Apreciar Jumanji (2005) hoy confirma varias cosas: la notoria evolución de los efectos especiales vía CGI a lo largo de las últimas dos décadas, cuánto ha crecido Kirsten Dunst en el mismo lapso y el hecho de que el film de Joe Johnston era bastante mejor de lo que la memoria podía llegar a certificar. Regresar al universo de esa película en 2017, no tanto para construir una típica secuela como para rehacerla desde otro punto de vista, puede parecer una típica jugada sobre seguro de los estudios de Hollywood, pero lo cierto es que Jumanji – En la selva es deudora sólo en parte de la historia original. Si en aquella película protagonizada por Robin Williams la aparición de un juego de mesa con aparente vida propia permitía el ingreso de seres de fantasía –pero muy tangibles y perniciosos– al mundo real, generando excentricidades tales como estampidas de animales en medio de una ruta o plantas devora–hombres tamaño XXL, ahora son los jugadores los que terminan siendo “chupados” por el juego, reconvertido en videogame de aventuras y acción.

Y los chicos ya no son tan chicos: cuatro adolescentes condenados a un castigo escolar con encierro ejemplificador descubren una vieja consola en el desván de la escuela y son inesperadamente trasladados a las peligrosas selvas y montañas del reino de Jumanji. Viniendo de quien viene, era lógico esperar un cambio importante en las tonalidades del relato: Jake Kasdan, veterano de Freaks and Geeks y el director de títulos como Malas enseñanzas y Nuestro video prohibido, pulsa los botones turbo de la comicidad y la parodia a partir del comienzo mismo de la partida. Mucho del humor reinante está enraizado en los cambios físicos entre jugador y personaje: el nerd del grupo se convierte en un musculoso aventurero interpretado por Dwayne Johnson, alias La Roca, al tiempo que la chica linda y popular de la clase adquiere la fisonomía de Jack Black, cambio de sexo que permite algunos pases de transexualismo indirecto (y un par de chistes aptos para todo público sobre los usos y comportamientos del pene).

El truco narrativo general es bien sencillo: cada uno de ellos es dueño de tres vidas antes de morir (virtual y literalmente) y una misión que consiste en regresar una gema reluciente a su lugar de origen y restaurar el equilibrio de un cosmos dominado por un villano de ocasión. Las ocho manos detrás del guión entrecruzan gags físicos y verbales clásicos con la parodia de sagas como Indiana Jones y el cine de superacción en general, incluyendo el aparentemente obligatorio mensaje de compañerismo ante las adversidades. De esa manera, la nueva Jumanji avanza en línea relativamente recta por los casilleros del tablero, atravesando instancias logradas y otras que se sienten intensamente atadas a toda clase de fórmulas. El masomenismo del procedimiento es elevado un par de peldaños por el profesionalismo y carisma del reparto, que además da la impresión de haberlo pasado bastante bien durante el rodaje, contagiando parte de la diversión a la historia y a la platea.