En el otro extremo del living suena un teléfono celular. Sin dejar de conversar y a tono con su fama de buen anfitrión, Melero se levanta, camina hacia él, lo apaga, va hacia la cocina y vuelve con más bebidas frescas. El motivo de la charla es Cristales de tiempo, su nuevo disco. Pero igual que sucede con su música, una charla con Melero es siempre una invitación a lo imprevisible, un paseo inesperado por expediciones al Polo Sur, foros de astronautas, Nebbia, Spinetta, el azar, sus encuentros y desencuentros con Luca en los ochenta o las anécdotas junto a Soda Stereo durante los años febriles de Canción animal.

Comenzamos por el disco: a la manera de un libro de cuentos basados en historias reales con aristas extraordinarias, Cristales de tiempo es un constante viaje de ida y vuelta entre lo inmenso y lo cotidiano, una colección de piezas hipnóticas y melodías contagiosas que guardan una afilada mirada crítica y un humor sutil que se destapa en el corte “Disfrutar” y su glorioso final de oh la las sacados y delirantes. Todo arranca con “Viaje peligroso”, una canción inspirada por los viajes del explorador británico Ernest Shackleton que despierta una sorpresiva conexión con la fatídica historia reciente del ARA San Juan: “Me lo viene preguntando todo el mundo, hasta compañeros de viaje en esto”, cuenta Melero. “Sé que hay correlaciones que uno puede encontrar, incluso termina con esa alocución que es casi como un ‘sic’ de lo que pasó (“Si se pregunta por el final de esta historia, no lo hay. Pronto partirán, nunca regresaron”). La construcción del tema empezó hace un año, cuando hice la primera sesión del disco. En lo que pensaba era en los emprendimientos artísticos, incluso la tapa contiene como un naufragio de una especie de nave que no es realista, y la lírica del tema está emparentada con los viajes de Shackleton al Polo Sur. Que en realidad nunca llegó, pero cuando volvió inventó una historia de un aviso que supuestamente había publicado donde pedía gente para un viaje peligroso, y eso me dio un espectro que cerraba con todo lo demás. En general hay en el disco muchas historias de científicos locos, que básicamente son personas que se excedieron en su vocación (risas). ‘Guante de astronauta’ también está basada en un hecho real, una historia que conocí en un foro de astronautas que suelo visitar y que tiene que ver con un guante que se perdió durante la primera caminata lunar y que todavía sigue en órbita, flotando alrededor de la tierra junto a toda la basura espacial”.

La idea del científico loco como alguien que se excedió en su vocación es una que le agrada particularmente a Melero. Con sesenta años recién cumplidos, este explorador del caos creativo que supo dar forma a algunas de las melodías más bellas de nuestro cancionero redobló en los últimos años su apuesta. En 2017, además de Cristales de tiempo, editó durante cada luna llena una serie de singles de psicodelia electrónica en colaboración con UN, el proyecto de Miguel Castro, ex-Victoria Mil (“Miguel es un artista fascinante. Ya estamos preparando lo nuevo, pero esta vez con la luna nueva”, adelanta). A eso hay que sumarle un disco en colaboración con el Babasónico Diego Tuñón –que pronto saldrá a la luz a través de videos que serán publicados en un sitio web dedicado al videoarte– y una nueva serie de canciones y piezas instrumentales que está grabando con el ex-Pescado Rabioso Carlos Cutaia, con quien ya editó dos discos: Orquesta (1985) y Cutaia-Melero (2014). Y no se puede dejar pasar el disco tributo a Los Encargados que el sello El Libertador editó el año pasado con la participación de algunas de las figuras más innovadoras de la electrónica y el rock de los últimos años: Estupendo, Rudie Martínez y su RR Orquesta, El Dependiente (proyecto solista de Marcelo Zeoli de Los Látigos), Gustavo Lamas, Emisor o el más reciente Puar (chequear su impecable debut El Look de la Pelea, producido por Melero y editado en su sello RED). “Yo siempre me sentí un artista de rock, pero en el sentido en que se interpretaba hace mucho tiempo”, afirma Melero. “Las cosas se transforman cuando son apropiadas por cualquier sistema, y mi sistema siempre ha sido tratar de no tener ninguno”.

