nacional renuncia a coordinar el sistema educativo federal, las provincias más pobres sufren las disparidades más profundas y cuesta décadas volver a achicar esas brechas.
En ese mismo presupuesto se contempla un millón menos de becas Progresar para 2026. ¿Qué significa este dato en términos de derechos?
--Ahí está la mayor contradicción. Mientras Milei intenta mostrarse moderado, reconoce que el año próximo habrá un millón de estudiantes menos con becas Progresar. Esa beca hoy son 30 mil pesos mensuales: puede parecer poco, pero para miles de pibes es la diferencia entre poder ir a la escuela o no, pagar una fotocopia o no, incluso comer si tienen que estar fuera de su casa. Hablamos de estudiantes de secundaria, una franja que requiere un acompañamiento estatal especial. El problema es que hoy enfrentamos algo que antes no se veía con tanta fuerza: la inasistencia en la escuela media. En otras épocas de crisis, como en el 2001, la escuela funcionaba como refugio; ahora muchxs jóvenes no encuentran el sentido ni la pertinencia de la escuela para sus trayectorias de vida. Y a eso se suman las condiciones materiales que hacen muy difícil sostener la asistencia y el egreso. La salida no puede ser con menos becas ni con menos computadoras. Desde que Milei gobierna, hace veinte meses, no llegó una sola computadora de Conectar Igualdad a ningún rincón del país: directamente se discontinuó un programa clave para garantizar acceso a la tecnología.
¿Cómo impacta en la vida cotidiana que un pibe no tenga el Progresar o que falte infraestructura? ¿Qué significa en las trayectorias de docentes y estudiantes?
--Empecemos por lxs docentes, que son quienes garantizan la enseñanza. Hoy muchxs tienen que sumar más horas para llegar al mismo ingreso que hace cinco o diez años. Si antes alcanzaba con un cargo, ahora necesitan dos. Si trabajaban 20 horas, ahora son 30 para mantener el valor real de su salario. Eso tiene consecuencias directas: la docencia requiere horas de planificación, de corrección, de preparación de clases, y todo ese tiempo no está pago. Entonces, cuanto más horas frente al aula se suman, menos espacio queda para lo que hace a la calidad del trabajo docente. Por eso el salario no debería ser nunca una variable de ajuste, como plantea este gobierno. A eso se suma otro problema: muchxs docentes terminan financiando de su bolsillo materiales didácticos para las aulas. Cuando el Estado nacional no envía libros, cuando las escuelas no tienen bibliotecas ni equipamiento tecnológico, el impacto en la enseñanza es inmediato. Y en el caso de lxs estudiantes, las becas Progresar son determinantes: significan poder comprarse un sándwich para sostener la jornada, pagar la fotocopia o tener el boleto para llegar a clase.
En la Ciudad de Buenos Aires se votó el año pasado el boleto educativo, sin embargo aún no se reglamentó ¿Qué pasa con esa política?
--Hace un año votamos en la Legislatura una ampliación de la Ley de Boleto Educativo, para incluir a estudiantes de universidades, profesorados o formación técnico profesional que viven en la Ciudad y pertenecen a hogares de clase media vulnerable. La ley salió casi por unanimidad, con un acuerdo entre varios bloques y hasta con el acompañamiento del oficialismo. Fue en diciembre del año pasado. Sin embargo, todavía no se reglamentó. Es un ejemplo claro de cómo una política que podría hacer la diferencia en la vida cotidiana de lxs estudiantes se frena por decisión política. Pensemos que el costo de viajar tres o cuatro veces por semana es casi equivalente al monto de una beca Progresar. Entonces, que la ley no se reglamente significa que muchxs jóvenes quedan en la disyuntiva de si pueden o no pueden llegar a sus clases. Para mí lo más grave es que esto marca una línea de continuidad entre Milei y Jorge Macri. En ambos casos, el conocimiento y el derecho al conocimiento no aparecen como prioridad. Coinciden en que el país que ellos imaginan no necesita estudiantes en las universidades, ni un sistema científico-tecnológico pujante, ni potenciar la inteligencia de nuestro pueblo para mejorar su inserción en el mundo. En eso hay una coincidencia total.
¿Cómo se traduce esa sintonía entre Nación y Ciudad en materia educativa?
--Un ejemplo concreto es el cierre de secciones. Es uno de los temas que más nos preocupa. En la última reunión de la comisión de Educación escuchamos a cerca de 40 expositores, familias, docentes, estudiantes de escuelas primarias y secundarias, que denunciaron que la Ciudad está proyectando recortar la apertura de secciones para 2026. Ahí aparece la misma lógica que a nivel nacional: el “no hay plata” de Milei traducido a la Ciudad significa ver por dónde se puede cortar, y se elige recortar donde más debería estar presente el Estado: en la educación inicial y primaria. Ya cerraron secciones en jardines de infantes y ahora apuntan a los primeros grados de la primaria. Esto es particularmente grave porque hoy las aulas son mucho más complejas que hace veinte o treinta años. Hay muchxs niñxs con diagnósticos que requieren acompañantes, lo que hace que las dinámicas de enseñanza sean más exigentes. En este contexto, tener grupos de 12, 13 o 15 alumnxs no solo es deseable, es necesario para garantizar un aprendizaje de calidad. La caída de la natalidad, que es un fenómeno real en la Ciudad, podría ser una oportunidad para mejorar la enseñanza. Pero la gestión de Jorge Macri lo traduce en un Excel del Ministerio de Hacienda: menos alumnos, menos secciones. Como si la educación pudiera gobernarse con una planilla de números y no con proyectos pedagógicos.
