Dom 16.09.2007

EL MUNDO  › ESCENARIO

Asesinos virtuales

› Por Santiago O’Donnell

La ola de rumores sobre la muerte de Fidel Castro llegó a esta redacción, como a todas las redacciones del mundo, a fines del mes pasado. Se chequeó y se desechó, como tantos otros rumores, y lo mismo pasó en infinidad de redacciones. Pero no fue así en el sur de Miami, donde vive la gran mayoría de los opositores cubanos, incluyendo los radicales que desean la muerte del viejo líder.

Allí, los periodistas se movieron con otra lógica. Y es interesante lo que dijeron, lo que escribieron, la gente que eligieron para entrevistar, las declaraciones de los entrevistados que ellos reprodujeron y las explicaciones que dieron al sitio Poynter.org para justificar el supuesto valor periodístico de sus informes.

El rumor es un arma poderosa en la guerra de propaganda. En este caso el objetivo es la muerte virtual de Castro. ¿Por qué? Porque habilita las especulaciones de los únicos interesados en hablar del tema, que son los que desean verlo muerto. Y en este juego los medios no son inocentes, como se verá.

Los rumores empezaron a invadir los blogs el mismo día en que Castro le delegó la presidencia a su hermano en el 2006 y reaparecieron con fuerza a mediados del mes pasado. El 16 de agosto el popular blog farandulero Perez-Hilton.com matizó sus habituales chismes sobre Paris Hilton y Linsday Lohan, con un breve texto sobre Castro. “Escuchamos rumores muy fuertes sobre la muerte del dictador cubano... no hay confirmación oficial, pero vamos a seguir esta historia muy de cerca”, se relamía la blogger.

Tres días más tarde llegaría la primera “confirmación”, gentileza del desconocido sitio “Radio City de Madrid”, según los bloggers de Miami que lo levantaron. “Radio City” citó fuentes anónimas de la isla para asegurar que el deceso se había producido y agregaba un par de detalles que le daban verosimilitud al trascendido. Tres edecanes de Castro y un comandante de apellido Choura habían sido detenidos en La Habana para evitar que se filtrase la noticia, aseguraba “Radio City”, y el personal de seguridad de Fidel había sido transferido a distintas unidades militares. Decenas, si no centenares, de blogs amplificaron la pseudonoticia.

Cuatro días más tarde Perez-Hilton confirmó su falsa primicia y, ya sin signos de interrogación, anunció que Castro había muerto. Como “Radio City”, se basó en fuentes anónimas y agregó detalles verosímiles. La policía del estado de Florida había sido alertada y se había programado una conferencia de prensa en Washington para hacer el anuncio a las seis y media de la tarde.

A las seis y media de la tarde del viernes 23 de agosto un grupito de fanáticos se juntó en la Calle Ocho, el epicentro habitual de las manifestaciones anticastristas, para esperar la bendita conferencia de prensa flameando banderas cubanas y norteamericanas.

La pequeña reunión fue explotada por el canal de televisión local NBC 6 News en un informe de 2:45 minutos. El informe incluyó una entrevista con un sujeto que aparece descripto en el cintillo del noticiero como “Carlos Vega, cree que Castro está muerto”. También hablaron Lorenzo Quinterno y Lourdes Perna, cuyos nombres aparecían en el cintillo junto a la leyenda “escucharon los rumores sobre Castro”. Tom Llamas, el autor del informe, justificó su trabajo diciendo que había recibido “como veinte llamadas” de distintas personas requiriendo información. “Entre otros, me llamó el hombre que reparó mi aire acondicionado y algunos ex compañeros de la secundaria”, explicó.

El informe de televisión, basado en especulaciones callejeras, fue levantado a su vez por las radios, que citaban como fuente ya no los rumores, sino la cadena de televisión.

Al día siguiente el rumor siguió escalando con un despacho de la agencia Associated Press (AP). En el copete contrastaba la “versión oficial en Cuba” con “lo que se dice en las calles de Miami”. Tildaba a los rumores de “prematuros” pero los justificaba por la ausencia de imágenes del cumpleaños 81 de Fidel la semana anterior y por el supuesto hermetismo del gobierno cubano. El despacho incluía una desmentida clara y concisa del canciller cubano Felipe Pérez Roque desde Brasil, pero a renglón siguiente citaba a Sandra Avila, vendedora de ropa en una tienda de Miami: “Ya había escuchado los rumores otras veces, pero ahora la sensación es distinta, como que esta vez es verdad”. El remate del cable de AP quedó a cargo de Joanna Burgos, del grupo anticastrista Raices of Esperanza (sic): “Para nosotros no se trata de esperar la muerte de una persona; lo que esperamos es la oportunidad para que la gente joven en la isla pueda vivir libremente, y (la muerte de Castro) puede abrir una puerta para que eso suceda”. Terry Spencer, editor de la AP en Florida, justificó la nota diciendo: “Después de tres semanas de rumores, era hora de hacer algo al respecto”.

Dos días más tarde el periódico The Miami Herald, principal diario de la región, decidió que ya era tiempo de visitar a los anticastristas para hablar del rumor. La nota de Ana Menéndez destaca la madurez y serenidad de los viejos cubanos de Miami: “No había festejos en (el geriátrico) Casa Linda, nada de poses para las cámaras, ningún pedido de sangre, sólo mesurada expectativa”. Y cita a Millo Ochoa, de 99 años, que no pidió sangre pero tampoco se privó de celebrar antes de tiempo. “Yo sabía que eventualmente moriría Castro, y sabía que viviría para ver ese día.”

La semana siguiente el Herald la siguió con otro artículo, esta vez desde Cuba. “Hay tan poca información pública disponible en Cuba que ni siquiera alcanza para hacer especulaciones interesantes”, empezaba la nota. Sin embargo, el corresponsal del Herald consiguió una especulación, sino interesante, al menos macabra: “Alguna gente dice que ya ha sido cremado, otros dicen que fue preservado con cera en algún lado, pero la verdad es que nadie sabe nada”, dijo “Juan, jubilado de 80 años”. El editor general del Herald, Dave Wilson, justificó la cobertura con un argumento tan curioso como irrefutable: eventualmente todos morimos. “Tenemos que tomar estos rumores con pinzas porque hasta ahora todos fueron falsos, pero algún día uno de ellos será verdadero”, explicó.

Otros medios manejaron el rumor con más prudencia. Algunos, como el Charlotte Observer, aprovecharon el editorial que Castro publicó el 26 de agosto, que incluía la fecha, hora y minuto en que fue escrita, más una desmentida exasperada de Hugo Chávez, vocero habitual de la salud del líder cubano, para decir que los rumores eran infundados. Por su parte el Wall Street Journal dio cuenta del rumor, pero lo ridiculizó al atribuírselo al blog de Perez-Hilton. France Presse se lo tomó en serio: en un despacho desde La Habana publicó tres desmentidas de funcionarios de primer nivel, dio cuenta del prolífico trabajo intelectual que Castro viene desplegando en los últimos meses con sus columnas editoriales, y dio por terminada la cuestión. En cambio el diario Sun-Sentinel de Florida, competidor del Herald, directamente ignoró el rumor. “Cuando nosotros lo publiquemos, dejará de ser rumor”, dijo su editora general, Sharon Rosenhause.

Poco antes de enfermarse, durante su última visita a la Argentina en julio del 2006, Castro debió refutar por enésima vez rumores sobre su muerte. Lo hizo con humor, tal vez la mejor defensa. “Yo me muero casi todos los días”, dijo entonces. “Pero eso me divierte mucho, realmente, y me hace sentir más saludable. He resucitado muchas veces.”

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