UNA COSA BASTANTE MUTANTE

Los comienzos de Melero en sus métodos se remontan a su infancia en Flores, cuando andaba para todos lados con un microscopio al punto de que un día sus compañeros de colegio, extrañados por su comportamiento, le abrieron el bolso para comprobar si era un extraterrestre (una anécdota que, junto a muchas otras, aparece en Ahora, antes y después, el excelente libro de conversaciones de Melero con Gustavo Álvarez Núñez). “De chico iba a una pequeña escuela-museo pública. Tuve la suerte de tener maestros que me enseñaron a ver el rock como una cultura, con discos y artistas con una mirada sobre la sociedad muy distinta a la que prevalece hoy”, recuerda. Uno de esos discos que le señalaron el camino fue Seremos amigos, el álbum con el que Los Gatos fueron un paso más allá en su exploración de las posibilidades de la canción con un sonido “moderno y auténtico”, tal como lo describía con calidez el mismo Litto Nebbia en los saludos finales de la placa: “Seremos amigos me fascinaba. Me acuerdo de comprarlo, llegar a casa y abrirlo con dedicación. Los Gatos de ese disco son muy futuristas. Eran una cosa tremenda, yo era fanático de ellos. Les decían pop, pero ¿cuánta gente hizo un tema como ‘Cuando llegue el año 2000’?” Otra de las bandas que lo marcó durante aquellos años fundacionales fue Almendra: “Tenía doce años cuando vi a Los Gatos, Almendra, Manal y Vox Dei en el Festival de la Primavera del Club Comunicaciones, una fecha impresionante. Yo era socio del club y con esa impunidad de los chicos me metí en el backstage: me acuerdo muy claro de un momento en que Spinetta venía caminando desde el fondo del club y yo corría alrededor de él como corre un niño que tiene una fascinación. Años después nos vino a visitar a Los Encargados cuando estábamos grabando en el mismo estudio, él grababa Privé y nosotros nuestro primer disco. Tenía tantas preguntas para hacerle, pero bueno, opté por no arruinar el momento (risas). Todavía hoy tendría tanto para preguntarle. Su manera de hacer discos, que también era una cosa bastante mutante, sostenida por un estilo de canto, fue una gran influencia para mí. Y muchos de los libros que leí en la adolescencia fueron porque él los mencionaba en entrevistas. En esa época también leía mucho una revista que editaba Litto Nebbia, la tengo muy presente como algo que me impactaba. Era muy nutriente que hubiera artistas así, eran muy activos, y para mí eso es el rock. Eran cuestionados, pero si sos rockero tenés que bancarte el cuestionamiento, ¿no?”.

Pocos años después de aquellos viajes musicales iniciáticos, Melero experimentaría una nueva epifanía con los conciertos de música contemporánea del Teatro San Martín: “Me acuerdo de uno donde le daban play en el escenario a un grabador enfocado por dos luces. Era una cinta de Leda Valladares cortada y pegada en loop, con sonidos como gemidos. La gente se reía, Leda estaba ahí y también se reía, pero yo estaba fascinado. Después con Evening Star de Fripp y Eno comprendí el procedimiento vinculado y me dije  ‘Ah, por ahí sí puedo hacer música’, y decidí empezar así, grabando, cortando y pegando cintas”.

¿Y qué grababas?

-El tren, o el sonido de los autos pasados a distintas velocidades. Tenía una guitarra acústica también, y el lavarropas de mi mamá era mi batería, tenía varios ritmos en sus procesos. De hecho ahora también estoy muy interesado en un lavarropas nuevo que tengo, tiene un sistema que denominan oriental o algo por el estilo, vos ves el cilindro y hace un juego impresionante, estoy pensando en grabarlo nuevamente, ponerle algunos sensores y un micrófono en el baño que me dé como una cámara. Pero en aquella época grababa todo. Después alguien me prestó una caja de ritmos y al poco tiempo conseguí un sintetizador. El teclado siempre fue una parte que no me interesó tanto, es el día de hoy que toco mucho más con el panel que con las teclas. Me he concentrado mucho en no entrenarme en tocar mejor las teclas. Después está con qué clase de subjetividad medís tu inhabilidad, ¿no? Hay momentos en que tocar mal produce algo inesperado y lo extraigo, el panel me permite jugar mucho con eso. Y más allá de eso siempre me supe rodear de músicos: en el momento en que empecé a tocar mis amigos eran Coleman, Gustavo, Ulises Butrón. Qué sé yo, si quería una guitarra como se debe la tenía, y para más de una manera loquísima.

