Qué estamos discutiendo cuando debatimos sobre los gestos políticos sobre el accionar policial. Algo que excede y comprende a la vez a la policía: el modelo de Estado democrático.

Se está discutiendo un modelo de Estado, que decide estar presente de la peor manera posible. La madre de Pablo Kukoc dice: “yo pedí ayuda no me la dieron, no tenía plata para pagar la internación de mi hijo”, un Estado que dijo que no, que no garantiza igualdad de oportunidades para todos,  un estado que negó una posibilidad y un estado que se hace presente  aparentando “eliminar el problema, mejor “matar” el problema. 

Vale aclarar (no por repetido menos olvidado) que el Estado construye enemigos y luego fuerzas de seguridad de acuerdo al “orden” que desea proteger. En efecto, inmersos en un contexto de preconceptos estatales y sociales, es que los policías construyen su saber hacer y crean las herramientas para ejercer una profesión con la característica distintiva de, en última instancia, decidir sobre la vida de los otros.

Para pensar la construcción de ese “enemigo” del conjunto social basten leer/ver/escuchar las intervenciones de los medios de comunicación respecto a cómo deben actuar los policías, a qué asignan la categoría de delincuente (se juzga antes que la ley y se pretende que se sentencie antes que la ley incluso sobre esta). Pero también los escritos y los llamados telefónicos del público de esos periodistas abonan las teorías mano durísticas, incluso asesinas. Esta perspectiva requiere abandonar la dicotomía que separa la sociedad de la policía, una división que los mismos integrantes de la fuerza muchas veces dan por sentada. Claramente no todos son “el enemigo”, porque se puede estar fuera de la ley o incluso haber hecho mucho daño social (estamos pagando la deuda  privada que Cavallo supo estatizar, por tomar solo uno de los ejemplos sobre delitos que tienen un alcance y una duración de sus efectos muy grande) pero no ser considerado un delincuente, para  poder entrar en la categoría de matable se requiere ser pobre, preferiblemente varón y joven (ahí están los informes de Correpi y el CELS para mostrar esas muertes silenciadas en los últimos 35 años) 

En la televisión un abogado dice: me siento un poco más feliz cuando matan a un delincuente de esos que nos acechan todos los días. ¿Quién nos acecha? ¿A que le tenemos miedo?. Es claro que hay inseguridad, si no sabemos si conservaremos nuestro trabajo (hagamos lo que hagamos nos pueden echar), profunda inseguridad no saber si podremos pagar la luz, más inseguridad si no cubrimos la tarjeta a fin de mes o el colmo de la inseguridad no saber si podremos garantizar comida, salud y educación para nuestros hijos, verdadera incertidumbre, inseguridad. Nos vendieron meritocracia y  dieron incertidumbre, y ahora nos dicen nos van a proteger ¿mejoran nuestra seguridad laboral? No,  nos van a proteger matando. 

Y la policía responde,  construye y actúa con nosotros, con nuestros miedos, con sus miedos. Y claro este policía reclama para sí haber hecho lo que la gente bien reclama todo el tiempo “matar al ladrón”, si, cómo nos enseñaron nuestras compañeras feminista: el violador es el hijo sano del patriarcado, el policía asesino es un hijo sano del “neoliberalismo”. 

Una estampita recorre los whatsap policiales: tiene la cara de Macri y una leyenda que dice “te apoyo en todo lo que hagas”. Ese apoyo es tan falaz como la estampita, cómo bien describe Sabina Fredericson los policías los que reciben el repudio social por lo mismo que se los instiga a hacer. El apoyo del gobierno no es a la policía es a un modelo de Estado que conlleva en si la represión y la muerte del otro, que no es cualquier otro porque es un modelo de Estado para una parte cada vez más chica de la población (donde nosotros no participamos y algunos ni siquiera salen vivos) Los policías también pierden. En una conferencia en la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires en los años 90 debatían Smuchler, intelectual crítico y referente en estudios de comunicación  y un publicista cuyo nombre se me escapa,  el debate versaba sobre campañas y publicidad. El publicista insistía en lo maravilloso de la invención capitalista  y puso por ejemplo que “la gente quería coca cola y vino alguien e inventó la coca cola”,  Smuchler dijo que él prefería verlo de otro modo: “la gente no sabía lo que quería y le vendieron coca-coca”. 

Esta anécdota puede servir para reflexionar sobre lo que queremos y lo que nos venden. La incertidumbre, el miedo son encausadas hacía un enemigo construido, pero es eso, tenemos miedo e incertidumbre y nos venden un “otro” tan ajeno que representa lo execrable, lo no humano sobre el que se puede actuar con total impunidad, al que se puede aplicar la pena de muerte de hecho, total son “otros” y nada tienen que ver con “nosotros” y el combo es completo también tienen los verdugos policías para actuar sobre estos otros. Entonces, el enemigo es una construcción, la solución es falsa y nuestra incertidumbre no se calmará y vendrán otros a ocupar el lugar del muerto y pediremos más muertos y nos venderán eso y de paso cámaras, botones antipánicos, rejas, puertas, seguridad privada y muchas cosas más para satisfacer eso que nos dijeron era el origen de nuestro miedo.  Y también está la posibilidad, que nos construyan como enemigos y pasemos también a ser los “otros”.

Es el modelo de Estado y el orden a proteger lo que hay que poner en discusión.

* Investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani y docente de UBA / UNLA.