Martes, 27 de febrero. Siendo las 15, y a pesar de terminar mi trabajo a las 12, estoy camino a la escuela. Si no llego a tiempo, pierdo mi trabajo. Soy una de lxs tantxs docentes alcanzadas por la resolución 299 de Vidal que en caso de no demostrar que aún seguimos nuestros estudios, seremos cesados.

El final del ciclo 2017 nos dejó un saldo de avances potenciales y grandes retrocesos como desafío. Por un lado, la primera Red Nacional de Docentes Trans-travestis en el país, que tiene por único precedente en el continente al Instituto Trans Brasilero de Educación: un espacio desde el que potenciar una perspectiva trans sobre la educación, y desde el cual sumar datos sobre la realidad del colectivo trans a nivel nacional, atendiendo a qué hemos accedido y a que no lxs trans con un trabajo formalizado. Por otra parte, la Reforma Previsional atentando contra las garantías laborales en general, que incluye docentes, y sin lugar a dudas, a las personas trans que nos dedicamos a la docencia.

Es imposible no tomar esto en cuenta a la hora de repensar la realidad de los espacios pedagógicos actualmente:  Si entendemos que las posibilidades de aprender de lxs estudiantes se ve atravesada por su contexto general (a tener en cuenta si el/la estudiante come 4 veces al día o no en su casa, si tiene un hogar fijo, si vive con adultxs que le devuelven la importancia que merecen sus intereses, etc.);  y por otra parte, si entendemos que la relación docente-estudiante no debe ser unilateral, es decir que la situación de aprendizaje es compartida y ambas partes (docente y estudiantes) mutamos a partir del encuentro, concluimos que sí importa el contexto de lxs docentes a la hora de poder repensar y potenciar un espacio de aprendizaje. La realidad de hoy en día es que nuestras posibilidades de repensar estrategias educativas se ve atravesada por nuestra disputa salarial e incluso, nuestra disputa por mantener nuestro trabajo.

Si algo sabemos de las etapas de crisis capitalista, es que incrementan el sentimiento de competencia: aumenta la falta de empatía, porque aumenta el pensarse en supervivencia. Y en un contexto de supervivencia, pensar en reconocernos y respetarnos como y en diversidad es difícil, porque si de supervivencia se trata, no hay diversidad: primero estoy yo, y por otra parte, el resto. Las predicciones sindicales apuntan a que una de las próximas conquistas a disputar será el presentismo. El presentismo, no como un plus para quien asiste, si no como un castigo para quien falta, planea descuentos grandes, alcanza a quienes tomen licencia por enfermedad, ya sea propia o por familiar a cargo. Si pensamos desde una perspectiva feminista la necesidad de quitarle poder a la familia modelo nuclear (papá-mamá-hijos), este contexto no es para nada alentador: el hecho de sentir en carne la necesidad de trabajar incluso estando enfermxs para no sufrir descuentos refuerza mandatos tradicionales que nos enseñan, por ejemplo, a pensar que si yo genero el ingreso familiar, tengo derecho a decidir sobre mi hijx, y a que prime mi decisión por sobre el deseo de quien está a mi cargo.

Que hoy haya más de 40 docentes trans en red a lo largo del país, aunque no lleguemos aún a ser 10 en una sola provincia, es un paradigma posible gracias a la ley, que a pesar de las intenciones del estado de negarla lo más posible, es la herramienta con la que día a día luchamos y nos respaldamos, en el caso docente por ejemplo, para haber defendido nuestro derecho a elegir cómo ser y a sostener nuestro derecho al trabajo para el que nos hemos formado. Pensando en el colectivo trans en general, la ley ha sido un comienzo para que de a poco podamos salir de la supervivencia diaria, lo que se traduce en más tiempo para repensar nuestras perspectivas. Se abren nuevas dudas adelante: ¿Cómo conseguiremos en este contexto hermanarnos más con quienes no han accedido a nuestras mismas posibilidades en vez de ser distanciadxs por la competencia capitalista? ¿Cómo no caer en ser utilizadxs como un “ejemplo” aleccionador para el resto de nuestra comunidad? ¿Es nuestra lucha por la “igualdad” de posibilidades para el resto de nuestro colectivo? Se me aparece la advertencia de Silvia Federicci: La igualdad dentro de un sistema capitalista es en última instancia ser aparejadxs a la opresión que se le reserva al hombre (cis) asalariado. Buen comienzo de ciclo.