@humoristarudy

¿Cómo le va, lector, cómo anda?  ¿Que tal febrero? Sí, ya sabemos que recién empezó, que todavía no es tiempo para balances, pero también sabemos que en nuestro país los tiempos no necesariamente coinciden con el calendario que los contiene y denomina. Quiero decir, a veces marzo cae en enero, diciembre en octubre; y el segundo semestre empieza tres años después, o nunca.

Y por otra parte, aunque a Bullrich le guste la incertidumbre, en la Argentina hay muchas cosas que son previsibles (otras, como la pobreza, tratan de que sean invisibles). 

Por ejemplo, ya sabíamos que en febrero, aumenta todo.

O sea que no había que esperar que termine febrero para hacer el balance. Porque aumenta el transporte, y entonces, aumenta todo.

Pero los argentinos nos hacemos lío a la hora de hacer balance y decidir, por ejemplo, a quien no votar. Somos especialistas en “mirar para otro lado”. Muchos lo han hecho, lo hacen y, mal que nos pese, parece que lo seguirán haciendo, aunque les va a salir un poco mas caro.

Pero bueno, no se van a enterar de los tarifazos, porque en su imaginario van a estar en Europa. Y entonces cuando la cuenta del supermercado de la esquina les suene muy alta, se justificarán: “Bueno, qué querés, estamos en Eslababia, y los eslababosos son así. Les encanta que los precios suban, porque eso quiere decir que pueden gastar mas plata sin necesidad de comprar mas cosas. Y les encanta que los salarios no suban, porque saben que si los salarios suben, la gente consume más, y entonces los empresarios se vuelven pobres y tienen que cerrar las empresas, y todos se quedan sin trabajo”. 

Si usted se pregunta y pregunta por qué el aumento de consumo perjudicaría a los empresarios, la respuesta es casi obvia: “Ah, no, mirá ¡Yo, argentino! No me meto en los asuntos eslababosos. Debe ser un mecanismo económico que solamente un especialista formado y deformado en las altas escuelas de Individualismo puede explicar, y puede entender. Y como son  los únicos que pueden explicarlo y a la vez entenderlo, no se lo explican a nadie más, porque no tiene sentido explicárselos a ellos mismos, que ya lo saben.¡Vos callate y seguí comprando!”

Y entonces esa pareja vuelve a la Argentina sin salir del supermercado. Simplemente sacan su billetera con intención de pagar lo que acaban de adquirir y ¡Ups, no les alcanza!

Y entonces llegan a su  casa y encienden el televisor, y un periodista, o un funcionario eslababoso les explican en un mal castellano (En Eslababia el idioma oficial es el Ninguneo, que es un extraño dialecto mezcla de inglés e ilícito), que si a los argentinos no les alcanza el dinero es porque esos productos no eran para ellos,  sino solamente para los eslababosos .

Entonces la pareja que se había ido de vacaciones a Eslababia sin tomar siquiera un bondi, entiende

“Ah, ¿ves querida que siempre hay una explicación? No pudimos comprar el atún y los choclos, porque no eran para nosotros. Qué lástima que no pusieron un cartel en la góndola así nos ahorrábamos el mal rato. Esto en Argentina no hubiera pasado. Nuestros empresarios son mucho mas cuidadosos”

Y es cierto. Nuestros empresarios ponen en cada góndola, al lado de cada producto, un aviso para que aquellos a quienes “no les esté destinado el producto” eviten comprarlo: ¡el precio!

Cualquier puede verlo, está claro, y un idioma universal ¡En números!  

Queridos turistas: vengan a la Argentina y no tengan miedo, que en todas partes están los precios marcados y cambiando al son del  baile nacional. Miren la nueva Argentina, vean como se derriten los glaciares y como suben los precios. Y si hay algo que no es para ustedes, supongamos, por ejemplo, la represión, bastará explicarle al gendarme que se les acerque que ustedes “nada que ver”, diciéndoles, en su mejor castellano “¡Yo, europeo”, para que los saluden gentilmente con su “palito de saludar” , y en casos extremos, acompañarlos a su nuevo alojamiento gratuito, la comisaría mas cercana, donde el Estado se hará cargo de todos sus gastos, sus gestos y sus gustos.

Lector, creo que  es obvio que estamos hablando de las vacaciones, tema central de este suplemento. Las vacaciones como estado natural del ser humano, si se trata, por ejemplo, de nuestro gentil autoritario de cabecera, el Sumo Maurífice.

¿Vieron que él está, que vive, en un estado de epifanía vacacional? ¿Vieron que “de pronto” descubre que, la pobreza, por ejemplo, es un tema que le incumbe resolver a él, y no al mercado, a Dios, al Servicio Meteorológico, a Messi o a Montoto? Pero no hay problema, porque más rápido que el Chapulin Colorado, lo resuelve en un abrir y cerrar de boca, dicendo “la culpa es del gobierno anterior” “ojalá se resuelva” o “esa te la debo”, y    ¡ya está, a seguir las vacaciones!

Y esta temporada, después de pasarse unos días en los territorios de los pueblos originarios actualmente en manos de los garcas originarios, se fue a Europa. Debía estar cansado de ver a tantos “europeos de acá”, a los que, con el correr de las décadas probablemente se les destiñó la europeidad. Capaz que quería mostrarle a la pequeña Antonia como eran los europeos “no importados”. Vaya uno a saber

La cuestión es que se fueron todos a Europa. Audaces se elevaron en vuelo triunfal que nos salió unos cuantos miles de dólares la hora. Nos podemos dar ese lujo, ya que le recortamos la plata a los jubilados. “Antes el gobierno se abusaba de la plata de los jubilados”, diría un Pro-clive. “¡Ahora no, porque ahora la plata ya no es más de los jubilados!”

Y con esa explicación ganaron las elecciones. Acá, no en Eslababia.

La cuestión es que fueron a Rusia a explicarle a Putin cómo tenían que hacer para ganar el Mundial, ya que ellos nunca ganaron ninguno, y nosotros ya ganamos dos. Seguramente Putin lo escuchó asombradísimo, mientras Mauricio hacia malabarismo con dos o tres limones y se le caían cuatro. 

Después fueron a Francia a visitar a su tocayo aumentativo, Macron, que los sacó vendiendo champiñones cuando Mauricio les propuso un acuerdo, extremadamente conveniente para la UE, pero no tanto. O quizás sí, pero el líder francés prefirió el placer de una buena charla en ninguneo (el idioma de Eslababia, que Mauricio domina), a un acuerdo comercial.

O sea que volvieron sin haber conseguido nada, lo que fue aprobado por gran parte de la población que preveía que, si hubieran conseguido algo, no hubiera sido beneficioso para los argentinos. Sí para los eslababosos. Que vaya uno a saber a quién votan. 

Hasta la semana que viene, lector.