Aparece en la sala de conferencia que tiene Racing en el corazón del Cilindro con el mismo carisma que tenía cuando portaba el número 8 en la espalda. Siempre su juego estaba acompañado con una sonrisa. El “se juega como se vive” todavía le calza a la perfección a un Chacho Coudet que a los 43 años extraña lo que el fútbol supo ser. Añora las charlas de bar, en las que siempre se hablaba de la pelota, en las que no se discutía sobre el uso o no del VAR, o en las que todo giraba en torno al juego y no a lo que lo rodea. Coudet es el mismo que no usa redes sociales y el que trata de no mostrarle su vida al mundo porque aquello es precisamente su intimidad. Ese es el DT de Racing. Un entrenador moderno chapado a la antigua.

–En una entrevista hace unos días hablaste de códigos, ¿qué son los códigos?

–Me refería a las reglas del juego que hay que establecer en el vínculo entre todos los actores,  en especial con la prensa escrita porque los títulos son los que venden una nota y muchas veces se puede sacar de contexto alguna palabrita para que llame un poco más la atención. Entiendo esas reglas pero algunas veces doy una nota y no me gusta cuando leo el título. Eso no me es agradable, lo dejo pasar y lo entiendo.

–¿En algún momento no entendiste el juego?

–Siempre lo entendí el laburo del otro. Siempre fui un tipo predispuesto para con la prensa. Nunca me condicionó lo que pudieran decir, nunca tuve problemas por una crítica. Salvo cuando alguien se ensaña. Puede disentir uno del otro: o fue muy bueno o bueno, o fue muy malo o malo. 

–¿El periodismo influye mucho en la histeria que se ve hoy?

–Todo influye. Las redes sociales. Hoy realmente es fácil llegar a los 40 millones de personas. Hablando del ambiente del fútbol, de la burbuja en la que estamos, vos subís algo a una red social y ¿cuántos te responden? Ayer pensaba algo: en el fútbol se perdieron los cuatro fantásticos para charlar de la pelota: la cerveza, las papas fritas, los palitos y los maníes. Eran el enganche y los tres puntas y ahí se charlaba de fútbol. A mí no me gustan las redes sociales, no las tengo. No coincido en nada y no consumo nada de eso. Muchas veces se habla de la Play Station y se perdió socialmente la charla de fútbol. A mí gusta hablar de fútbol pero no a través de un teléfono.

–¿Cómo notás el exceso de información en los jugadores?

–No sólo con los jugadores. A cada uno de los que anda con un teléfono en la mano, cada tiempo que está con eso parece tiempo perdido porque terminás una charla y se van a ver el Twitter. A veces los cargo: ¿qué cambió en esos quince minutos? A todos, a mis amigos también. Así como veo eso que no comparto, también veo cosas buenas que antes no se veían: hoy el mate es el vehículo conector, es lo que sostiene las charlas de fútbol y que los grupos se vayan uniendo. Eso es algo que rescato como observador.

–Decís que no tenés redes sociales, pero tomar esa decisión, ¿no es quedarte al margen, afuera de un montón de cosas como la familia?

–No, para nada. Viste cuando te mandás dos mensajes de WhatsApp, bueno yo te llamo por teléfono porque me canso. Pero es mi manera de pensar. No digo que esté mal lo otro, de hecho por algo tanta gente lo consume. Ahora después también te volvés dependiente porque te la pasás contando lo que estás haciendo. Yo no le quiero contar a nadie lo que estoy haciendo, porque lo quiero vivir yo. No tengo ganas de contar mi vida. Me dicen que soy un bicho raro porque no tengo redes sociales. Conozco gente que no las usa.

–¿Sentís que ganás tiempo y calidad de vida sin estar en las redes?

Puede ser. Pero tal vez para el que las usa sí es calidad. Busco algo más cercano.

–¿Y a los jugadores qué les decís sobre el tema?

–Me adapto a lo que se va viviendo, acepto las condiciones. Antes buscabas cuál era el puntaje que te dio un diario y era lo único que veías en todo el día, hoy en cambio es mucho más amplio [por el bombardeo de los medios] Sí, puede ser. A mí como jugador, cuando era más joven, consumía esas cosas también. Y hoy, realmente, no. Sí estoy informado, pero no consumo todo lo demás. 

