Mucho menos mediático que los incendios forestales de comienzos de 2025, que alcanzaron zonas urbanas de Los Ángeles y tocaron de cerca a varias estrellas de Hollywood, el gran incendio de Camp Fire, que arrasó con decenas de miles de hectáreas en Butte County, en el norte de California, durante el verano de 2018, es considerado por los especialistas como el más destructivo en toda la historia de ese estado. Una de las figuras que sufrió en carne propia la destrucción del fuego a comienzos de este año fue la experimentada actriz Jamie Lee Curtis, pero la decisión de ponerse en el rol de productora del nuevo largometraje del británico Paul Greengrass es anterior a esos hechos. 

Fue su lectura del libro de no ficción Paradise: One Town's Struggle to Survive an American Wildfire, de Lizzie Johnson, un racconto de los fatídicos acontecimientos de 2018, lo que la decidió a tomar el proyecto como algo personal. La adaptación a la pantalla del trabajo de Johnson, A través del fuego, es en parte un espectáculo cinematográfico ligado al subgénero del cine catástrofe, pero su otra pata está apoyada firmemente en el serio llamado de atención sobre el cambio climático y la multiplicación de focos de incendio, tanto en los Estados Unidos como en otras partes del mundo.

Con un reparto encabezado por Matthew McConaughey en el papel de Kevin McKay, el atribulado conductor de un autobús estudiantil (de allí el título original The Lost Bus, “el autobús perdido”), y America Ferrera como Mary Ludwig, una maestra de escuela primaria que termina involucrada en la aventura de su vida, A través del fuego desembarcó en la plataforma Apple TV+ sin pasar por las salas. Un relato de supervivencia basado en hechos reales que reconstruye la odisea de dos adultos, el chofer y la maestra, y el desesperado intento por salvar sus vidas y las de veintiún niños. Como suele ser la costumbre en los films del director de Vuelo 93, Capitán Phillips y las primeras entregas de la saga Bourne, el nervio y el suspenso ligados al peligro y la posibilidad cierta de la fatalidad se unen a un retrato humano de personas comunes transformadas en héroes inopinados. No es casual que, rodeando a McConaughey, Ferrara y otros actores y actrices profesionales, aparezcan en pantalla un puñado de no-actores interpretando una versión ficcional de sí mismos, bomberos y especialistas en incendios forestales que vivieron aquellos días de terror y angustia en la vida real.

Para Greengrass mantener el equilibrio entre los elementos narrativos y estilísticos de la película –el drama humano, el suspenso, incluso la acción– es “un poco como cocinar. Hay que tener los ingredientes adecuados y utilizarlos de la manera correcta. Todo comienza con la historia que uno quiere contar”. Página/12 participó de una entrevista virtual junto a otros periodistas internacionales, una conversación extensa en la cual el realizador nacido en el barrio londinense de Cheam en 1955 se explayó sobre las dificultades y desafíos de llevar a la pantalla la historia del incendio de Camp Fire, además de recordar sus orígenes como documentalista y la influencia en su cine de esas experiencias tempranas. 

“Es interesante. A veces pienso en todos los proyectos a los cuales dediqué (y sufrí) mucho tiempo y que nunca terminé realizando. Por otro lado, las películas que sí hice fueron proyectos hacia los cuales me sentí atraído instintivamente. Cuando los productores, Jamie Lee Curtis y Jason Blum, me ofrecieron dirigir A través del fuego, lo primero que pensé fue ‘sí, puedo hacer esta película’. Además, un film sobre un incendio desatado tiene mucho que ver con el mundo de hoy en día. Hay incendios todo el tiempo, en cualquier lugar del globo. Norteamérica, Sudamérica, Europa. Es parte de los peligros globales que enfrentamos constantemente. El mundo se está prendiendo fuego, de una forma muy aterradora”.

-¿Qué fue lo que más lo atrajo de esta historia en particular, más allá de esos elementos desafortunadamente generales?

-El elemento humano, con ese autobús, la maestra, el conductor y los chicos. Y los bomberos intentando combatir el fuego. Es algo muy, muy universal. Por un lado, es interesante intentar comprender los procedimientos, como funciona el sistema que se pone en marcha ante ese tipo de desastres; por el otro, la identificación con esas personas atrapadas en un micro escolar. Por eso la idea de mezclar actores profesionales con otros que no lo son, eso le aporta al conjunto autenticidad. Creo que la intención de máxima fue poder crear una experiencia, como si se tratara de una sinfonía sencilla. Todo comienza con el chofer, solo en el autobús, manejando como en cualquier día normal, sin saber que una hora más tarde se verá inmerso en una experiencia inmensa, rodeado de gente a la que no conoce e intentando salir del otro lado de las llamas. Si uno logra poner en movimiento todos esos elementos la misión estará cumplida.

