Vie 21.07.2006

EL MUNDO  › ESCENARIO

Ventana de oportunidad

› Por Santiago O'donnell

La guerra del Líbano ya tiene guión y duración, aunque se sabe que en una guerra puede pasar cualquier cosa. Ya está decidido, con el visto bueno de Estado Unidos, que va a durar al menos una semana, aunque las fuentes militares israelíes habrían manifestado que necesitan dos semanas, no una, para terminar el trabajo. Digamos unos diez días, entonces. Diez días para aplastar la guerrilla de Hezbolá y esperar la llegada a Israel de Condoleezza Rice para encabezar las negociaciones que derivarán en un rimbombante anuncio sobre el esfuerzo multilateral para reconstruir, una vez más, el Líbano, con todos los ingredientes políticos y las garantías de seguridad, inversiones europeas, y el apoyo de los árabes moderados a cargo de gobiernos como Arabia Saudita y Jordania, donde el fundamentalismo islámico causa problemas de gobernabilidad. Kofi Annan desplegará toda su impotencia, Estados Unidos vetará alguna moción de censura que llegará al Consejo de Seguridad para disimular la pasividad europea, y la Liga Arabe hará declaraciones que suenen bien en los países que la componen.

“No estoy seguro de que a esta altura vayamos a intervenir”, declaró ayer Tony Snow, el vocero de George W. Bush, antes de trazar una analogía por lo menos llmativa. “No creo que sea el momento de sacar el cartel de ‘pare’.” En cada suburbio de Estados Unidos, por las mañanas miles de policías sostienen un palo con ese cartel, un octágono rojo que dice “stop”, para frenar tránsito y cruzar niños camino a la escuela. Dos cosas dejó en claro la metáfora elegida por el vocero de Bush para que se entienda fácilmente en los hogares norteamericanos del medio oeste, donde el conocimiento de la escena internacional es más bien escaso. Uno, Estados Unidos es el vigilante que aplica la ley y regula el tránsito. Dos, Israel debe llegar a destino y no es momento de frenar su marcha para proteger a los niños inocentes, aunque en algún punto sería deseable.

¿Qué ocurrirá cuando Estado Unidos finalmente muestre el cartel y mande a Condoleezza con la valija llena de dólares y el tratado de paz consensuado con Israel en el bolsillo?

Bueno, depende. La idea de destruir a Hezbolá en 10 días les sonará bien a algunos pero parece difícil que se pueda lograr solamente con bombardeos, por más destructivos que éstos sean y por muchos civiles que sucumban en los escombros, tal como demostraron las últimas campañas aéreas en Irak y Afganistán. Por ahora los representantes de Hezbolá se muestran desafiantes, a tono con el aumento gradual del alcance y poder de destrucción de sus cohetes. “Habrá más sorpresas”, prometió ayer Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá. “La resistencia ha usado una parte muy pequeña de su fuerza”, abundó Hussein Hagg Hassan, vocero de la milicia. Y no es un detalle menor, para cualquier plan de reconstrucción de la democracia en el Líbano, que Nasrallah es el político más popular de ese país y difícilmente deje de serlo en los próximos diez días, si logra mantenerse vivo.

Otro detalle: Siria e Irán, que ya obtuvieron las garantías públicas necesarias de que no serán atacados por boca del propio premier israelí. Por lo tanto, no tienen razones para retacearle sus misiles a Hezbolá hasta que Israel se retire derrotado, o hasta que no quede ni un miliciano vivo en la frontera.

Así las cosas, queda la opción de una ofensiva terrestre para aprovechar al máximo la ventana de oportunidad decretada por el policía de tránsito. Esta escalada seguramente produciría más muertes, más destrucción, másprotestas y más dificultades políticas y militares, pero está dentro de lo previsto.

Ah, sí. El vocero de Bush también aclaró que el presidente norteamericano “está muy preocupado por el drama humanitario en el Líbano”. Se nota que está muy preocupado y que el resto de mundo también. Pero bueno. Para la negociación global, antes de mostrar el cartel de stop parece conveniente dejar pasar algunos misiles.

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