–¿Te imaginás al Chacho jugador en estos tiempos?

–Desde el lado del jugador, sí. Pensaría de la misma manera. No estaría tanto tiempo con el teléfono en la mano (se ríe). Cambió todo porque cuando vos estabas en River había 20 periodistas, hoy hay 100… Si hay algo que pueden decir es que soy respetuoso con todos. Antes estabas expuesto por dos notas, hoy son 25.

–¿Se puede ser amigo de los periodistas?

–Yo soy amiguero. Formo vínculos sin que sea un amigo de la infancia. Me encariño con la gente. Vengo de una generación que vio el comienzo de todo esto: de un canal (por TyC Sports) con una generación de periodistas jóvenes donde se consumía mucho más sobre el deporte que sobre todo los demás. Hoy, con esos periodistas con los que crecimos, ocupan un lugar importante en la prensa y me sigo manejando siempre de la misma manera y ellos también.

–¿Qué tienen tus equipos de fútbol del Chacho jugador?

–No lo sé, porque ahora me veo como entrenador. Mis equipos intentan, no sé si es que sean como yo era como jugador, sí que lo sientan igual. Tener la posibilidad de ser jugador de fútbol es lo más lindo que hay, porque era lo que me gustaba y encima me pagaban por estar todo el día al aire libre y con una pelota debajo de los pies. Más allá de las obligaciones, de las responsabilidades, el profesionalismo es para disfrutar también.

–¿Te acordás del primer día que dijiste me retiro? ¿qué sentiste ese día?

–Intenté armarlo de alguna manera. Estaba en México, vine seis meses a Colón. Después me fui a Estados Unidos a Filadelfia... Cuando tuve que comprar una pala para poder salir de mi casa, dije esto no. Y de ahí me fui a jugar un año a Miami a la segunda división y lo hacía sin obligaciones, sin tener que ir todos los días a entrenar, eran equipos más juveniles. Sí, hubo un día en el que dije no juego más y sí tuve varios días difíciles para dormir. Más allá de que fue paulatinamente armado, el día que dije no juego más no fue fácil. Es duro, hay que prepararse de la mejor manera, porque las 24 horas son larguísimas.

–¿Vos trataste de dejar al fútbol y no que el fútbol te deje a vos?

–Sí, yo me preparé. Tuve la suerte de no tener lesiones y jugué hasta los 37 años. Después me preparé para ser entrenador. Con tiempo, con tranquilidad. Entiendo que tenía que tomar una distancia con el jugador porque el jugador ya no estaba más. Y bueno, había que empezar a prepararse para ser entrenador y no ser un tipo que deja el fútbol y pasa del otro lado y ya está.

Necesitás ese tiempo. Se tiene que morir el jugador…Recién me propuse dirigir cuando sentí que estaba preparado.

–¿Siempre supiste que ibas a ser entrenador?

–No, mientras jugaba ni lo imaginaba. Cuando jugaba en México hice el curso, pero no pensaba más allá. Cuando sos jugador estás metido en una burbuja en la que sólo querés entrenar, jugar y nada más. En el tiempo ese que me tomé sabía también que iba a terminar haciendo esto.

–¿Cómo hacés para plantarte en un vestuario y que te respeten?

–Lo que pasa es que es difícil de explicar. No sé si es algo que se puede comparar. Tuve la suerte de haber sido referente en los distintos planteles y clubes en los que me tocó jugar y cuando eso se da así estás acostumbrado a pararte frente a tipos así a hablarles. Y desde el primer día en que empecé como entrenador me sentí cómodo porque siento que no me costó pararme frente a un grupo a decir cómo íbamos a trabajar, cuáles eran las condiciones y cómo nos íbamos a manejar. Después es respeto de uno con otros. Soy claro, soy frontal. Intento hacer todo lo que a mí me gustaba de un entrenador. Seguramente me debe faltar mucho por aprender. Pero mi forma de manejarme es esta y la siento natural. 

–¿Será carisma para plantarte ante un plantel? 

–Puede ser el tema de la ascendencia más que el carisma. Hoy, cada vez somos más los jugadores que se preparan para ser entrenadores. Pero sí es cierto que antes, cuando jugaba, había uno que se creía que tenía pasta para ser entrenador. En todos los planteles había uno al que el técnico decía “este puede ser entrenador”.

