La incertidumbre que se vivió la semana pasada en la city porteña fue frenética. El Banco Central vendió 1100 millones de dólares de las reservas internacionales para defender el techo de la banda cambiara y encendió todas las luces de alerta para los próximos días. El equipo económico no tiene un plan B, subestimó la importancia de acumular divisas en las reservas y quiere convencer al mercado que Estados Unidos será el prestamista de última instancia. Los inversores no le creen y sigue el salto del dólar, el derrumbe de los bonos y el desplome de las acciones.
El gobierno aseguró que esta dispuesto a sacrificar todos los dólares que tiene en las arcas del Central para sostener el programa económico, evitar la devaluación y mantener el esquema de bandas de flotación acordado con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el mercado hace una apuesta totalmente inversa y acelera la búsqueda de cobertura cambiaria.
Los dólares financieros coquetearon el viernes pasado con los 1600 pesos y el equipo económico tiene cada vez más dificultad para mantener el tipo de cambio mayorista debajo de los 1500 pesos. En los últimos días se registraron ventas impactantes del Banco Central para frenar la devaluación. La primera intervención fue de 53 millones de dólares, la segunda se ubicó en 379 millones y en la rueda del viernes alcanzó a 678 millones.
Una proyección de este ritmo de intervención muestra que el esquema cambiario es insostenible. Los funcionarios pueden empecinarse en tratar de sostenerlo y en sacrificar todos los dólares de las reservas pero las cuentas no cierran en ningún escenario. El mercado le picó el boleto a la política económica y al relato que con superávit fiscal se terminan todos los problemas.
En la práctica, los inversores hacen un cálculo simple: miran que el gobierno no sólo no tiene capacidad de acumular nuevas divisas genuinas en el Banco Central sino que empezó a dilapidar los dólares que tiene para evitar que el tipo de cambio siga escalando. Una situación que en la Argentina se vivió muchas veces y al final del camino siempre termina de la misma manera, con un salto del tipo de cambio y su correlato en el salto de la inflación.
Uno de los números que encendió las alarmas sobre este último punto fue el registro de la inflación mayorista, que superó el 3 por ciento mensual y adelanta presiones para los precios minoristas. El gobierno parece estar encerrado en un círculo cada vez más vicioso. Si no interviene el dólar, sube el tipo de cambio y los precios. Si interviene, caen las reservas, aumentas las expectativas de devaluación y en una misma dirección de aceleran las remarcaciones.
La única respuesta que intentó dar el equipo económico para mostrar que puede salir de esta encrucijada tiene gusto a poco. Milei dijo que está muy avanzada una negociación con Estados Unidos para recibir un swap de monedas que sería de al menos 10 mil millones de dólares. Se trata de un instrumento que apuntaría a garantizar los pagos de deuda soberana para enero y para julio del próximo año. Se trata de una novedad que no parece mover el amperímetro, en un mercado acostumbrado a que lleguen rescates que duran poco y nada ante el apetito infinito del mercado por hacerse de dólares.