Para celebrar el centenario del nacimiento de Leonard Bernstein, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires comenzó su Temporada de Conciertos 2018 interpretando su música. Bajo la batuta de Enrique Arturo Diemecke y con la participación de la pianista norteamericana de origen chino Claire Huanci, el jueves en el Teatro Colón la Filarmónica ofreció un programa equilibrado entre la Sinfonía Nº 2 - La edad de la ansiedad, con piano concertante, y Suite On the Town y Danzas sinfónicas de West Side Story, obras que representan bien la amplitud de intereses y algunas de las estrategias compositivas de quien supo interpretar con talento y sagacidad su lugar, Nueva York, y su tiempo, el de la Guerra Fría. Fue concierto atractivo, con varios momentos musicalmente logrados, una solista con agallas y un director que por su histrionismo y voluntad de comunicación, y no sólo por eso, se aproxima bastante al modelo del Bernstein director.  

La música de Leonard Bernstein administra prodigiosamente ritmo, melodía e ideas, que a menudo quedan nada más que en ocurrencias. Esa dinámica es lo que le permite circular con fluidez entre los pies, el corazón y la cabeza de un oyente que, mérito posmoderno, nunca logra estar seguro de qué caminos podrá tomar lo que está escuchando. Está orquestada con mano maestra, cruza con particular eficacia gestos del jazz y de la música caribeña con los atributos de la tradición académica, sacraliza lo mundano y desmonta lo sacro, incorpora sin mayores elaboraciones el sentimentalismo bipolar de la comedia musical, entre muchos otros atrevimientos. Pero sobre todo lleva en sus genes las derivas de las formas modernas de la comunicación, al punto de encantar con un sonido que en la actualidad, por sus características de “estadounidense”, resulta familiar en cualquier parte.

La Sinfonía nº2 - La edad de la ansiedad dio inicio al concierto. Inspirada en el poema homónimo de W. H. Auden, poeta británico nacionalizado norteamericano, la partitura recoge la estructura del texto, también su espíritu, y se articula en una serie de variaciones organizada en dos partes, cada una dividida en tres secciones. A esta fragmentación formal se suma la fragmentación expresiva, con cambios de humor y de rumbo estilístico, a veces vehementes. En este laberinto de pasiones y contrastes, los intérpretes se movieron con soltura y en general bien orientados. Diemecke supo reflejar la riqueza tímbrica de la partitura –logró muy buenos momentos en los comienzos de cada sección–, además de exaltar algunos refinados diálogos entre la orquesta y Huangci. La pianista, solvente siempre, se mostró más cómoda del lado europeo que del jazzístico de una obra que en definitiva resulta despareja en su vocación descriptiva. Tras el caloroso aplauso, notable resultó Huangci también en el bis: una sutilísima versión de la Danza española nº2, Oriental, de Enrique Granados.

La segunda parte fue para el Bernstein más extravertido, el de las comedias musicales de Broadway. Una selección de tres momentos de On the Town, reveló la gracia del compositor para teatro, sentimental y danzante. De memoria y sin batuta, Diemecke dirige con todo el cuerpo y sacó lo mejor de una orquesta atenta y aceptablemente equilibrada. Antes del final, el director mexicano saludó a Marcelo Bru, suplente de solista de los violoncellos, en su último concierto con la Filarmónica.

El final llegó con Danzas sinfónicas de West Side Story, la música de lo que en cine se conoció como Amor sin barreras –la versión estadounidense de Romeo y Julieta–, una de las comedias musicales más celebradas de todos los tiempos, que de distintas formas entró en los repertorios populares y también encontró su lugar las salas de concierto. La suite de danzas elaborada por el mismo Bernstein en 1961 lleva la marca en el orillo. Entre la explosión ditirámbica del Mambo y la sensibilidad de María en aires de cha-cha-cha –por destacar un par de los nueve momentos–, Diemecke, en su decimosegunda temporada al frente de la Filarmónica, mantuvo intacta el aura expansiva de una obra que por su inmediatez y gracia resultó un buen cierre para un concierto merecidamente muy aplaudido.