Javiera Electra está en Argentina. Viene de trasnochar luego de tocar con su banda anoche en Lalalá, junto a Francis Amante; y repite hoy en el Centro Cultural España de Córdoba. Pero esta entrevista es de antes, cuando la Electra estaba en Bilbao, en España, e igual de fresca que la pera que mordía durante la charla. Como sea, ha estrenado su indómito disco debut, Helíade, una ópera de folklore construida sobre un mito y preformateada por la voz de esta cantautora chilena que se entrega a las raíces sin soltar el ruido y el fuego propios.

Dice carecer de recuerdos en donde no desee ser cantante. Lo hacía con sus padres de público, grababa casetes de la radio, cambiaba las letras de las canciones, improvisaba o recitaba poesía en fiestas familiares. Trató de estudiar cuatro carreras, "por esa demanda que tiene la sociedad por hacer que estudies algo seguro". Pero no funcionó, dice mientras se despeja el pelo hacia los costados, gozosa. Aunque esté por tocar en Córdoba o viva en Bilbao, Javiera se piensa siempre en Chile: "Me gusta el clima, estoy acostumbrada a la sociedad, está mi familia. Hay algo pasando cierta distancia hacia el sur, donde puedo ver la Cordillera de los Andes y la Cordillera de la Costa muy cerca, y en el invierno ambas están nevadas".

  • Tu contexto sonoro estuvo más emparentado con el electropop. ¿Cómo llegaste a hacer folklore?
  • Vivía en un lugar que es muy de la ranchera, la música regional latina, la mexicana, y la musical cebolla como le decimos acá, que es la música romántica latina. Me encantaba, pero cuando crecí me hice más citadina, iba a un colegio en una ciudad más grande y empecé a sentir vergüenza, a renegar de mi historia, de mi familia, que es rural y feriante. De golpe llegó el cable a nuestra casa, empecé a ver MTV, Disney y Cartoon Network. Me enamoré de la música que pasaban: Britney, Rihanna, Black Eyed Peas, David Guetta, el pop más electrónico. Gracias a un programa del gobierno de Michelle Bachelet (Yo elijo mi primer PC) accedí a un computador con el que me puse a investigar cómo hacer música y producirme. Era una Compaq 500. El folklore apareció cuando me fui a vivir a Santiago, a los 20. En ese momento tenía una netbook que me robaron y la única alternativa que me quedaba para seguir haciendo canciones fue la guitarra. Y cuando me senté con el instrumento, lo primero que se me vino a la cabeza fueron las canciones de mi infancia: latinas, chilenas, cebollas.

Una amiga y una casualidad –que mucho antes que inspiración, sirvieron para reconfigurar su identidad– fueron el disparador para montar un disco que parte de la mitología griega: "Mi nombre es Electra Hernández. Cuando estaba en proceso de transición pensaba en llamarme sólo Javi, porque siempre mi familia me llamó así. Alguien me dijo que debería llamarme Electra porque mi personalidad es muy jrxpj, de consonantes muy duros. Y mi nombre muerto tiene la misma sonoridad. Fue muy emocionante, porque sin conocer mi historia me trajo ese regalo. Me puse a investigar sobre Electra. Para algunos es ámbar, cuando empezaron a generar electricidad lo hacían con la fricción del ámbar. Además es una resina que se fosiliza en el árbol que tiene forma de lágrima. Se lee como piedra pero en realidad es un fósil que se usa para incienso, joyería, perfumería, su olor es muy rico. Para poder usarlo tenés que destruirlo, quemarlo. Me pareció una metáfora muy linda, me siento como esa lágrima del sol que se entrega al mundo y, a medida que avanza, me voy muriendo. Por otro lado, las helíades son las hijas de Helios, el dios del sol. El hermano de ellas es asesinado porque empieza a hacer travesuras para destruir la Tierra. A partir de su sufrimiento. las convierten en álamos y sus lágrimas son ámbar. Esto era ideal para concentrar las canciones del disco que abarcan el duelo, el dolor, la transformación, la metamorfosis, el hacerse un cuero de chancho, endurecer la piel para cambiar."

