Mar 11.07.2006

DEPORTES • SUBNOTA  › OPINION

No importa qué dijo Materazzi

› Por Karl-Heinz Rummenigge *

Tácticamente, este Mundial no aportó nada nuevo. ¿Y cómo podría haberlo hecho? Como profesional, hoy se sabe cómo se juega en Africa, Asia y Sudamérica. El mundo del fútbol es transparente. Ya no hay sorpresas.

Asombroso fue quizá que disputaran la final dos selecciones que actúan con un solo atacante. Yo prefiero claramente el juego con dos atacantes, porque así es posible construir mucha más presión. Para mí, por primera vez es un estratega de la defensa el jugador del torneo: el italiano Fabio Cannavaro. Es única la manera en que mantuvo unida a su defensa.

En cambio, me siento triste por la despedida de un astro tan gigante como Zinedine Zidane. Un drama. En Berlín se discutía en la tribuna menos sobre el campeón del mundo –Italia– que sobre Zidane.

No importa lo que le dijo el italiano Materazzi. En el fútbol hay que saber manejarse con ello. Pero Zidane parece ser muy inestable en ese sentido. Con esa expulsión, el partido, en el que los franceses parecían más frescos, se dio vuelta.

Ganar la final con penales es también una cualidad. Sobre todo porque los italianos hasta ahora eran considerados los grandes fracasados de esa disciplina.

Tras este grandioso Mundial sólo quedan dos deseos: el primero es que este ambiente impresionante de los aficionados pase también al fútbol cotidiano. Y el segundo, que el “estilo Klinsmann”, si se me permite llamarlo así, encuentre más impulsores. El estilo Klinsmann es jugar con coraje y hacia adelante. Los alemanes jugaron el fútbol más valiente y fueron premiados por ello honestamente por los aficionados. Entusiasmaron y arrastraron.

Incluso cuando el deseado éxito mayor no llegara, encontraron total aceptación de parte de los seguidores. También porque el equipo llevó adelante su estilo hasta el último partido con compromiso y motivación. Es la primera vez que vi que un partido por el tercer puesto se encarara de forma tan seria. Los espectadores premiaron a los jugadores con un festejo, como si hubieran ganado algo más.

Tras la final, fue maravilloso ver cómo los aficionados italianos y franceses salían del estadio –y no sólo allí– pacíficamente y celebraban juntos. No pasó nada. Y eso no siempre fue así. Todos se dejaron llevar por el ambiente pacífico que se prolongó durante todo el Mundial y que, para mí al menos, fue la mayor ganancia.

Desearía que este nuevo sentimiento se trasladara al fútbol doméstico, para que la carta de la agresividad ya no se juegue tanto. El fútbol debe entenderse como fiesta de la convivencia y no de la agresividad mutua, a pesar de todas las rivalidades deportivas.

* Ex astro de la selección de Alemania entre 1982 y 1990.

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