El programa económico basado en la liberalización del comercio exterior, la eliminación de regulaciones y el recorte de políticas públicas impactó de lleno en los pequeños y medianos productores ganaderos, porcinos y agrícolas. Sectores de pequeños y medianos productores advierten que el modelo vigente está empujando a la desaparición de quienes abastecen al mercado interno.

La ganadería que provee al consumo interno vive uno de sus peores momentos: aunque los precios de la hacienda subieron 60,4% interanual en septiembre de 2025, la producción de cabezas faenadas cayó 3,3% ese mismo mes y las exportaciones de carne bovina entre enero y agosto se redujeron 11,7% interanual, ubicándose en 539.000 toneladas, un 3 % por debajo del promedio de los últimos cinco años.

Pese al alza de precios en la hacienda, ese impacto no se traslada a la escala de los productores chicos y medianos, quienes enfrentan una ecuación imposible: insumos aumentados, volumen reducido, precios internos planchados. En paralelo, los informes del sector anticipan un nuevo aumento del precio de la carne en mostrador, ante la falta de hacienda disponible y el repunte exportador, donde ya se registra un precio promedio de carcasa que ha superado los 12.300 pesos por kilo en septiembre, un incremento del 58,4% interanual.

A pesar del retroceso en volumen, los precios internacionales tuvieron un fuerte impulso. La demanda global se mantiene sólida, con China como principal comprador, mientras que el fuerte recorte productivo de los Estados Unidos, que hoy cuenta con niveles históricamente bajos, generó un alza de precios que benefició a exportadores brasileños y uruguayos.

Crisis sectorial

En septiembre de 2025, Brasil marcó un nuevo récord al exportar 315 mil toneladas de carne bovina, un 25% más que en igual mes de 2024, con una facturación de 1.770 millones de dólares. Argentina, en cambio, combina un estancamiento exportador, menor producción total y una pérdida creciente de productores medianos y pequeños.

Esta paradoja de menos producción para el mercado interno y sólo apostar a mejorar las exportaciones resume el problema estructural del sector agroalimentario argentino, que beneficia a los grandes grupos exportadores y deja al borde del colapso a los productores que abastecen el mercado interno.

El sector porcino también está en jaque. La apertura de importaciones de carne de cerdo, fundamentalmente desde Brasil, provocó que los precios internos queden por debajo de los costos de producción. Esta política no abarató los precios en góndola y sólo generó un deterioro de la balanza comercial. Las importaciones crecieron proporcionalmente en comparación con las exportaciones, alcanzando un superávit comercial de 110 millones de dólares.

Es por este motivo que los productores denuncian la apertura indiscriminada de importaciones, especialmente desde Brasil, que deja a los criadores locales sin poder competir. Entre enero y agosto de 2025 se importaron 35.000 toneladas, lo que representó un salto del 525% interanual, ya que en igual período de 2024 habían ingresado apenas 5.635 toneladas. El alimento balanceado, el combustible y los granos para engorde, todos dolarizados, se encarecieron notablemente, sin que los precios internos acompañen. “Estamos desapareciendo miles de pequeños y medianos criadores”, señalan desde la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA).

La especulación cambiaria que trajo el período pre electoral, añadió un componente extra: las grandes empresas proveedoras de insumos y los exportadores de granos frenaron ventas o retuvieron stocks ante la incertidumbre, lo que dejó sin abastecimiento a productores dependientes de esos elementos para producir carne, huevos o leche. Las consecuencias se sienten en los territorios: tambos cerrados, criaderos que rematan hacienda, familias campesinas que abandonan sus chacras y alimentos que se desperdician mientras crece la pobreza.

Desde el sector lácteo al porcino, el relato se repite: producir se vuelve insostenible. Frente a este panorama, la Mesa Agroalimentaria un espacio de articulación que reúne a diversos sectores del campo y que está integrado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra (MNCI-ST), Bases Federadas, Federación de Cooperativas Federadas (FeCoFe) y FONAF, propone un cambio de rumbo. Reclama un Plan Federal de Producción de Alimentos que priorice el mercado interno, establezca precios de referencia, garantice créditos blandos y cree un fondo de estabilización de insumos y alimentos de origen animal. “Queremos producir alimentos sanos, con trabajo digno y arraigo rural. No pedimos subsidios, pedimos reglas justas”, sintetizan.

* Comunicador social, Universidad Nacional de La Plata (UNLP).