De ahí la frase de Luca, eso de que si te daba una guitarra no podías tocar una canzonetta...

-¡Y menos mal! Mirá si me voy a dedicar a tocar una canzonetta, para eso agarro una buena canzonetta, la corto, la pego, la doy vuelta y entra en el universo que a mí me interesa. Igual, qué se yo, me parece muy simpático que él haya dicho eso, creo que hasta fue muy buena prensa para mí. Y te quiero decir una cosa: él venía a todos los shows de Los Encargados. Desde el primer show apareció Luca, igual que yo iba a ver a Sumo cuando todavía yo no había hecho un show, los vi con Stephanie incluso. Hasta llegamos a compartir escenario en el Einstein, con Soda, los tres en una misma noche, o en dos noches ponele. Nos conocimos mucho con Luca.

MÚSICA DE FIN DE SIGLO

Recientemente se cumplió el 25º aniversario de la edición de Dynamo y Colores santos en 1992, un año que marcó el pico creativo en la fructífera vida artística en colaboración entre Cerati y Melero. “Me sigue costando hablar en pasado de Gustavo, todavía lo tengo muy presente”, afirma Daniel. “Colores santos fue un proceso en el que nos potenciamos, y los días con Soda Stereo fueron muy multiplicadores. También pienso que fue acertado saber apartarme, se me hacía muy difícil la relación que tenían entre sí. El negocio que es Soda todavía hoy es de un tamaño inmanejable, y ellos crecieron juntos, como si fuesen hermanos, y viste lo que son las peleas entre hermanos, lo único que querés es salir de ahí. Pasa que también la falta de imaginación que tenían los empresarios de la industria aplicaba hasta en la visión de mercadeo... Hubo un momento en que el presidente de la Sony llamó a Gustavo cuando le llegó el máster de Canción animal y le dijo: ‘Melero te arruinó el disco’.También porque era fácil apuntarme a mí sobre algo que a él no le gustaba, ¿no? Y Gustavo le respondió que el disco se quedaba así. ¡Ni siquiera veían que ‘De música ligera’ era un número puesto! Pero siempre, desde el comienzo, supe que los Soda iban a ser grandes. No sé cómo, porque creo que no tenía en esa época la menor idea del esfuerzo que iba a requerir eso, pero lo sabía. Tal vez porque vi en ellos una entereza que no he vuelto a ver salvo en Babasónicos”.

Durante el último año, para elegir las canciones de sus shows, Melero se encontró escuchando en YouTube temas de sus primeros discos solistas que luego en vivo serían deconstruidos y reformulados por su banda, compuesta por Yul Acri (teclados), Guillermo Rodríguez (guitarra), Paul Thielen (batería), Robertino Franchignoni (guitarra y teclados) y David Vera (bajo). “Cuando volví a escuchar esos temas me parecieron mucho más interesantes de lo que eran mi recuerdo, durante mucho tiempo me habían avergonzado”, confiesa. “Con el tiempo eso fue cambiando a través de la visión de amigos como Leandro Fresco, que me hizo rever todo lo que me avergonzaba de Cámara, o de Conga. Lo que quizás me disgusta es no haber concretado todas las intenciones que tenía, que al final no son las más importantes ni las más interesantes. Y me gusta mucho la mácula de su tiempo que tienen. Yo ahora los escucho y digo ‘pero esto no es de vanguardia ni loco’, me parece todo muy de su año, lo que pasa es que el mercado era la retaguardia. Pero también es cierto que nosotros medimos los discos en años y al final es todo música de fin de siglo. Eso de qué disco salió en qué año se está borrando cada vez más. El rock ha sido música de fin de siglo y, con suerte, comienzos de este: si sigue vivo va a ser gracias a las minorías que hagan algo diferente”.