Científicos de la Universidad de St. Andrews realizaron un estudio para analizar un área del cerebro que calibra las mediciones de espacio y que es de las primeras en ser afectada por el Alzheimer, enfermedad neurodegenerativa que afecta a alrededor de 44 millones de personas en el mundo. El artículo fue publicado en la revista académica Current Biology y esperan que sus descubrimientos puedan ayudar a detectar tempranamente la enfermedad.
El estudio de la universidad escocesa postula que los humanos usamos distintos tipos de información para no perdernos --como señales de dirección recordadas-- y también estimamos cuánto hemos caminado. Los investigadores hicieron mediciones de la corteza entorrinal que tiene un papel fundamental en la memoria, la navegación, la percepción del tiempo y el procesamiento de la información. "Ya han creado juegos de diagnóstico que podés jugar en tu celular, por ejemplo, para probar la navegación. Nos interesó realmente probar algo similar, pero específicamente mirando a la estimación de distancia", contó el profesor James Ainge, quien dirigió la investigación.
El estudio
Primero, los investigadores entrenaron ratas para que recorran una distancia específica en un circuito rectangular de poco más de un metro, dándoles, cuando completaban el recorrido, un cereal de chocolate. Una vez aprendido el camino, monitorearon su actividad cerebral. Los resultados mostraron que cada 30 centímetros aproximadamente había picos regulares de actividad.
Para hacer que estos picos sean menos regulares, cambiaron el ambiente de la prueba haciéndolo irregular y la habilidad de la especie para estimar la distancia se tornó peor. Así, probaron que la regularidad del "podómetro neuronal" está relacionada con la precisión de la estimación, sugiriendo que esta señal mantiene la cuenta de lo caminado.
"Parecen mostrar este tipo de subestimación crónica. Hay algo en el hecho de que la señal no es regular, lo que hace que se detengan demasiado pronto", señaló Ainge. "Cuanto más regular era ese patrón, mejor estimaban los animales la distancia que tenían que recorrer para obtener esa golosina", agregó el director de la facultad de Psicología y Neurociencia de la Universidad.
En una segunda instancia, recrearon la prueba en humanos: construyeron un ambiente de doce metros y medio por seis en el campus de la universidad. Allí comprobaron con voluntarios que los resultados se replicaron: el cálculo de distancia está bien si conocemos el ambiente, pero si cambia la performance, empeora y se cometen errores.
"Es muy emocionante enlazar la habilidad para estimar la distancia con este patrón de actividad en la corteza entorrinal. El hecho de que humanos y ratas muestren el mismo tipo de errores en la estimación en diferentes ambientes nos da confianza en que los mecanismos cerebrales son los mismos en ambas especies", puntualizó Ainge.
Concluyeron que cuando cambia el ambiente --por niebla u oscuridad, por ejemplo--, se distorsiona la señal kilométrica en esta corteza y ambas especies se detienen antes de llegar al punto de destino. "La prueba desarrollada de estimación de distancia podría ser una herramienta útil para un diagnóstico temprano", sostuvieron desde la universidad.
Diagnosticar a tiempo
Laura Morelli, científica del Instituto Leloir y especialista en Alzheimer, explicó a Página/12: "Cuanto antes se diagnostique la enfermedad, más chances hay de implementar alguna estrategia (farmacológica y no-farmacológica) para enlentecer la curva de deterioro cognitivo". Además, comentó que en el país no hay estudios epidemiológicos realizados sobre una muestra poblacional grande, pero se estima que 500 mil argentinos mayores de 65 años padecen la enfermedad.
Morelli indicó que una forma de diagnosticar a tiempo la enfermedad es el uso de biomarcadores bioquímicos en el plasma, aunque esta tecnología todavía no está disponible en nuestro país. Como las principales áreas afectadas son la corteza y el hipocampo, las primeras manifestaciones clínicas son la pérdida de memoria.
"Se puede prevenir la enfermedad controlando los factores de riesgo modificables, que incluyen: dieta baja en grasa y azucares, mantener baja la presión arterial, realizar ejercicio fisico y mental (hacer crucigramas, aprender un idioma o a tocar un instrumento musical), mantener una vida social activa", listó Morelli y sintetizó: "en líneas generales, todo lo que le hace bien al corazón, le hace bien al cerebro".
Informe: Natalia Rótolo.