-¿Cómo fue ese proceso de poner en pantalla, coexistiendo e interactuando como personajes, al reparto de figuras reconocidas con los actores no profesionales?

-Es algo que he hecho con anterioridad, en varias películas, y ciertamente no soy el primero en proponer algo similar. En mi caso puede verse en películas como Domingo sangriento, Capitán Phillips y Vuelo 93, entre otras. Como dije antes, era muy importante entender los procedimientos de lucha contra los incendios y retratarlos de la manera más fidedigna posible. Durante la preproducción conocimos a John Messina, que fue el responsable a cargo del operativo el día en que desató el fuego. Lo que hicimos fue integrar esa figura en el personaje que interpreta el actor Yul Vázquez, con Messina haciendo las veces de su asistente. Eso generó algunas risas durante el rodaje, pero el resultado fue bueno. Además, fue él quien trajo a un grupo de compañeros bomberos que estuvieron luchando codo a codo aquel día. Salvo un par de excepciones, la mayoría de los bomberos que se ven en la película son bomberos en la vida real, personas que vivieron en carne propia esos hechos. Siempre es interesante mezclar profesionales con no profesionales. En casos como este, los actores con trayectoria sienten cierta seguridad al estar rodeados de profesionales reales, porque entienden que no están interpretando algo en el vacío: esa gente está recreando algo que ha vivido. Por otro lado, para los no-actores, estar rodeados de profesionales también les aporta cierta confianza. Si se tiene suerte y las cosas salen bien, los actores profesionales dejan de actuar y se transforman en gente real, y los no profesionales comienza a actuar. El resultado de eso es la marca de autenticidad.

-Su carrera en el cine comenzó como documentalista. ¿Cree que eso influyó su manera de entender el cine de ficción?

-Al terminar mis estudios comencé realizando documentales en el Reino Unido para el programa World in Action, en los años 80. Hacer documentales de esa manera, saliendo y experimentando el mundo, sobre todo cuando uno tiene menos de treinta años, es algo que te deja una marca. Ir a lugares difíciles del planeta, sitios en conflicto, e intentar volver con una película. Es algo que nunca olvidaré, porque realmente te enseña cómo es el mundo cuando está en conflicto. Uno lo ve de cerca, como cualquier periodista o documentalista debería hacerlo. Fue una experiencia fundacional. Nunca se olvida esa sensación: cómo registrar con una cámara lo que está ocurriendo. Observar y capturar un instante de la realidad al mismo tiempo que la ves. Desde luego, cuando era un adolescente soñaba con hacer películas de ficción, y ese sentimiento volvió con fuerza durante los años de documentalismo. Pero luego me di cuenta de que estaba atrapado en una contradicción, una paradoja, porque durante toda una década había trabajado con el material que ofrecía la realidad. 

-¿Y cómo congeniar eso?

-Al cruzarme al otro lado, el de la ficción, con algunos capítulos de series y películas hechas para la TV, me di cuenta de que lo que estaba haciendo era crear una realidad. No observándola, sino creándola. Fue algo difícil, luché mucho para lograr ese matrimonio, y creo que me tomó unos diez años encontrar el estilo que me permitiera hacer las películas que estaban en mi cabeza sin dejar de serle fiel al lugar del cual provenía. Ese instinto, el del documentalismo periodístico, cómo se siente y ve la realidad, cómo capturarla, es algo que ha permanecido a lo largo de mi carrera. Obviamente, en A través del fuego ese fue el corazón de lo que quería hacer: crear una realidad que fuera fiel a cómo debe haber sido estar en medio de un evento como ese gran incendio. Porque si bien no deja de ser la historia de esa gente en particular, durante ese incendio y en ese momento puntual, el cine permite universalizarlo. Transformarlo en algo más grande, que en este caso es nuestro mundo prendiéndose fuego. En otras palabras, la película es sobre esos personajes, pero básicamente todos nosotros estamos adentro de ese autobús. La gran pregunta es si lograremos atravesar el fuego y salir ilesos.