Estos recortes no solo achican el presupuesto educativo, también tienen un impacto desigual en mujeres y disidencias: desde la falta de políticas de cuidado en la primera infancia hasta la persistencia de brechas en la escuela técnica y la universidad. ¿Cómo analizás la dimensión de género en estos ajustes y qué lugar ocupan las técnicas en este panorama?
--Desde los primeros años. La ausencia de políticas de cuidado y de atención temprana para las infancias no es solo un problema educativo: también es un problema de desigualdad en el acceso al trabajo y en las trayectorias de vida de quienes se hacen cargo de esas tareas, en su enorme mayoría mujeres. No es lo mismo vivir en Palermo, donde hay jardines desde los 45 días, que en Lugano, donde muchas familias no tienen oferta educativa hasta los cuatro años. Esa desigualdad condiciona la inserción laboral y las posibilidades de proyectar una vida distinta. Después, a lo largo de la trayectoria educativa, sigue habiendo barreras. Soy una defensora de la escuela técnica porque está comprobado que ofrece mejores oportunidades de inserción laboral: brinda certificaciones en el nivel secundario que abren puertas que otros títulos no garantizan. Sin embargo, el acceso, la permanencia y el egreso en las técnicas todavía están fuertemente masculinizados. Aunque en los últimos años esa brecha se redujo, sigue siendo difícil para mujeres y disidencias insertarse en esos espacios. Lo mismo ocurre en algunas carreras universitarias históricamente masculinizadas. A eso se suma un condicionante material muy fuerte: la posibilidad real de estudiar. Hoy el sistema captura nuestro tiempo, tenemos que dedicar jornadas interminables al trabajo para poder vivir, y en el caso de las mujeres eso se combina con las responsabilidades de cuidado, con trabajos peor remunerados y más precarizados. Todo eso limita la chance de dedicar tiempo al estudio o de sostener un recorrido educativo.
Un golpe a las técnicas
El recorte sobre la educación técnica quedó explícito en el proyecto de Presupuesto 2026. Aunque Javier Milei anunció que “el 85% del gasto será destinado a educación, salud y jubilaciones”, el texto enviado al Congreso elimina el Fondo Nacional para la Educación Técnico Profesional, creado por la Ley 26.058. Ese fondo, equivalía al 0,2% de los ingresos corrientes del presupuesto nacional, financiaba la infraestructura de las escuelas técnicas, la actualización de talleres y laboratorios, la capacitación docente y la articulación con el mundo del trabajo. Su eliminación golpea directamente a más de 1.500 escuelas de todo el país y a miles de estudiantes que dependen de esos recursos. La medida se suma a la derogación del artículo 9º de la Ley de Educación Nacional, que fijaba el 6% del PBI como piso de inversión educativa, y a la eliminación de las metas de financiamiento progresivo en ciencia y tecnología. En este contexto Bielli responde cuáles considera que son los desafíos que quedan por delante: "Creo que hay un desafío de corto plazo muy importante, que es que nuestro pueblo entienda que la herramienta del voto sigue siendo útil. Tenemos que recuperar la participación electoral: en la Ciudad, por ejemplo, tuvimos una elección con una participación muy baja en mayo. La bronca y el rechazo a este gobierno y a sus políticas de ajuste tienen que poder expresarse en las urnas. Porque además, en este momento estamos eligiendo diputados y senadores, y quedó demostrado que es fundamental tener representantes en el Congreso que intenten ponerle un freno a este modelo, defendiendo la educación, la salud, a los jubilados. El segundo desafío es sostener la movilización popular. Yo confío profundamente en la capacidad del pueblo organizado para frenar este tipo de proyectos. Y después, hay un desafío de mediano plazo que es pensar propuestas concretas para recuperar el sentido de un proyecto educativo nacional. Si Milei llegó hasta acá, también es porque nosotros no supimos interpretar lo suficiente o porque en algún punto defraudamos. Entonces tenemos la obligación de estar en este doble registro: resistir, frenar lo que podamos y, al mismo tiempo, construir una agenda que nos permita volver a gobernar y hacerlo bien.
En nuestro caso, Congreso para construir programa educativo que se llama Imaginar y Transformar. El 22 de marzo hicimos un congreso en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA con Cristina, y el 18 de octubre vamos a tener un congreso regional en Chaco. La idea es escuchar: a docentes, a estudiantes, a familias, y a partir de esas experiencias locales, armar una propuesta programática que nos permita recuperar un proyecto de nación educadora. Un sistema educativo nacional y federal, que es lo que este gobierno está desarmando.
Todo este daño, sobre todo en relación al capital simbólico y cultural, ¿es posible de reconstruir?
--Sí, claro. Tenemos una historia de resistencia frente a los peores escenarios, a las políticas económicas más crueles. El pueblo siempre vuelve. Lo importante es generar el vehículo para que ese regreso sea posible. La Marcha Universitaria o los miércoles de los jubilados son mojones que nos muestran que no hay gobierno libertario capaz de quebrar del todo el orgullo de un pueblo que quiere ser. Por eso militamos: porque confiamos en que ese capital simbólico y cultural, aunque golpeado, siempre puede reconstruirse.