Nada nos humaniza más que la aporía, ese razonamiento del que surgen contradicciones o paradojas irresolubles.
El pasado no es sólo historia, es también memoria.
La economía es un género arrítmico, imposible de bailar, súbito pandemonio que cuando llega una crisis, y siempre llega, provoca un zigzagueo incluso en el terreno de las ideas.
El viejo liberalismo hace tiempo que mutó en “neo” y abandonó su parte escasa de humanidad. Desde su larga marcha viene haciéndose rico, y el mundo concediéndole el deseo.
En la vida todo es dialéctico. “A ver si tenemos suerte en este feriado puente”, expresaba una madre desolada que necesitaba un hígado para su hijo.
El pasado no es solo historia, es también memoria. Sabemos que la condición humana es el olvido, pero los recuerdos siempre nos esperan.
En la niñez todo es para siempre. Un tiempo donde incluso los infiernos se pronuncian. El abuso infantil ha existido siempre, pero nunca en la historia tan bien documentado como ahora.
Las verdaderas pandemias mortales de este planeta son el hambre, las guerras, la emigración masiva, el trabajo infantil, la violencia machista y la violencia indómita, en todas sus formas.
Babeamos. Con este Mundial babeamos. Debe ser el lujo, el glamour, lo exótico. Lo diferente. Debe ser el embrujo de la insolencia extravagante de la riqueza extrema.
Uno no entiende por qué son malos los soldados rusos que invaden Ucrania y buenos los “marines” norteamericanos que invadieron Granada.