Murió el maestro pero quedan sus enseñanzas. Osvaldo Suárez tenía 83 años. Se fue el viernes 17, cuando le faltaba un mes para cumplir los 84. Notable atleta y referente entre sus pares. Un tipo humilde siempre dispuesto a extenderles una mano a sus alumnos. Dejará una huella imborrable en un deporte donde la Argentina no cuenta con predicamento a nivel mundial.

En las décadas del 50 y 60 se destacó en casi todas las distancias de fondo y medio fondo. Pero su historia tiene un mojón que fortaleció su leyenda y popularidad: los tres títulos consecutivos que ganó en la maratón de San Silvestre, Brasil (1958, 1959 y 1960). Ahí superó a figuras de la época en el atletismo. Estaba en el pico de crecida de su carrera. Incluso lo había alcanzado antes.

La dictadura cívico-militar de la llamada Revolución Libertadora le impidió ser campeón olímpico. Por uno de sus tantos decretos para proscribir al peronismo, creó la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas. Y le asignó un número, el 49. Resultó determinante para que Suárez no pudiera competir en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956. Lo acusaron de ser peronista. Tenía 22 años y no lo dejaron continuar con la tradición ganadora de Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera. Ni siquiera pudo llegar al aeropuerto de Ezeiza. Como él mismo diría tiempo después, “el día que me lo anunciaron volví solo y llorando. No lo podía creer. Esos eran mis Juegos…”.

“Por más que les explicara que nadie era capaz de ganarme en los Panamericanos y que mis tiempos eran los mejores del mundo, me dejaron afuera de la delegación antes de subir al avión…”, contó una vez en el libro Historia Política del Deporte Argentino, de Víctor Lupo.

Miguel Sánchez es su discípulo más conocido. Atleta detenido-desaparecido, bandera de las luchas por memoria, verdad y justicia que levanta el deporte, siempre fue reivindicado por su maestro. “Miguel era una persona muy sensible. Nunca voy a olvidarme de aquella mañana del 74, cuando en un tren camino a Rosario me leyó por primera vez su poesía ‘Para vos Atleta’”.

Ni un reconocimiento en vida, ni un homenaje póstumo, ni siquiera una pista sintética con su nombre en el Cenard. Fue un grande de toda grandeza. Un ejemplo de los que escasean.