Desde Barcelona

UNO ¿Es un hombre "astuto" o "complejo" o "complicado" o dado a los "circunloquios" y a "dar muchas vueltas"? (Definiciones todas derivadas del arcaico pero a la vez atemporal y eterno adjetivo polytropos y, ah, su descripción y apreciación varía según las versiones y traducciones.) ¿Importa esto? Seguramente sí, si se es especialista (y, de algún modo, no hay hombre --o mujer-- que no sea especialista en este hombre). Pero lo que de verdad importa es que ese hombre --un pícaro, sí, pero un pícaro épico; quien gusta de presentarse como "Nadie" pero sabiéndose Alguien-- se llama Odiseo (Ulises, para los romanos). Y que ese hombre que vuelve a leerlo se llama Rodríguez (para todos) y que está leyendo, de nuevo, La Odisea en una nueva traducción al inglés (la del especialista Daniel Mendelsohn). Y que esta comienza con uno de los mejores comienzos en toda la historia de la escritura: ese en el que el autor le pide a su Musa --entre la orden y el ruego-- que le cuente la historia de un hombre.

DOS Y en su largo y exhaustivo prólogo (donde se abunda en cuestiones/opciones técnicas en cuanto a longitud y rítmica de los 12.110 versos que Rodríguez aprecia pero no llega ni llegará nunca a comprender del todo), Mendelsohn arranca apuntando y dando en el blanco de lo que ya se sabe o se intuye, pero no por eso innecesario y sí tan grato de volver a ser explicado con las palabras justas. Eso de que La Odisea está en todas partes. En la antigüedad más antigua (de algún modo ya preanunciada en La epopeya de Gigamesh) y en La Eneida y en La Orestíada. Y en el espacial y futurista 2001. Y en El mago de Oz y en El guardián entre el centeno y en En el camino y en Cuenta conmigo/El Cuerpo y en El conde de Montecristo y en Gladiator y en Dune y en las idas y vueltas de Moisés y de Hamlet y de Don Quijote y de la maravillosa Alicia y de Huckleberry Finn. Y en reversiones puntuales y más o menos (in)directas como la Comedia de Dante y el Ulysses de James Joyce y el Pálido fuego de Vladimir Nabokov (en las alucinadas notas del alucinado rey en fuga o no Charles Kinbote). Y en la Circe de Madeleine Miller. Y en la O Brother, Where Art Thou? de los Coen. Y en aquel greatest hit de Constantino Cavafis y en los ciclos poéticos Omeros y Meadowlands de Derek Walcott y Louise Glück. Y en esos poemas de Borges --donde Ítaca limita con el San Telmo de Buenos Aires y La Odisea "cambia como el mar"-- que tanto le gustan a Rodríguez. Y donde --concluida la aventura y reposando el guerrero junto a su reina-- el otro no-vidente con prosa 20/20 o, mejor, 20/15-- no puede sino añorar y preguntarse "¿Dónde está aquel hombre / que en los días y noches del destierro / erraba por el mundo como un perro / y decía que Nadie era su nombre?". Y, por supuesto, en mucho de lo de Harry Potter y de Juego de tronos y más que especialmente de los multiversos de la DC & Marvel Comics. Y antes y después de todo y de todos: en la vida (im)propia de cualquier nadie (con n minúscula). Porque, sí, en La Odisea --que de algún modo es la secuela/vuelta de la ida de La Ilíada, del mismo y tan ubicuo como invisible autor: esa entidad ciega-visionaria a la que se ha dado en llamar Homero-- se planta y crece y da frutos la semilla de aquello que nutre a toda historia: alguien sale de casa, alguien vuelve a casa. Y, por el camino, se cruza y se tacha y se reescribe y reinventa a partir de su encuentros y desencuentros con tantos otros y otras en pos del desafío definitivo: el de recuperar su identidad, volver a ser luego de tantos años de no haber sido.

