El licenciado Eduardo López Molina, tucumano, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, coautor de “Historias clínicas: Infancias” junto al Dr. Raúl Teyssedou, develan el Asilo de Alienados de Oliva, fundado en 1914 por Cabred, destino de confinamiento para niños y adolescentes de todo el país afectados con distintas problemáticas subjetivas. El libro será presentado en el VII Congreso internacional de Psicología del Tucumán a realizarse en octubre de este año.
—¿Cómo empezaron esta investigación sobre las infancias?
ELM: Hace 10 años el doctor Teyssedou comenzó a investigar las historias clínicas obrantes en el archivo de la colonia para luego publicar 5 tomos en donde recuperaba tanto sus historias de vida como los datos duros respecto a su origen, nacionalidad, profesión, edad, etc. Allí descubrió 3 cosas: 1) que más del 50 % eran inmigrantes (de 59 países), siendo la mayoría, italianos. 2) que hubo niños internados desde los 4 años. 3) que fueron internados hasta 1945, 709 tucumanos. A partir 1938 comienza a disminuir esa derivación en virtud de la fundación del Hospital de Alienados en Tucumán.
—Me contaste que en diálogo con personas del pueblo no estaban enterados
ELM: Forma parte del “secreto público”. Consultamos médicos, enfermeros, funcionarios, y todos manifestaron su desconocimiento al respecto. Pero hay otro desconocimiento mayúsculo en la historia argentina: el Estado implementó desde fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, una política contra la “minoridad peligrosa” y los niños desobedientes de la autoridad paterna, huérfanos, abandonados, deambuladores, canillitas y los que jugaban con volantines eran llevados al Depósito de Menores de la Policía Federal, orfanatos,comisarías, y a barcos de la Armada.
—¿Desde qué edad se recibían niños? ¿Cuáles eran los diagnósticos prevalentes y qué posibilidades tenían de volver con sus familias?
RT: Entre 1914 y 1939 fueron ingresados 335 niños de 4 a 15 años. Crueldad que se iniciaba con la expulsión del hogar, seguía con la intervención del médico policial y el traslado en móviles de las policías provinciales hasta Oliva, no siempre acompañados por algún pariente. En varios casos iban esposados. Este año investigo la internación de adolescentes de 16 a 20 años. Los diagnósticos prevalentes eran Idiocia, Imbecilidad, Debilidad mental, Degeneración, Pobreza de espíritu, Epilepsia. En cuanto al alta no siempre los médicos detallaban si el paciente había sido retirado por la familia o si había fallecido allí al poco tiempo o después de muchos años de internación.
—¿Qué impacto te produjo a vos como psicólogo?
ELM: Ya cuando me tocó trabajar el tratamiento que se les dio a los inmigrantes sentí un impacto emocional tremendo, que se potenció cuando accedí a las historias clínicas y fotos de esos pequeños trasladados por policías. No alcanzó la imaginación para tratar de ficcionar sobre lo que habría sido la salida de su hogar, el viaje, la llegada al hospicio o la entrevista con un señor con habitus de clase tan distintos. Una experiencia exótica in extremis.
—Por los modos en que esos niños eran llevados, alojados, y tratados ¿te parece que consideraban su condición de sujeto como hoy lo vemos desde el derecho y el psicoanálisis?
ELM: Indudablemente que no. Lo peor fue descubrir que esto no fue un procedimiento aislado. Formaba parte de una política de Estado. Para los chicos de sectores medios y altos, estaba la escuela, para los llamados “menores” las instituciones correccionales.
—¿Cuál es el interés para los lectores de hoy de leer “Historias clínicas”? ¿Te parece que les aporta para poder abordar los problemas de sufrimiento psíquico de los niños de una manera más humana y considerando realmente la singularidad de cada niño?
ELM: No nos guía una curiosidad morbosa ni un interés de ganar terreno en la academia, sino dar cuenta de que la historia de lo que fue, es también la historia de lo que hoy es. Dos pruebas: la resolución que sacó el ANDIS en enero de este año donde se vuelve a hablar de Idiocia, Debilidad mental e Imbecilidad y los procesos de medicalización de la infancia promovidos por los laboratorios y los DSM. Hoy el encierro es subjetivo. Ya no es necesario construir estos “Versalles de la locura”.
—¿Un par de historias que te hayan impactado más?
ELM: Una niña inglesa traída del Colegio Inglés de La Cumbre. Es uno de los escasos casos de pacientes provenientes de sectores de altos recursos. Su diagnóstico era epilepsia y el médico agregaba un segundo dato: frente olímpica. En consecuencia, fue lobotomizada. Y el caso de una niña de 14 años que comía muy poco porque quería ser como las chicas de las revistas. La carta que escribe a sus padres es muy conmovedora.
—Qué reacciones pudiste recoger de aquellos que se enteran del destino de algún familiar?
RT: En principio constatamos que de 24.120 historias clínicas abiertas de 1914 a 1945, figuran 1565 santafesinos (984 varones y 581 mujeres) 8,69 % de todos los pacientes y 13,91 % de los nacionales. En ocasión de la presentación del libro Aldao de la escritora María Teresa Andruetto y ante algunas menciones en su texto respecto de nuestros nombres, una persona de Rosario se contactó para pedir la historia clínica de su abuela internada y fallecida en el Asilo para leérsela a su madre antes de morir pues se estaba debatiendo entre la vida y la muerte en la UTI. Obtenida esta, se la leyó a su madre y esta experimentó una notable e inesperada recuperación que, por suerte, hasta el día de hoy, aún persiste. Esto nos llevó a pensar ya afirmar que “la memoria cura”.
*Psicoanalista. Profesora de Psicología de la Niñez y la Adolescencia en Ciencias de la educación de la UNT y docente del Cid Tucumán IOM 3