La generación Millennial, y la recién sacada del horno Centennial, crecieron junto al apogeo del videojuego y el nacimiento de tecnicaturas que prometen vagamente una orientación al mundo del fichín. La fantasía tomó color con muestras de desarrolladores locales, medios que dan espacio al mundo nerd y mega-convenciones, como la Argentina Game Show, que escenifican la alfombra roja de la industria gamer.

Pero detrás de las luces led y los stands de durlock hay una realidad incomodísima: el mercado del desarrollo de videojuegos es casi inexistente. El número de escuelas sobrepasa enormemente el de empresas dispuestas a contratar personas del rubro. El recién egresado está condenado a trabajar en una empresa tercerizada por una compañía extranjera o a probar suerte creando su propia IP. 

Y la ilusión de la industria está preparada para que nadie la pinche. Los medios especializados están íntimamente relacionados con las escuelas privadas y quién mejor que ellos para promocionar su propio negocio. No es casual que en cualquier convención los stands de Image Campus o la escuela Da Vinci repartan panfletos. Más allá del prestigio de los profesores de muchos institutos, los aranceles son exorbitantes: hasta ocho mil pesos mensuales. Y no está garantizada una formación que capacite al estudiante para defenderse en el mercado actual. Muchos programas se quedan cortos en formación de manejo empresarial, marketing o administración de proyectos en equipo. Las carreras no ofrecen una formación profunda en programación y la víctima del ciclo termina, con suerte, en un trabajo para el cual no está preparada.

Se puede sacar provecho ignorando caminos express y apostando por programas públicos:  la Universidad Nacional de Tres de Febrero enseña Ingeniería en Computación, la Universidad de La Plata abarca todos los aspectos del desarrollo de un fichín y la Universidad de La Punta (San Luis) tiene una Tecnicatura de Software que permite hacer la carrera y vivir en su campus.

La industria gamer no teme dejar atrás a cientos de personas que invierten dinero para participar. La única manera de hacer frente a esta fábrica de desempleo es tomar consciencia de que existen muchas otras ofertas que no pagan espacios publicitarios.