Sumergidos en las inmemoriales y bravías tierras calchaquíes, en un entorno natural único y majestuoso, es desde donde brota la música. Una tierra que supo cosechar copleros, vientistas, guitarreros y eternas noches de carnaval, allí también, surgió con fuerza la música del bandoneón.
En aquel sitio que supo cobijar grandes valores del folclore nacional, nació, gracias a la Escuela de Música 6032, situada en Cafayate, una orquesta infanto-juvenil de bandeoneones, hoy denominada Agustín Torres, en honor a uno de los precursores de la disciplina en la arenosa localidad vallista.
Hoy es Valeria Torres, nieta de “Acucho”, como todos conocían a don Agustín, quien está al frente de la singular y maravillosa iniciativa, y es ella quien relata parte de su historia y promisorio presente.
“La Orquesta nació de un sueño que primero fue de mi abuelo y después se volvió de todos nosotros”, cuenta Valeria, directora de la Orquesta de Bandoneones Agustín Torres (OAT), un proyecto que desde Cafayate se abre camino en la escena musical salteña.
Valeria recuerda los primeros pasos. “En 1997 me hago cargo del taller de bandoneón; yo ayudaba a mi abuelo, pero cuando lo jubilaron quedé yo al frente. Él solía sacarnos a tocar y siempre soñaba con armar una orquestita, un grupo que se pudiera presentar al menos en Cafayate”.
Las primeras presentaciones tuvieron un doble sentido, por un lado aparecía la celebración y por el otro, el homenaje. “Comenzamos a hacer dos presentaciones anuales: el 11 de julio, por el Día del Bandoneón, y a fin de año. Cuando mi abuelo falleció, en 2005, empezamos a organizar homenajes que todavía perduran y que se instalaron como la 'Noche de Bandoneones'", resalta la nieta de “Acucho”.
Y justamente es aquel legado el que explica la elección del nombre de la Orquesta. “En 2019 viajamos a Puerto Madryn a un encuentro de bandoneones. Ese mismo año, al tener otra nueva invitación, nos remarcaron que el nombre era muy largo, (Orquesta de Bandoneones de la Escuela Provincial de Música y Danzas Tradicionales Argentinas 6032 de Cafayate), entonces entre todos decidimos que llevara el nombre de Agustín Torres, así nació la Orquesta de Bandoneones Agustín Torres (OAT)”.
La huella de “Acucho” Torres
Valeria traza una semblanza de su abuelo con afecto y admiración. “Agustín Torres estudió teoría musical por correspondencia en los años 40 desde Cafayate. Trabajaba en la bodega Michel Torino, y su patrón le ayudó a comprar su primer bandoneón, haciendo un plan que fue pagando en cuotas con cada uno de sus sueldos”.
Con instrumento en mano, algo de técnica y ganas de rodar por la provincia, “tuvo la suerte de viajar a Campo Santo donde conoció nada más ni nada menos que a don Cayetano Saluzzi, padre de Dino, y allí con él, formó, un dúo de bandoneones”.
La huella de Agustín se encuentra marcada a fuego en tierras cafayateñas. “Cuando se inauguró la Escuela de Música en Cafayate, en 1986, lo nombraron profesor de bandoneón tras rendir una prueba de audiopercepción y lectura musical. Ese mismo año también, ingresamos a estudiar mi hermano y yo”.
Y de alguna forma, se fue construyendo una ligazón entre la localidad y el instrumento que se volvió inseparable y característico: “se fue tejiendo un vínculo muy fuerte entre Cafayate y el bandoneón”, comenta con sorpresa y orgullo la directora de la Orquesta.
“De hecho”, remarca Valeria, “un sobrino que estudia en Salta me contó que allá hablan de Cafayate como ‘la cuna del bandoneón’, porque de aquí han salido muchos intérpretes que hoy tocan en grupos importantes de Salta, Buenos Aires y Tucumán”.
La orquesta hoy
“Actualmente la Orquesta cuenta con siete integrantes estables”, comenta la docente, “y las edades van de 12 a 15 años, muchos de ellos comenzaron a estudiar desde los 7 u 8 años. En la Orquesta trabajamos con repertorios diversos: folclore, tango, milonga, rock, marchas patrias, música clásica. Queremos demostrar que el bandoneón no solo representa al tango, sino que puede abarcar distintos estilos musicales”.
Si bien hoy participan alrededor de 10 jóvenes en la Orquesta, son más de 40 los que están trabajando en lo que se considera la pre-orquesta, y varios de ellos están en condiciones de formar parte estable.
Sin embargo, algunos desafíos se ven truncados por diferentes inclemencias económicas. “Los desafíos materiales no son menores. El mayor problema que tenemos es la falta de instrumentos. La Orquesta depende de cuántos bandoneones conseguimos; hemos llegado a reunir 15 para un concierto, pero otras veces tenemos solo cuatro. Los chicos incluso se pelean por usarlos; cuando no les toca, deben esperar. Eso duele, pero les hago hincapié en que parte del taller es también cultivar la paciencia y compromiso, algo que verdaderamente sucede porque nunca faltan”.
A pesar de estas limitaciones, el horizonte inmediato se propone ambicioso y propositivo. “Nuestro próximo objetivo es grabar un disco. Ya tenemos el presupuesto hecho por un técnico de Cafayate. Eso nos va a servir mucho para darnos a conocer más allá del valle”, proyecta y sueña Valeria Torres, quien aprovecha la ocasión para invitar a “quienes quieran colaborar con nosotros, sería de enorme ayuda conseguir más bandoneones para los chicos. Tener más instrumentos facilitaría el aprendizaje y permitiría seguir creciendo”.
El trabajo incansable, y muchas veces invisible, que genera la orquesta, a través de la Escuela de música, resulta un faro incandescente: un instrumento complejo, caro y en muchos casos poco accesible, se vuelve un poema en la mano de niños y adolescentes que lo estudian, practican y, a través de él, se expresan.
Sin duda el fuelle, entremezclado con viento cálido, las noches frías y el sol radiante de Cafayate, generan una mixtura única, que en manos de jóvenes soñadores se vuelve una melodía poética en sí misma, escribiéndose en las páginas más salientes de la música popular salteña.