Es inexplicable que en una ciudad tan poblada de fanáticos de Juan José Saer no se inunde de lectores Conexión Saer, la muestra itinerante que inauguró en noviembre su capítulo rosarino y que todavía puede visitarse hasta el 21 de enero en la Sala de las Miradas, en la planta baja del espacio Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza). Producida en el marco del Año Saer como iniciativa del Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, la muestra concentra en una sola sala los materiales que se desplegaban en el vastísimo espacio del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo el año pasado. Allá, las mesas de lectura intimidaban un poco; acá la luz es mejor y permite apreciar los detalles de las tapas de cada una de las obras de Saer en novela, ensayo y poesía reeditadas por Seix Barral, que arman una pequeña muestra de copias de arte ya que reproducen (a pedido del autor) pinturas de Juan Pablo Renzi. La curadora María Teresa Constantin distribuyó con sensibilidad un mobiliario encontrado que crea un rincón amable en medio del verano, un oasis de aire acondicionado para instalarse con tiempo, abrir libro por libro, leer y comprender que la literatura (al menos la de Saer) es un país.

La voz de Saer está presente todo el tiempo en la sala como un rumor que no interfiere en la lectura. Se lo oye conversar de cine y literatura con Augusto Roa Bastos y Julio Cortázar. Se lo ve guiñar el ojo al visitante recién llegado en un clip recortado del video que dirigió Marilyn Contardi, registrando su conversación con Jorge Conti y Paulo Ricci en Estación Belgrano el 26 de septiembre de 2002. Este video está completo en la muestra, entre otros. Es imprescindible verlo y escucharlo desgranar las influencias literarias de su generación. Pero lo que no cesa de emocionar a Constantin es su entrada, a paso firme en medio de ovaciones; la alegría con que lo reciben en su regreso al terruño: "como a un rockstar". Constantin fue descubriendo a Saer a medida que se adentraba en el recorrido de una obra literaria singular, intensamente fiel a la experiencia estética: obra que dialoga en la muestra con la obra plástica de otro santafesino, Juan Pablo Renzi, interlocutor en un diálogo constante a través de la distancia. Nacido en Serodino el 28 de junio de 1937, Saer vivía exiliado en París, donde falleció en 2005; nacido en Casilda en 1940, Renzi vivió en Buenos Aires hasta su muerte en 1992.

Sebastián Joel Vargas
Fernando Espino pintó la tapa para Palo y Hueso (1965).

También curador de la exposición y curador además del programa Año Saer en cuyo marco se inscribe la exposición, Martín Prieto es escritor y profesor titular de Literatura Argentina de la UNR. Conoció personalmente a Saer, estudia y enseña su obra y le organizó una serie de conferencias en el Centro Cultural Parque de España en una de sus visitas a Rosario a fines de los años '90. Prieto dio con un hallazgo feliz: el mapa de Santa Fe capital donde Saer le dibujó a Aureliano Díaz Quiñones el recorrido de los personajes de sus novelas, mostrando así no sólo cómo organizaba temporal y espacialmente todos sus relatos sino la posibilidad de convertir Santa Fe en un espacio atravesado por la literatura, como lo es Dublín gracias a James Joyce. El espectador inquieto puede peregrinar por la versión virtual interactiva del mapa. Otra forma de cartografiar las lecturas de futuros fans de este autor ya no tan de culto son los gráficos de vectores donde se trazan las constelaciones que unen sus libros. Se transcribe en un muro una bella cita donde Saer evoca Santa Fe desde París. Una edición facsimilar para llevar de un diario de época recapitula sus aventuras en Paraná.

La muestra tiene un hallazgo: el mapa de Santa Fe capital donde Saer dibujó el recorrido de sus personajes.

El aura de la escritura se palpita en el "manuscrito cero" que prestó Jorge Colombo; en primeras ediciones acompañadas por una obra del pintor Fernando Espino del mismo período que la tapa que pintó para Palo y Hueso (1965), y en el increíble manuscrito iluminado que dibujó y pintó con acuarela Juan Pablo Renzi, copiando letra por letra un texto que le dedicó Saer a partir de una conversación con él sobre la figura del cónsul en una novela de Malcolm Lowry, Bajo el volcán.