Según afirman se trató de un fenómeno colectivo. Un cagazo metafísico. El más puro, brutal y elemental de los terrores. Cierto es que los espectadores -en ese preciso momento del país- tenían el terror oculto en algún lugar del alma. Pese a que vivían intentando negarlo. El Mundial 78 quedaba en la vereda del frente y Carrie sirvió para que todos explicitaran el miedo que llevaban dentro. Que gritaran el miedo como gritarían apenas unos días o unas semanas después todos los goles del seleccionado en el Mundial. Como sea, en otros países también -no sometidos a dictaduras sangrientas- sucedía algo semejante. Nadie, pero nadie que la haya visto, ha olvidado la mano sangrienta de Carrie White. Ni yo, todavía con los efectos traumáticos después de los seis años. Creo recordar que al final de la película, los espectadores salían corriendo del cine, sospechando que esa mano, en algún momento, también los alcanzaría. 

¿Para qué negarlo?, seamos francos. No ocultemos las cosas inevitables de la vida. El Dasein es el ser al que le importa su ser y es también el ser cuya naturalidad consiste en asumir que su condición esencial, es la de “ser para la muerte”. ¿Complejo, ¿no? ¿Qué quiso decir Heidegger con esto en Ser y tiempo? El maestro de la Alemania de 1927, si mal no entiendo, dice que la mano de Carrie, surge del infierno, salido de la tumba y alguna vez, nos agarrará a todos y nos arrastrará hasta ahí, hacia ese abismo del final. 

Modesta lectura la de Brian De Palma. La película fue un estreno arrasador. Un tractor con una narrativa impecable. La cámara dibujaba un montón de cosas. Un imaginario infinito y dos actrices irresistibles, gigantescas. Sissy Spacek, claro. Una mujercita frágil, de ojos saltones, grises y la nariz un botón. Y Piper Laurie (Margaret White), la mamita de la nena demoníaca, tan demoníaca como ella, pero envuelta en vahos de fundamentalismos y religiosidad. ¡Qué consagración del trío! De Palma y sus dos actrices. De Palma quería ser Hitchcock. Y está muy bien. No solo porque todos queremos ser algo o alguien en la vida, Brian con Carrie hace su declaración de principios. El toque de originalidad -que más temprano o más tarde le abrió otros caminos-, el fundamento cinematográfico más hermoso en su carrera. 

Todo fue más tarde, las convenciones de la cámara, la marca del estilo, las grandes obras, lo olvidable, el oro puro. Ya pasaron los años. ¡Complimenti De Palma! Muchos habrán visto Carrie por VHS o algún canal de cable o de aire, en medio de interminables auspicios comerciales. Esa es la ventaja de estar sentado sobre medio siglo: haber visto algunas películas en las salas de estreno. Era 1978 y Argentina toda caminaba con el culo apretado. Un año de terror. Ese año, de la mano de mi mamá, vi Carrie en el cine Lumiere. Puedo errarle al cine, pero no a la temporalidad del cagazo que teníamos todos. Pareciera que la demora del estreno -la original es de 1976- acaso estuvo pensada para abrazarse adentro del cine y afuera, con los goles del mundial. Ya sabemos que los milicos no querían saber nada ni con los crímenes, ni con la sangre, en el cine. 

Me llevó tiempo dejar de pensar frecuentemente en los sobresaltos infinitos que el gran De Palma descargó en esa última escena. Hablamos de una época que todavía le faltaba largo rato para los Jason o los Freddy Krueguer o los Francella. Una época en la que los villanos, cuando morían, morían de verdad. Quiero decir: cuando uno ve a la amiguita (Amy Irving) de Carrie caminar con el ramillete de flores hacia la tumba, espera algo. Espera algo que no se sabe qué, ni cuándo, ni dónde. La música Pino Donaggio; lánguida, brutal. Olor a tierra sale de la pantalla. Y un cartel grabado en la lápida de la telequinética que dice: “Aquí Carrie se quema en el infierno”. El final es de dioses; la amiguita de Carrie estira sus manos para dejar el ramito y roza la tierra y entonces es cuando aparece, cuando surge la mano ensangrentada que agarra la muñeca de Amy. Desde el infierno. El cine estalla en un aullido. Igual que mi mamá que me apretaba fuerte la mano y se parecía tanto a la de Carrie. A veces ando volviendo, pensando que si las madres son una sola.