Una bella parrilla

Con la primavera dejando asomar sus primeras noches cálidas, Casa Beza se muestra en todo su esplendor: una vieja casona de Belgrano R, que contrarresta la coquetería del barrio con una propuesta personal y a buen precio, conducida por Belén Zanchetti, cocinera, sommelier y propietaria del lugar. Belén imaginó una parrilla, pero con muchas vueltas de tuerca para darle juventud y originalidad, aprovechando la arquitectura del espacio: jardín delantero, patio repleto de plantas algo salvajes y dos pisos donde las habitaciones funcionan como salón.

Casa Beza recorre una gastronomía cercana, jugando con los límites de la porteñidad. Empanadas fritas de carne o de queso ($6000) se alternan con un paté casero con chutney ($11000) o la tabla de quesos patagónicos ($16000) elaborados por nada menos que Ventimiglia, tal vez la mejor quesería del país.

De las brasas, salen langostinos a la parrilla (con crema de palta, $16000), un choripán con pebre (como una salsa criolla chilena, $11000), el repollo con babaganush y dukka (mezcla de especies y frutos secos, $16000), el matambrito (corte generoso que nunca falla) con ananá y ají amarillo ($26000) o el bife de chorizo con harissa, papines y criolla a $33000, entre otros. Hay un par de pastas y un par de postres como el frangipane de estación, que salen con helado de crema, crema inglesa y almendras a $9000.

A tono con los gustos de Belén, en Casa Beza los vinos juegan un partido propio, con mucha presencia de bodega pequeña y mayoría de estilos modernos. Un lugar que se desmarca con ideas, belleza y mirada propia.

Casa Beza queda en Av. Olazábal 3301. Horarios de atención: miércoles y jueves de 19 a 24; viernes a domingos de 13 a 16 y de 19 a 24. Instagram: @beza.casa.

Porteñidad al palo

Hace rato que Hierro, con sus sucursales, se consolida como una de las muy buenas parrillas argentinas. Ahora la marca va por más: acaba de abrir su versión bodegón, con una apuesta de tradición que se permite caprichos y reversiones. Queda claro que, más allá de su nombre, Hierro Bodegón se distancia del bodegón arquetípico con una puesta en escena impactante: una larga barra que corre en uno de los costados, los fuegos al fondo, los techos altísimos, las paredes negras con espejos y azulejos. “Es un bodegón neofolk, donde combinamos tradición, diseño y técnica”, argumentan, esbozando una definición.

La carta enumera muchos de esos platos queridos por todos: para arrancar, empanadita frita de osobuco ($3500), una tortilla de papa con aioli de ajos asados ($15000), los calamares fritos con limón ($17000) o las mollejas con verdeo y papas rejilla ($18500) son algunas opciones. Hay platos cercanos a su receta original, como los langostinos al ajillo ($17850) y otros bastante alejados, como el vitello tonnato que sale caliente, con alcaparrones y una demiglace de la propia carne ($17500). En una cava refrigerada, guardan los embutidos y salazones elaboradas de manera artesanal por El Chacinador, de donde proviene la tabla de charcutería para tres personas con spianata, bresaola, jamón horneado y más ($45000).

De una parrilla a la vista salen cortes como bife angosto, bife ancho y picaña (desde $29200). De la cocina llega la chuleta de cerdo de medio kilo con crema de sidra Griffin ($24500) o los canelones de acelga y ricota con salsa blanca ($21000). Se destaca una fantástica milanesa de lomo a la napolitana ($34000), de las mejores de la ciudad.

Hierro Bodegón apuesta alto, en estética, en coctelería, en vinos, en ambiente. Un lugar con ambición de conquistar la noche.

Hierro Bodegón queda en Fitz Roy 1722. Horario de atención: lunes a sábados de 12 a 24; domingos de 12 a 17. Instagram: @hierrobodegon.

En boca de todos

La noticia circuló rápido. El actor, guionista y director Martín Piroyansky se mudó al barrio de Paternal. Allí, se enteró que una casa contigua a su vivienda se estaba por demoler para construir un edificio. Y, en sus palabras, “para evitar que le tapen el sol”, decidió alquilarlo y abrir, junto a su amigo y socio Diego Berakha, una cafetería bajo el nombre de Café Mar del Plata. El local quedó precioso, con ese aire de haber estado siempre ahí, aprovechando la distribución de lo que supo ser una casa chorizo con bello patio al aire libre, paredes algo descascaradas y algunos gestos hipsters que funcionan.

La especialidad del lugar son los sándwiches de miga, tentempié con pasaporte argentino a costa de sabores y formatos propios. Aquí los preparan siguiendo la tradición, pero usando ingredientes de mucha calidad, incluso en combinaciones poco usuales. En una vitrina exhibidora acomodada sobre el mostrador, los sándwiches se dividen en tres franjas de precio. Los de jamón y queso, y los de aceituna, queso y huevo salen $4900. Por $5900 aparecen sabores como el de queso brie, peras y rúcula; el de mortadela, pesto y queso crema; el tostado de kimchi con fontina; y uno muy bueno, de palta y atún. Y por $6900 aparecen el de trucha ahumada, el de pastŕon y el de crudo y queso.

Para acompañar, salen cafés de la marca Kike (con la que Cabrales busca competir en el mundo de la especialidad), servido en bellas tazas clásicas, las de siempre. Y se suman apenas un par de cosillas más, como medialunas, torta vasca y sandwich de chipá como opción sin gluten.

Apenas abierto, Café Mar del Plata ya es un éxito en boca de todos, en gran parte por quiénes están detrás, pero también por haber traído una propuesta inteligente y bienvenida a un barrio que parece siempre un poco detenido en el tiempo

Café Mar del Plata queda en Añasco 2543. Horario de atención: miércoles a domingos de 10 a 19. Instagram: @cafemardelplata.