–¿A vos te lo dijeron alguna vez?

–Yo no lo tenía tan asimilado. Nunca dije voy a ser entrenador. Hoy los jugadores lo tienen más en claro, ya saben si van ser entrenadores. Lo mío se dio de manera más natural. El jugador hoy está más preparado para pararse frente a un entrenador y decirle que algo no le parece.

–¿El jugador antes era más sumiso ante un técnico?

–No, no creo. No me sucede. Sí soy participativo. Grupalmente no me ha pasado que un jugador me diga que algo está mal. Creo que tenés estar preparado para que el jugador te crea y para convencerlo. Si alguna vez viene un jugador y te dice “no te parece que vayamos para allá”, vos tenés que tener fundamentos para decirle que no. Esos planteos de algún jugador puede ser desde la parte táctica. Cada por qué tiene que tener una respuesta. Hay que estar preparado porque lo que divide es la duda. 

–En tu última etapa como jugador en Central ya Rosario se había puesto violenta en los clásicos. ¿Creés que se cruzó una línea?

–No sólo en Rosario. Que no haya visitantes es algo que no me gusta. Creo que era parte del folclore del fútbol. También creo que va más gente a la cancha y hay muchos estadios que no pueden recibir a los visitantes por la capacidad.

–¿Es irrecuperable eso?

–No lo sé. Lo que pasa es que hay que tomar medidas drásticas. Si en Inglaterra pudieron, por qué acá no. Ojalá se recupere eso. 

–¿Hay mucho miedo a perder?

–Es que cuando mejor jugás te sacás el miedo a perder. Es un deporte en el que convivimos con los errores. Si tenés miedo a errar, los riesgos que tomes serán mínimos. Veinte años atrás tener los dos centrales a los costados del área no era algo común. Acá, un adelantado fue Lavolpe (Ricardo). Sus equipos en México eran muy reconocidos. Me tocó enfrentar a su Atlas con River y la verdad que ganamos por la jerarquía que teníamos adelante, pero aparecían por todos lados. Fue de los precursores de tomar ciertos riesgos. Y eso se da desde la repentización del trabajo. En ese sentido, el fútbol ha cambiado. Es un buen mensaje donde el como sea ya no es tanto como sea. Los equipos, pueden jugar más arriba o ser más defensivos, pero es posible identificar cómo juegan.  Para mí no es lo mismo perder 1 a 0 y no cruzar la mitad de la chancha que perder 1 a 0 y creaste 20 situaciones de gol. Vos lo vas a reconocer y los de afuera lo van a reconocer. Te da tranquilidad el haber jugado bien y haber llevado al campo lo que vos preparaste.

–Gallardo decía que es como él ve el fútbol que no lo concibe de otra manera…

–Hay cosas en el fútbol que no podés forzar: necesitás tener material. Hace poco [Giorgio] Chiellini dijo que por culpa de Barcelona, Italia no se clasificó al Mundial y eso no es así. El problema es que todos quieren jugar como el Barcelona sin tener el material. Podés intentar jugar bien, pero jugar bien depende del material con el que cuentes. Tenés que jugar a lo que tenés. 

–¿Cómo definís la experiencia en México?

–Muy buena. Siempre es difícil explicar una salida en buenos términos. Fue real, yo tenía una muy buena relación con el presidente. Hubo cosas de los dirigentes que a mí no me gustaban así como también hubo cosas mías que tampoco gustaban, entonces, decidimos darle un final para priorizar la relación que tenemos. Me fui faltando dos fechas y con posibilidad de clasificarnos para la liguilla y con posibilidades de entrar a la Copa. En cuanto a lo deportivo, el fútbol mexicano me gusta mucho. Las intenciones que hay, te hacen jugar al ajedrez todas las semanas. Vas a jugar contra alguien que plantea distinto a vos y tenés que contrarrestarlo.

–En el fútbol se debe convivir con el error humano y vos lo sufriste en la final que perdés con Boca con un error arbitral.

–Me tocó salir perjudicado. Así y todo sigo pensando que lo del VAR no me cierra por ningún lado, porque el fútbol es un deporte en el que vivís del engaño, donde uno tiene el castigo: te tirás en el área y no te cobraron penal y tenés amarilla. Ya está el castigo. El VAR es la última parte para llevar al fútbol a un juego en el que todo se vuelve sistemático… No lo veo eso de volver una jugada, de parar el ritmo de un partido que se pierda tanto tiempo. 

