Sabina Florio es doctora en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario, donde se desempeña como profesora titular de Problemática del arte latinoamericano del siglo XX y directora del Centro de Estudios y Creación Artística en Iberoamérica (CECAI/UNR). Florio curó con Cynthia Blaconá y Jimena Rodríguez una de las exposiciones más apasionantes del 2017, y que todavía puede visitarse hasta el 17 de enero en la planta alta del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (bulevar Oroño y avenida Pellegrini).

Pensar la región. Políticas culturales entre la pluma y el pincel. Rosario 1937‑1947 integra el ciclo de muestras que organizó el equipo de trabajo del Museo Castagnino en torno al 80º aniversario del museo, fundado en 1937 mientras Europa se sumía en la barbarie. De ese contexto mundial de origen dan cuenta los grabados de Félix Pascual que documentan la Guerra Civil española y que abren la exposición.

Al adentrarse en las salas se despliega un cuidado cruce entre arte y literatura, que se abre a una magnífica selección de obras de la colección del Museo Castagnino obtenida como resultado de trabajar históricamente dos publicaciones: la revista Paraná y el Boletín de Cultura Intelectual. Ambas fueron obra del editor, escritor y crítico de arte Ricardo Montes i Bradley (Rosario, 1905‑Buenos Aires, 1976). De la revista Paraná se publicaron tres números de unas 140 páginas en invierno, primavera y verano de 1941 y luego un tomo con los números

4 a 7 (otoño, invierno, primavera y verano, 268 páginas) en 1943. La traducción de la revista al espacio de la primera sala es impecable.

"Dispuse que en Paraná cada uno de los tripulantes dijese su propia identidad", declara el editor en uno de los breves textos ploteados en los muros, acompañados por reproducciones de las hermosas viñetas de fauna y flora litoraleña que ilustraban la revista. Sus colaboradores responden al pedido y se definen a sí mismos en autorretratos de humor insólitamente actual, perlas de los cuales adornan las paredes. "En mi vida de político y universitario he ocupado muchos cargos, pero, hasta el momento, no he sido presidente de la República, empleo al que siempre he creído que podría aspirar, desde que han llegado a él más de cuatro, 'mucho más burros que yo'", apunta el escritor Alcides Greca en un "conato de autobiografía". Las primeras ediciones de obras suyas como La pampa gringa y Viento norte se exponen junto a la cita y al retrato dibujado en modernos trazos.

Este formato de presentación se aplica a todos los colaboradores y da, además de un panorama de lo más comprometido y brillante de la cultura regional de la época, la sensación de encontrarse con todos ellos reunidos en una sala. Las obras literarias, prestadas por diversas instituciones a las que las curadoras agradecen caso por caso con una ética precisa y digna de imitarse, se exponen como piezas de edición en pulcras vitrinas y con el mismo nivel jerárquico que las pinturas, esculturas y grabados. La escritora Rosa Wernicke, autora de Las colinas del hambre (1943, novela social ambientada en 1937 que denuncia el precario submundo laboral de los basurales en la barranca de lo que hoy es el Acceso Sur a Rosario), está representada en dos retratos por su compañero Julio Vanzo: una caricatura rápida para la revista y un precioso grabado mucho menos visto que el célebre óleo del saco rojo, y que la muestra como una figura de firme carácter.

"Sé que quiero ir, como la parábola, de lo exterior a lo interior", declara junto a ella la poeta Irma Peirano, autora de Cuerpo del canto (1947). "Tengo un afán: ser útil. Y un vicio: la imprenta", se ríe de sí mismo el escritor Félix Molina‑Tellez. Libros de Carlos Carlino sobre la vida rural, ilustrados con grabados de Gustavo Cochet, hacen un contrapunto a las páginas donde Montes i Bradley describe con bella prosa la vida de los pescadores en que se inspira la obra del pintor Carlos Uriarte. Llama la atención la sobria edición del poemario El alba sube, de quien es hoy sin duda el más releído de aquella generación: el poeta entrerriano Juan L. Ortiz.

Grabados de Ricardo Warecki y Santiago Minturn Zerva documentan los suburbios de la ciudad industrializada; los de Leónidas Gambartes se abocan a explorar el mundo mítico aborigen de la zona. Se perfila claramente un programa estético‑político centrado en una "modernidad situada", categoría que describe en dos palabras aquel vasto proyecto.

De la muestra emerge un perfil del editor y crítico de arte como militante de determinados proyectos estéticos y de gestión pública. En una nota titulada Ramalazos en el templo (título que alude a los golpes de rama con que Jesús expulsó del templo a los mercaderes), Montes i Bradley celebra la "depuración" de la Dirección de Cultura cuando asumen a su cargo cuatro hombres justos. Entre ellos se contaba el pintor y editor César Caggiano, sobre cuyo retrato de la madre del artista escribió Montes i Bradley un ensayo. Boceto, pintura y libro se exponen juntos. Hay que demorarse a contemplar los otoños de Manuel Musto, pintor de la fugacidad, al que honró el prolífico crítico con una biografía ilustrada de la que se citan pasajes y se ve una copia. La prosa exquisita y justiciera del editor sale en sendos libros al rescate del poeta Marcos Lenzoni y del laquista Carlos Valdez Mujica, cuyo "misticismo drolático" (caprichoso, grotesco) celebra en una nota de su Boletín de Cultura Intelectual. Detalle de excentricidad, cada número del Boletín iba fechado con la traducción al castellano del nombre latino de la constelación zodiacal correspondiente a ese mes.

Florio señala todo el ciclo conmemorativo de exposiciones como uno de los grandes acontecimientos culturales del año 2017 en Rosario.

"La articulación de las muestras arroja luz sobre agrupaciones, autores, obras y publicaciones, agentes culturales, redes de relaciones, políticas públicas y privadas que nos permiten pensar nuestro pasado a partir de nuevas preguntas, con mayor información, con menos encorsetamiento que el de las historias canónicas del arte de nuestra ciudad. Pudimos conocer obras nunca exhibidas desde el momento de su adquisición, el fruto de políticas culturales sostenidas en el tiempo y centradas en la valoración y el apoyo a los desarrollos del arte local", evalúa Florio. "Un panorama tan rico y diverso de los desarrollos del arte de nuestra ciudad sólo se puede lograr si se apela a una multiplicidad de voces y líneas de investigación. La articulación con docentes e investigadores provenientes de distintas instituciones enriquece las miradas y abre futuros caminos", concluye la artista plástica, docente, investigadora y curadora. El ciclo incluyó además muestras curadas por Pablo Montini, Slvia Pampinella, Verónica Prieto, María de la Paz López Carvajal, Adriana Armando, Lorena Mouguelar, Guillermo Fantoni, Laura Rippa, Paula Lo Celso y Marta Romero, el Área de Educación del Museo y la Escuela Musto.