La llaman "la caja del tesoro", aunque su nombre significa "la montaña minera" y revela que sus orígenes están relacionados con la extracción de plata que la haría rica. Orígenes que por cierto alcanzan casi un milenio desde los tiempos en que el rey Wenceslao II de Bohemia emitió el Ius Regale Montanorum, el primer código de leyes mineras, que serviría luego de inspiración para otros semejantes en Europa. No en vano la llamaban "la Potosí de Europa", hasta que la plata se fue agotando pero vinieron en su rescate el uranio primero y el litio después. 

El Viejo Continente, es sabido, tiene una historia agitada de guerras, conquistas y cismas religiosos: Kutná Hora conoció al ritmo de estos vaivenes períodos de gloria seguidos de otros tantos de decadencia. El golpe de gracia se lo dieron la Guerra de los Treinta Años y las epidemias de peste que, como bien recuerdan las columnas erigidas en la mayoría de las ciudades de Europa central, diezmaron varias veces a la población. Hoy esta ciudad declarada Patrimonio Mundial por la Unesco vive un nuevo renacimiento, esta vez turístico: a solo una hora de Praga, es una visita ideal por el día para conocer algunos de aquellos auténticos tesoros que le hicieron ganarse su apodo.

Graciela Cutuli
El Osario de Sedlec, una macabra capilla decorada con huesos humanos.

MISTERIOS DEL OSARIO Llegar es fácil: lo más conveniente es tomar un tren desde la estación central de Praga (aprovechando para descubrir de paso su parte antigua). Una vez llegados, al cabo de una hora, en la estación de Kutná Hora es posible tomarse un ómnibus hacia el pueblo o bien emprender la caminata y, al mismo tiempo, empezar a conocer algunos de los sitios principales de la ciudad. 

Sobre la mano izquierda, dejando la estación, la iglesia Nuestra Señora de la Asunción es lo primero que se ve. En el barrio de Sedlec, a un kilómetro y medio del centro, es una imponente construcción gótica con toques barrocos agregados en una restauración posterior, la primera iglesia en la actual República Checa semejante a las catedrales góticas francesas. Nada mal para un país que se considera “el más ateo de Europa” y comenzó con la Reforma un siglo antes que Alemania.

Afuera de la iglesia está la columna de la peste de 1713, y a pocos metros uno de los lugares más relevantes de Kutná Hora, que se distingue a simple vista porque siempre hay una pequeña multitud esperando entrar (muchos de ellos checos que renuncian a visitar Cesky Krumlov –otra de las “joyas de la corona” de Bohemia– precisamente por la enorme afluencia turística): es el Osario de Sedlec, una capillita que contiene miles de huesos humanos (se estiman los de unas 40.000 personas), en gran parte víctimas de la peste negra que se abatió sobre Bohemia en el siglo XIV. 

Unos cuatro siglos más tarde comenzó la decoración, que hoy conocemos según la restauración que hiciera en 1870 el escultor Frantisek Rint a pedido de los príncipes Schwarzenberg: y el resultado es tan espectacular como estremecedor. Desde la araña del centro de la nave hasta el escudo familiar y las "guirnaldas" de cráneos, no hay detalle que no haya sido hecho con huesos, que cubren las paredes por doquier y envuelven al visitante en un ineludible memento mori. En el escudo en particular se ve un cráneo, probablemente de un turco, con un cuervo que le vacía los ojos: la familia incorporó este detalle después de haber derrotado a los turcos en una batalla, e impresiona verlo reproducido íntegramente con huesos humanos. Vale la pena ver antes o después de la visita –se lo encuentra en Vimeo– el corto documental que el realizador y animador checo  Jan Svankmaker filmó sobre el Osario de Sedlec en 1975, cuando se cumplió el centenario del trabajo de Rint: una visión que vira a la pesadilla y permite verlo con ojos más intensos que durante las visitas actuales, siempre abarrotadas de turistas.

Graciela Cutuli
En la iglesia de Santa Bárbara un vitral recuerda la visita de Francisco José.

SANTA BÁRBARA La iglesia de Santa Bárbara –conocida a veces como catedral, sobre todo por la magnificencia de sus cinco naves ya que no por estatuto canónico– es el otro gran monumento de la ciudad. Se cuenta entre las más célebres iglesias góticas del este europeo, levantada con intenciones mucho más que modestas: la gente de Kutná Hora estaba dispuesta a competir nada menos que con la catedral de San Vito en Praga. Está dedicada a la patrona de la ciudad y refleja de algún modo su historia en el interior: allí están la estatua del minero con su túnica y su linterna -tal como se viste a los turistas que hoy realizan la visita de las antiguas minas- y el mural gótico donde se ve a los monederos acuñando el grosz de Praga, la moneda de plata cuya réplica es hoy uno de los souvenirs más populares entre los visitantes. Otros acontecimientos relevantes también se plasman en los vitrales, como la visita que efectuara el emperador Francisco José.

Desde la explanada lateral de la catedral se extiende una de las vistas más bellas de la ciudad, hacia el viñedo de Santa Bárbara y el vecino Colegio Jesuita (donde se pueden observar en todo sus esplendor algunas arañas del renombrado cristal de Bohemia). El cultivo de vides se remonta al 1100 y llegó a tener 250 hectáreas, sobre todo de pinot noir, hoy reducidas a media hectárea.  Las plantaciones prosperaron hasta 1914, cuando comenzaron a decaer y fueron recuperadas en 2009: hoy se realiza un paseo por los viñedos, donde se exhiben algunas especies raras y se pueden degustar los vinos locales. Desde aquí, atravesando el “puente de Carlos” de Kutná Hora junto al complejo jesuita, se avanza por callecitas empedradas hacia el centro, donde se levantan la Torre de la Pólvora, la Fuente de Piedra –fue parte de las instalaciones hídricas urbanas a fines del siglo XV– y la iglesia de San Juan Nepomuceno. 

Como esto es la República Checa, habrá más de una oportunidad en el camino para sentarse a tomar una cerveza –la bebida nacional– en algún pivo bar y luego seguir la visita, que está lejos de haber terminado. Con más tiempo, vale la pena parar a comer en el restaurante Dacicky Pivnice, que ofrece los platos tradicionales checos en un ambiente de antigua taberna o en un patio cervecero. 

Y dejando atrás la iglesia se San Juan Nepomuceno se desemboca en la plaza Wenceslao, donde la Casa de Piedra representa una de las más hermosas expresiones del gótico tardío y exhibe una muestra sobre la vida urbana entre los siglos XVII y XIX. Cada tanto, una reunión de autos antiguos permite una yapa inesperada: ver en circulación los antiguos vehículos Praga y Skoda, estos últimos convertidos en “la” marca nacional y declinados en toda clase de modelos. Así se acerca, paso a paso, el final del día en Kutná Hora, donde aún falta visitar la Corte Italiana (Vlassky Dvur), antigua sede del reino y hoy museo de la acuñación, donde se acuñaba el grosz de Praga. Y como broche de oro… o de plata, la Exposición Checa de la Plata en Hradek, para volver al principio y recordar definitivamente por qué Kutná Hora es “la caja del tesoro”.

Graciela Cutuli
Un desfile de autos antiguos –en este caso un Praga– engalana las callecitas céntricas.