 

 

 

TRES Y --hasta su último aliento-- el legendario editor Bob Gottlieb (responsable entre muchos otros grandes títulos de The Stories of John Cheever, donde se incluye esa odiséica obra maestra que es "El nadador") editó sagaz y amorosamente la flamante versión de Mendelsohn; pero recordándole que el mundo se dividía entre "Personas Odisea y Personas Ilíada, y yo soy una Persona Ilíada". Mendelsohn --cabe más que suponerlo-- es más de Odiseo que de Aquiles. Y, antes de subir a bordo, ya era el autor de un pequeño inmenso libro: Una Odisea / Un padre, un hijo, una epopeya. Allí, Mendelsohn narra lo que sucede cuando su padre profesor de Matemáticas y octogenario le pide asistir a uno de sus seminarios sobre La Odisea (el padre no parece demasiado convencido de mucho de lo que enseña el hijo) y el posterior crucero en el que ambos se embarcan por los mares y orillas por las que se movió el inquieto héroe de Homero. Y --antes de llegar/volviendo al más emocionante de los finales-- la comprobación de cómo esa trama inmemorial contagia a la pasajera historia de los Mendelsohn, desconocidos reconociéndose o conocidos desconociéndose.

CUATRO Y no hace mucho Mendelsohn --cuya Odisea, como cabía esperar y casi corresponde, ha sido cuestionada y celebrada por homéricos de mayor o menor renombre-- publicó en The New York Times una columna con el título de "El hombre del momento tiene 3.000 años de edad". Sí: en 2017 hubo otra muy comentada traducción al inglés, la de Emily Wilson (primera mujer en hacerlo), anunciándose como empoderada y reivindicativa de Circe (quien lleva a la práctica la teoría de que todos los hombres son unos cerdos) y de Calypso y la tejedora y serratiana Penélope y Nausicaa y sirenas surtidas y las monstruosas Escila y Charybdis. Y acortando líneas e incluyendo términos como canapés y diciendo que el Odiseo disfrazado del final lleva una tote bag. Este año se proyectó la noble y digna El retorno de Uberto Pasolini (donde se actúan sólo el último canto y Ralph Fiennes y Juliette Binoche vuelven a unirse luego de aquella adaptación fílmica de la muy odiséica El paciente inglés de Michael Ondaatje también, a su manera, otra segunda parte: la de la ilíadistica En la piel de un un léon) y en la que Odiseo es alguien quien prefirió no ser dios y a quien los dioses ya no respaldan ni cuidan sus espaldas y quien parece haber perdido su locuacidad para expresarse como uno de esos silenciosos y ultraviolentos pistoleros marca Clint Eastwood en clímax à la Quentin Tarantino. Y el año que viene se estrenará la ya polémica y discutida versión de Christopher "Todas-Mis- Películas-Son-Odiséicas" Nolan con Matt Damon (al que Rodríguez no lo ve) en el protagónico. Y es que, sí, a aquello que nunca pasa de moda, de tanto en tanto, se le da por... ah... uh... viralizarse en tiempos y destiempos cada vez más enfermitos para recordar que goza de perfecta e invulnerable salud. Y en su artículo Mendelsohn no duda en recetar La Odisea como texto perfecto para un mundo post-ideológico y "post-todo". La guerra de Troya terminó y ahora la cuestión es cómo volver a casa y ponerla en orden. Y --cada uno y sin ya esperar nada de las instituciones-- lavar sus togas y sacarse sus sandalias y encomendarse a los dioses y creer en ellos con aquel infantil deseo con el que alguna vez se creyó en el olímpico-dynamation celuloide de Ray Harryhausen.

 

CINCO Para Rodríguez, sin embargo, La Odisea cumple una función más humilde: irse lejos, más lejos todavía. Viajar es vivir. Leer es viajar. Y esta nueva The Odyssey es, además, un libro muy bonito: la versión USA tiene portada con barquito contemplado como desde las más divinas alturas; la versión UK muestra la pequeña silueta de un hombre frente a un amanecer o atardecer. Rodríguez --hombrecito complicadito si lo hay-- se compró la segunda pensando en que el releerla lo inspirará, ojalá, quizás, tal vez, quién sabe. Ahora sólo le queda esperar a que una Musa le hable y le cuente o, por lo menos, le invite una copa de vino pisado y le haga un guiño con buen ojo.