Se vistieron de negro, pero fue una fiesta: como parte de la campaña Time’s up (Se acabó el tiempo), la mayoría de las actrices que asistieron a los Golden Globes 2018 lo hicieron con sus habituales trajes de gala, pero esta vez en negro como forma de visibilizar el acoso hacia las mujeres dentro de la industria hollywoodense. Para los varones y cuantos quisieran sumarse a la propuesta, además del negro la campaña ofreció unos pins con la consigna. Sin embargo la propuesta de Time’s up, impulsada por Reese Witherspoon en alianza con otras estrellas como Nicole Kidman, Jennifer Aniston y Natalie Portman, no resultó en una protesta silenciosa que se limitara al aire de luto de los trajes, sino todo lo contrario. Lo que se vio la noche del domingo durante la entrega de los premios fueron las ganas de hablar, y el entusiasmo por decir lo que ahora se puede porque son muchas las que lo están diciendo juntas.

Después de un 2017 en el que las denuncias de acoso sexual contra varones poderosos de la industria cinematográfica, especialmente el productor Harvey Weinstein, crearan las condiciones para que se discutiera como nunca antes la desigualdad en las condiciones laborales de las mujeres en Hollywood, Time’s up se lee como una continuación de esos gestos espontáneos de romper el silencio. Y significativamente, no se limita al tema del acoso y la protección –concreta, porque se recaudan fondos para pagar ayuda legal– de las mujeres que denuncian, sino que se centra también en cuánto ganan las mujeres en relación a las hombres, hasta qué punto están representadas en los distintos ámbitos laborales y cómo la desigualdad económica va unida de modo inseparable al desamparo frente a los ataques de varones que ocupan lugares de poder. Conscientes de estar en la vidriera más grande del mundo, las actrices de Hollywood que participan del movimiento se propusieron usar esa visibilidad para apoyar a las mujeres silenciadas que trabajan en otros rubros, especialmente los relacionados con el servicio.

Así, Debra Messing le dijo a una conductora de E! Entertainment en la alfombra roja que le parecía un desastre que la cadena les pagara menos a sus presentadoras mujeres; Barbra Streisand recordó que fue la única mujer en la historia de los Golden Globes en haber ganado el premio a mejor directora hace más de treinta años. Elizabeth Moss les dedicó el premio por The Handmaid’s tale a Margaret Atwood y a todas las mujeres que luchan y Oprah Winfrey dio un discurso largo y emocional, con aires de predicadora evangélica, en el que relacionó la lucha por los derechos civiles de los negros con la que ahora lleva adelante el feminismo en todo el mundo. Algunos gestos, como el de Natalie Portman, fueron más sutiles, casi un sabotaje: cuando le tocó presentar junto a Ron Howard a los nominados a mejor director, Portman dijo, provocadora: “Y acá están los nominados –todos varones–”. Por supuesto que un aire de incomodidad recorrió toda la sala, pero quedó claro que lo que también se acabó es el tiempo de ser educadas y ubicadas.

Al contrario, el aire de rebeldía que atravesó toda la ceremonia desde la alfombra roja hasta el final, convertida en un repertorio de ideas geniales para arruinar una fiesta (la de los poderosos), fue palpable y sobre todo alegre; en las fotos que varias de las actrices vestidas de negro se sacaron juntas, privilegiando la toma del grupo antes que la individual para mostrar cómo se combinaban los zapatos con el vestido, en las sonrisas deslumbrantes de Emma Stone o Greta Gerwig, en los chistes y la ironía tanto o más fina que las joyas de diseñador, lo que se sentía era esa energía vibrante de hacer algo juntas. Las nuevas divas son mujeres que trabajan, y así se reconocen; ya no quieren hablar solo de su último affaire sino preguntar en voz alta por qué les pagan menos. Y en el camino demuestran que tomar una fiesta por asalto, salirse del libreto, decir lo que nadie esperaba y hasta molestar es totalmente posible.