  • El disco incluye a dos referentes travestis latinoamericanas: Claudia Rodríguez y Susy Shock. ¿Cómo aparecieron ellas para la intro, interludio y cierre?
  • Sabía que el disco necesitaba una intro y un interludio que conectara la idea general. Los textos los escribí yo, pero sentía que si los narraba no tenía sentido: necesitaba una voz más sabia, más grande, porque en el fondo son consejos los que se dan. La Claudia te dice haz de tu piel corteza, estira tus ramas, ocupa tus ramas como armas, te da el empujón a crecer. Y la Susy te reta: por qué sufres tanto por esto, dejalo que muera. Y vuelve la Claudia para el cierre: nunca digas que el tiempo fue perdido porque cuando pierdes también ganas. Y esas cosas te las dice alguien que sabe más que tú o que ha caminado más que tú, ¿y qué mejor que una travesti vieja para que me lo diga?

  • En el último tiempo hay una vuelta de las cantautoras latinoamericanas: Silvana Estrada, Mon Laferte, Natalia Lafourcade, Luiza Brina, Briela Ojeda. ¿A qué se lo atribuís?
  • La gente está cansada del maximalismo y de la música tan experimental que tiene capas y capas de ruido. Siempre va a haber un público que escucha rock, pero el público también quiere escuchar instrumentos orgánicos y análogos; es como una masa que está viva, y ocurre naturalmente porque así son los cambios generacionales. Hay ciertos personajes latinos que han dado el primer paso porque han sido como una piedra angular.

En relación al rock, Chile sigue estando en la cima. Deseo, carne y voluntad, el disco de Candelabro, es con distancia el álbum más festejado a nivel regional. Helíade, pese a las excelentes valoraciones que alcanzó en internet globalmente, tuvo la puntería de haber salido en la misma fecha. La algarabía rockera copó todos los comentarios. "Chile siempre fue un país rapero, tuvo un período de pop pequeñísimo, para una generación que es la mía con Gepe, Dënver, Javiera Mena. Y los que nacieron después demandaron rock, con una sensibilidad masculina, porque es el modo en el que los hombres purgan su emoción yendo a gritar canciones donde otro hombre está gritando en un micrófono por 45 minutos. En Chile el rock es muy masivo, y nosotras nos tenemos que hacer un espacio. También me gusta el rock y el ruido, pero no es lo que voy a hacer toda mi vida. Ahora estoy preparando mi próximo disco y tiene una vuelta más trip hop, saliendo de la teca folklore."

  • Venís de grabar tu sesión en KEXP dentro de la Iglesia de la Encarnación, del siglo XV. Contanos la experiencia.
  • Durante los ensayos me bajó la presión, tuve un ataque de ansiedad como nunca había sentido. Cuando llegó el momento me puse los tacones, la falda y los chiquillos salieron a montar el escenario. Me quedé sola maquillándome y al acercarme –chasquea los dedos– es una cosa automática que siempre pasa, pero me olvido.

  • ¿Y al empezar a tocar?
  • En la mitad de la primera canción se cortó la luz. Los técnicos fueron a hacer su trabajo, yo me di vuelta y me puse frente a Jesús. Nos habían comentado de lo extraordinario del caso, porque era la primera vez que el padre de la iglesia venía a ver una sesión. Quizás tuvo que ver que en la prueba de sonido yo canté el Ave María.

Superstición, exceso de mística o un simple desperfecto. Como sea, Javiera entabló allí un diálogo con Jesús. Al expresarle que no le estaba faltando el respeto, la electricidad se interrumpió en su totalidad. Y la Electra sintió que su amor estaba puesto a prueba. Más específicamente su idea de amor. "La respuesta fue hacer lo mejor que pude. Para mí el amor es subirme al escenario y cantar y hacer un show, yo no siento más amor que ahí arriba. A ver, hazlo ahora, parecía estar diciéndome. Al volver la luz, me acordé de que siempre hay gente que llega tarde. Pedí que vayan a chequear a la puerta y estaba nada más y nada menos que Juana Rozas.

  • ¿Qué lugar le das a la fe?
  • Soy politeista, creo en todo. Ocupo piedras, medito cuando me acuerdo, puedo o lo necesito. Necesito tener fe en algo que sea más grande que yo. El universo es vasto, ¿cómo no va a pasar que alguna de esas cosas tengan una energía?



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