La moderna casa de Victoria Ocampo en Barrio Parque, realizada por el arquitecto Alejandro Bustillo, donde se gestó en 1931 la revista Sur, emblemática publicación de la literatura de vanguardia, está exhibiendo otro proyecto de la modernidad que nació a comienzos de la década del sesenta: el arte generativo.

Inspirados por las ideas del pintor belga Georges Vantongerloo (Amberes,1886- París, 1965) el pintor, gestor cultural y empresario Ignacio Pirovano como teórico, junto a los jóvenes artistas Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal, dieron vida a un manifiesto que se llamó Arte generativo. “Crear es engendrar y no interpretar lo ya creado”, predicaba Vantongerloo.

Segunda camada de pintores argentinos enteramente geométricos -la primera había sido en los 40, con el Arte concreto- Mac Entyre y Vidal fundaron su práctica en la convicción de que el movimiento es condición propia de la vida y del arte.

“GENERATIVO, dícese de lo que tiene la virtud de engendrar” (…) GENERADOR, dícese de la línea o de la figura que por su movimiento engendran respectivamente una figura o un cuerpo geométrico”, reza el manifiesto.

La matemática proveía con la sucesión de Fibonacci, un modelo de crecimiento infinito que está presente en muchas estructuras de la naturaleza. La proporción áurea permitía escalar un esquema geométrico que excediera armónicamente los límites del soporte.

El Manifiesto generativo, publicado en 1960, fue de los primeros en ensalzar la tecnología, hablar de fuerza y energía sobre el plano, acorde a la física cuántica contemporánea. No obstante, el concepto clave del texto está cifrado en “que la pintura generativa ENGENDRA una serie de secuencias ópticas a través de un desarrollo generado por una forma (…)”. Efectivamente, el movimiento virtual “penetra” planos, hace vibrar líneas que se tocan o se cruzan, son cabal expresión de un arte óptico, de una ilusión para el ojo que ve terceras formas del cruce de dos. Escrito en 1959, el Manifiesto es el primer documento que propone un arte óptico en Latinoamérica. Sin embargo, a diferencia de la tendencia internacional, los creadores del arte generativo no se contentan con la ilusión óptica, sino que dotan a estas formas de un discurso que avanza con intenso contenido simbólico e insoslayable realismo, hacia una concepción espiritual sobre la naturaleza y la ciencia.

Arte generativo: el futuro a crear, se propuso reconstruir visualmente el contexto de pensamiento que dio origen al Manifiesto generativo, partiendo de las primeras obras en las que Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal ponen en acto las ideas esbozadas en el texto fundacional. Pequeños bocetos, apuntes a mano alzada, corregidos, rectificados, dan cuenta del desarrollo de la imagen que encontró su madurez un par de años después, junto a la consagración internacional.

«Tratar de unir las formas más simples y más puras que rigen el universo y transformarlas en un hecho plástico», eran las intenciones de Eduardo Mac Entyre. “Observando mis telas, aseveraba Vidal, el espectador va descubriendo la interacción de la línea y el color generando vibraciones espirituales, sístole y diástole de ese corazón primero que absorbe y trasmite la energía del Universo”. Rafael Squirru, director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, quien apoyó al grupo desde su presentación, señalaba, [ambos artistas] “tendían a expresar la emoción en términos espaciales, inquietud que no parecía casual, ya que mientras los científicos lanzaban el Sputnik al espacio, los artistas afinaban las antenas de su sensibilidad para captar ese nuevo espacio del hombre moderno”. La idea de un futuro a conquistar para un hombre nuevo, más afín a su tiempo, sin nostalgias y abierto al cosmos, subyace en las imágenes del grupo que, en la exposición, respetuosamente comparamos con las nítidas galaxias que nos trae a la vida el poderoso telescopio espacial Hubble (HST).


La exposición incluye dibujos y pinturas de la primera exposición en la galería Peuser, 1960, hasta la exposición de 1962 en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Hacia fines de los sesenta, precisamente en 1969, Mac Entyre y Vidal fueron invitados a una de las experiencias que hoy consideramos nodales del arte generativo en la época: la colaboración entre artistas e ingenieros propuesta por el recientemente creado CEAC (futuro CAYC), fundado por el crítico Jorge Glusberg. El resultado del trabajo fue una serie de estampas reunidas en Arte y Cibernética, expuestas en la prestigiosa galería Bonino. Lo cierto es que una geometría programada como la que Mac Entyre y Vidal practicaban, conducía casi naturalmente a lo que entonces un software de computadora podía realizar: generar formas a partir de una serie de instrucciones que el programa le indicaba al codificar el boceto manual realizado por los artistas. Por esta experiencia, el Arte generativo fue pionero y, así es reconocido a nivel internacional, en la unión del arte con la tecnología que pregonaba en su manifiesto inaugural. De hecho, al arte digital actual se lo denomina arte generativo. En un paso más en la misma dirección, con última técnica el laboratorio digital UxArt animó esas estampas para que realicen el movimiento que las líneas sugieren de manera virtual. Desde la pantalla de un televisor o en el celular con realidad aumentada, las obras de 1969 fascinan con sus desarrollos generativos, aún a los más avezados nativos digitales.

La exposición genera varias reflexiones; la más obvia tal vez sea la de la importancia de mostrar, de redescubrir nuestra valiosa tradición de arte geométrico. Para hacerlo es indispensable contar con las obras y los archivos que están en manos de herederos, instituciones y coleccionistas. Proteger y difundir esos legados ha sido uno de los objetivos fundacionales del Fondo Nacional de las Artes desde 1958, y de su primera presidente, la intelectual y filántropa Victoria Ocampo. Hoy, en su casa vemos los frutos de aquella intención primera que se continúa virtuosamente en el tiempo.

* Curadora de la exposición “Eduardo Mac Entyre y Miguel Angel Vidal- Arte generativo: el futuro a crear”, que se exhibe en la Casa de Victoria Ocampo del Fondo Nacional de las Artes -Rufino de Elizalde 2831, CABA- hasta el 28 de octubre.