–Si sumamos esto, con que hay cada vez menos potreros, ¿estamos ante jugadores cada vez más parecidos, hay menos distintos?

–Puede ser. También los que son distintos se van muy rápido.

–Vos tenés uno como Lautaro Martínez, ¿cómo trabajás con un chico tan joven y tan bien plantado?

–Volvemos a las reglas del juego. [Lautaro] Es un chico muy centrado, en Rosario me pasó con Lo Celso, con Cervi, casos de jugadores que fueron vendidos y se quedaron seis meses más. Ojalá se quede hasta diciembre (por Martínez) y entiendo que de ser así va a poder disfrutar más de todo: jugar y ser vendido.

–¿Te sorprendió el nivel?

–Sí, me sorprendió porque tenerlo en el día a día es distinto. Realmente hay pocos jugadores de esa naturaleza. Hace todo de forma tan natural que parece simple.

–Lo que tiene Lautaro, ¿se tiene o no se tiene?

–Se puede trabajar, se puede mejorar, pero hay un alto grado de naturalidad en lo que él hace. Encima es un delantero muy completo y para los defensores es muy complicado porque no saben para dónde va a salir. A mí me gusta conocer a las personas. Es un buen chico que lleva muy bien estas situaciones. 

–Como líder, ¿disfrutás más de lo que consiguen tus jugadores que de tus logros?

–Claro, como líder del grupo creo que los que se tienen que lucir son los jugadores. Fui contratado para eso. Es una obligación potenciar al jugador, tengo que trabajar, ser docente para explicarles que deben corregir algo y potenciarlos desde todas las áreas. Yo no soy más que nadie, pero soy yo quien tiene la potestad de corregir cosas y vas ganando tiempo, vas creciendo. 

–¿Vos cuándo creciste?

–Afuera fui muy poco. Yo era muy profesional desde el entrenamiento, de darle mucha bola a todo. Cuando empecé me decían “corré hasta el micro escolar”. Y el micro escolar no aparecía más, estaba como a 20 kilòmetros. Y hoy lo mismo se lo reemplazó con otro tipo de trabajos. Sobre todo, con los más jóvenes. Los más jóvenes tienen más posibilidades de potenciarse. Cuando veo a un jugador que aprende me llena.

–¿Qué te hace feliz además del fútbol?

–Somos bichos que dependemos del fútbol y todo nuestro entorno va de la mano según cómo nos va. Y es un poco la exigencia que uno intenta llevar. En 90 minutos podés tener una semana fantástica o te vas a tu casa con una cara de culo terrible y te tienen que aguantar los demás. Muchas veces el mensaje es eso, donde los seres cercanos queridos pueden sufrir mucho más que nosotros. 

–¿Tenés espacios para disfrutar de lo que hacés?

–Es difícil. Seguramente se logra con los años. Vas madurando no sólo como DT sino como persona. Termina el partido y por más que hayamos ganado, empiezo a ver qué variantes puede meter el próximo rival o empezás a armar en tu cabeza según cómo te fue en el partido porque tal vez tuviste un expulsado, un lesionado y empezás a carburar. Esas cosas todavía no las puedo manejar.

–¿Ni con las vacaciones cuando te vas con tu familia?

–No, porque viene el libro de pases. Seguramente estás más tranquilo cuando no tenés trabajo, que es un cosa ilógica. Molestás en casa cuando no tenés trabajo. Tantos años donde los fines de semana son la parte más importante de tu laburo y cuando estás en tu casa no entrás en ningún plan. Pasa lo mismo con el retiro, donde te dicen el sábado vamos al zoológico, el domingo vamos al cine. Estás afuera de todo. Cuando te retirás te sobran horas del día.

–¿Qué hubiese sido de tu vida sin el fútbol?

–No lo sé porque respiro fútbol, miro fútbol todo el día. Tendría que mejorar otras cosas y salir de esa burbuja. Cuando tenés trabajo no te alcanzan las horas del día.

–¿Quién es el Chacho Coudet?

–El técnico de Racing, nada más. 

Eliana Sarraf