Él compone la contienda como un autor encubierto. O Micaela acepta competir por el cargo de directora del diario o pierde su empleo de subdirectora. Ricardo, primero como maestro y después como jefe, la ejercita en las prácticas del poder, la adoctrina en los modos de pensar para que la ambición sea tan persistente que la propia voluntad ya no pueda detenerla. 

Pero el error de Ricardo será tomar todo lo que diga Micaela como el reflejo simple de su naturaleza joven. Si la chica le confiesa que siempre lo amó en secreto tal vez sólo se trate de una artimaña para llevárselo a la cama. Algo que bien podría hacer un hombre y que Micaela es capaz de reproducir sin contradicciones. 

En Doble o nada esa inteligencia femenina que hace de su eficacia profesional una herramienta incansable para desembarcar en los lugares de decisión, es evaluada por una masculinidad ya en retirada que, en esta oportunidad , tiene en Miguel Ángel Sola una versión entre pedagógica y perversa. 

Micaela construye una práctica de mando absolutamente diferente a la que ostentan los varones del diario. Ella es horizontal, sabe apreciar el talento de sus compañerxs y capitalizar sus ideas. Pero esos métodos que corresponden a una afectividad nueva, a una práctica del hacer en conjunto muy propia de las mujeres, son subestimados por Ricardo al momento de calificarla para la dirección del diario. Su jefe no confía en las agallas de Micaela para imponer y disputar la palabra en una reunión de directorio. Teme que la pasen por encima porque la joven todavía demanda que un hombre la defienda. Ricardo le advierte que la igualdad implica pelear en soledad ante hombres que quieren arrebatarle su cargo ignorando toda caballerosidad.  

Ricardo lleva a Micaela al dilema de elegir entre la pareja soñada y el éxito en su trabajo y la chica no duda ni un instante. Esa certeza en sus objetivos establecerá la distancia final entre ellos pero en esa clase que Ricardo le impone a su ex alumna sin que la chica sepa que todo lo que ocurra en ese despacho será parte de una prueba, el deseo de humillación es una revancha que Ricardo se toma al dejarle el sillón a su joven discípula. 

Las grabaciones, las fotos de Micaela teniendo sexo, la posibilidad de obligarla a vaciar su escritorio a la vista de todxs, exhiben esa saña de los ritos de iniciación. Ricardo está en los sesenta y tiene una esposa que tal vez en su juventud fue como Micaela pero con el tiempo pasó a ocuparse de la casa y los hijxs para que él pudiera crecer. Micaela, que en la belleza exquisita de Paula Cansio siempre es mostrada como una mujer deseable y sexual, no está dispuesta a opacarse por figura masculina alguna. Ella que se aprendió sus crónicas de memoria también está convencida de ser mucho mejor escritora que su jefe. Esta chica que está en la treintena no hace del amor o la admiración un sentimiento sacrificial. Su cabeza opera para su propia conveniencia. 

La conquista de lugares de poder es en Doble o nada una textualidad que permite observar los conflictos que enfrenta una feminidad en lucha con las etiquetas y los miedos de esos hombres que, ante la inminencia de ser relevados, buscan dejar su herencia, una ideología masculina que en los modos de decidir y comandar, permanezca aún en las flamantes generaciones de mujeres. Hay algo que Ricardo le extirpa a Micaela y es el anhelo de una vida que se parezca a la suya. El hombre que la lleva a esa zona irreparable donde Micaela no puede evitar ser despiadada a riesgo de perderlo todo, siente que pudo ser por un rato el dueño de esa chica que tal vez lo olvide cuando cierre la puerta.

Doble o nada se presenta los jueves y viernes a las 21, los sábados a las 20.30 y 22.30 y los domingos a las 20.30 en el Teatro La Comedia. Rodríguez Peña 1062. CABA.