La impersonalidad aterradora de los dispositivos bélicos actuales no diluyó el prestigio de un libro de estrategia militar escrito hace 2.500 años. El arte de la guerra, clásico recientemente reeditado, no escapa sin embargo a una impersonalidad de otra índole: aunque se atribuye su autoría a Sun Tzu, no hay certezas al respecto. Tampoco existe unanimidad entre los eruditos sobre la o las fechas en que fue escrito. El arte de la guerra es, más bien, un ensayo compatible con una civilización milenaria, la china, que derramó sobre el resto de la humanidad un tipo de sabiduría sincrética y sin tiempo. Es, además, un libro que sobrevivió hasta hoy porque diversificó involuntariamente sus aplicaciones prácticas: puede servir tanto para estudiosos de la planificación militar como para gurúes de liderazgo empresarial o para emprendedores del marketing político. Aún sin ninguna de estas apetencias mundanas, se puede disfrutar enormemente de su lectura. 

La bella edición del sello catalán Roca Editorial (Penguin Random House), con ilustraciones del uruguayo Gastón Mendieta y prólogo de Carlos Frías, reactualiza el interés por este trabajo que resiste ser interpretado, también, como síntesis de las grandes corrientes filosóficas de la China clásica. El espíritu del ensayo remite sin mayores esfuerzos al taoísmo, con sus enseñanzas sobre la necesidad de dejarse moldear por los principios de la naturaleza y no forzar sus límites ni su lógica. 

En ese sentido marca una diferencia con las escuelas filosóficas dominantes en la cultura occidental: para Sun Tzu, también en el campo de batalla, la "inacción" no tiene necesariamente una connotación negativa. Según el autor chino, el general solo debe actuar cuando percibe la posibilidad de una ventaja manifiesta sobre su enemigo. "Hay caminos que no hay que recorrer, hay ejércitos que no hay que atacar, hay ciudades que no hay que sitiar, hay terrenos en los que no hay que luchar, hay órdenes del soberano que no hay que aceptar", escribe.

Aunque hay opiniones contradictorias sobre la etapa histórica en la que vivió Sun Tzu (si es que realmente existió), la mayoría de los investigadores sitúa la escritura del libro en alguno o varios momentos del período conocido como de "Primavera y Otoño", referencia que lo acerca a los tiempos de Confucio. La paciencia y la mesura que Sun Tzu recomienda para los comandantes, la planificación de la batalla, la cohesión que exige para amalgamar las diferencias que reinan en todo ejército, tienen evidentes puntos de contacto con el pensamiento confuciano.   

Estas virtudes cobraban relevancia en tanto debían imponerse en tiempos particularmente convulsionados e inestables, tanto en términos políticos como militares. En ese clima, Sun Tzu sostenía que la guerra debía ser el último recurso y que el soberano solo podía encararla después de estar seguro de que obtendría un beneficio concreto. También señalaba que el objetivo de la batalla no era, necesariamente, la destrucción del enemigo. Sun Tzu enseñaba que un enemigo asediado hasta el límite lucha con más ferocidad y provoca bajas innecesarias en las filas propias. En cambio, el buen estratega decide habilitarle al enemigo una salida para que huya y asuma la derrota.

El autor de El arte de la guerra priorizaba el criterio profesional del uniformado sobre las necesidades políticas del soberano (este quizás sea el aspecto que peor sobrevivió al paso del tiempo). Era una época en la que reinaban las ciudades-estado y los buenos militares vendían sus servicios a diferentes monarcas que no lograban mantenerse demasiado en el poder. A diferencia de Maquiavelo, que muchos siglos más tarde aconsejaría a su "Príncipe", Sun-Tzu le habló al general. Le recomendó mantener la distancia con sus subordinados, mostrándose impasible pero, asimismo, dueño de una incuestionable superioridad intelectual. También con tono maquiavélico, el chino señaló en su obra que entre los peligros que debe sortear el general está el "amar demasiado al pueblo", porque este sentimiento puede hacerle cambiar decisiones dolorosas pero necesarias. 

"Quien conoce al oponente y se conoce a sí mismo cien batallas librará y no correrá peligro", escribió Sun Tzu y más de uno podrá percibir allí el influjo sobre Sócrates, que vivió poco tiempo después a miles de kilómetros de distancia. Para "conocer al oponente", además, el chino consideraba fundamental la capacitación de espías. Porque según su concepción estratégica, las guerras se ganan o se pierden antes de comenzar, gracias a una buena planificación. La batalla propiamente dicha no es más que la confirmación de lo que se hizo antes. 

Otros consejos que bien podrían servir para políticos, empresarios e inclusive para las relaciones humanas controversiales: hay que aislar al adversario de sus aliados y tratar de destruir su voluntad; también, para preservar los recursos propios, siempre es mejor, en la medida de lo posible, pelear en territorio enemigo; por último deben evitarse -dice Sun Tzu- los conflictos largos, para que los costos no superen a los beneficios.