El discurso de las autoridades del gobierno nacional suele hacer énfasis en los esfuerzos y sacrificios que los argentinos deben hacer para salir adelante y encauzar el país en un sendero de crecimiento que algún día permita a todos recibir su merecida parte. Sin embargo, el resultado de las medidas económicas implementadas desde el inicio de la gestión de Cambiemos han hecho de la Argentina un saco roto en el que poco queda del aporte realizado por quienes contribuyen con su trabajo para llenarlo.

El proceso de desregularización del mercado cambiario, la liberalización del movimiento de capitales y el endeudamiento externo, han sido pilares del esquema económico de Cambiemos que, ciertamente, eliminó las restricciones al acceso de la divisa. Esto pudo haber satisfecho el deseo de algunos sectores con poder adquisitivo, pero produjo al mismo tiempo un impacto de gran magnitud sobre las cuentas externas del país, incrementando la dependencia del capital extranjero y profundizando la fragilidad de la economía nacional ante posibles crisis internacionales. A dos años de producido el cambio, se puede observar que la política liberalizadora no generó la confianza que se esperaba, sino que, por el contrario, se alentó la especulación profundizando la fuga de divisas y debilitando aún más la posición externa de la economía nacional.

Esta situación encierra un gravoso problema de distribución y equidad, puesto que el aprovechamiento que algunos hacen de este esquema liberalizador se financia a costa del Estado que, bajo el actual gobierno, reparte los esfuerzos cargando proporcionalmente más sobre los que menos tienen, y condicionando seriamente la libertad de acción y decisión política de las futuras generaciones.

Los datos oficiales son contundentes: según el Balance del Banco Central, en enero de 2018 la formación neta de activos externos del sector privado no financiero contabilizó 3124 millones de dólares, uno de los niveles más altos desde la flexibilización del mercado, de los cuales 1606 millones de dólares fueron a compras netas de billetes y 1518 millones de dólares a las transferencias netas de residentes al exterior. En el acumulado entre enero de 2017 y enero de 2018, la formación neta de capitales externos totalizó en 25.272 millones de dólares, registrándose un aumento de 154 por ciento, es decir, 15.321 millones de dólares más que lo registrado en 2016.

Para interpretar la dimensión de estas cifras vale compararlas con el nivel de formación de activos externos en años de crisis mundial o con la variación de las reservas en el mismo 2017. El valor de activos externos en enero pasado representó uno de los niveles de fuga más elevados desde mediados de 2008 cuando estalló la mayor crisis financiera de la historia mundial. Específicamente, la formación neta de activos externos en 2008 totalizó en 23.098 millones de dólares, valor aun inferior al acumulado entre enero de 2017 y enero de 2018. 

Respecto a las reservas internacionales, en 2017 crecieron alrededor de 15.747 millones de dólares, es decir, 6401 millones de dólares menos que el aumento de la formación de activos externos en el mismo periodo. Dado que la lluvia de inversiones nunca llegó, y que el déficit comercial de 2017 batió un récord superando los 8500 millones de dólares, la variación de reservas se explicó principalmente por las colocaciones de deuda que, lejos de apalancar el desarrollo, permitió mantener el dólar subvaluado y financiar la fuga de divisas. 

Asimismo, en enero de 2018, el déficit de la cuenta “viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta” registró un incremento interanual neto de 6 por ciento al aumentar la cantidad (y los gastos) de los argentinos que viajan al exterior respecto de los gastos que los extranjeros realizan en el país. Mientras que los ingresos brutos totalizaron 229 millones de dólares, los egresos brutos fueron de 1567 millones de dólares. El creciente déficit en el rubro del turismo concuerda con los resultados de la Encuesta de Turismo Internacional que el Ministerio de Turismo realiza junto con el Indec, donde se exhibió que la pérdida de divisas por turismo en 2017 fue un 25 por ciento mayor a la del 2016, alcanzando los 10.662 millones de dólares.

Respecto a la remisión de ganancias a las casas matrices en el exterior, el gobierno permitió que las empresas vuelvan a remitir sus utilidades, eliminando la obligación de reinvertirlas en el país, como les había impuesto el gobierno anterior. En este caso, el acumulado de 2017 muestra una caída del 29 por ciento de los giros de utilidades y dividendos respecto al año anterior, pero resulta un 620 por ciento por encima del acumulado de 2015, marcando claramente el éxito del objetivo liberalizador.

Los datos expuestos por el Banco Central revelan que desde enero de 2017 a enero de 2018 la fuga de capital (formación de activos externos, gastos en turismo y giros de dividendos) totalizó 39.465 millones de dólares, lo que sumado a lo fugado en el 2016 por los mismos conceptos, supera los 60.800 millones de dólares.

Mientras que por un lado el gobierno pide un nuevo esfuerzo a los jubilados, a los trabajadores y ajusta sobre los más necesitados, por el otro facilita y promueve una fuga de capitales sin precedentes subsidiando la divisa con el artificio de endeudar al país en niveles de riesgosa insolvencia. El esquema económico montado por Cambiemos resulta así inequitativo, pero también lesivo de los intereses nacionales y de las posibilidades de emprender un sendero de crecimiento estable y sostenidos, bajo parámetros de justicia social y equidad distributiva.

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