Dom 25.10.2009

EL PAíS  › ABISMO CULTURAL Y NUEVAS RELACIONES DE PODER

De remate

La insólita denuncia del senador Morales contra Milagro Sala, de quien acaba de descubrir que es mafiosa y vinculada con la droga. Exasperación por el crecimiento de formas de organización popular que acaban con el clientelismo y la marginalidad, mientras se definen nuevas relaciones de poder, en el Congreso, en los partidos, en el mundo sindical, en su relación con las empresas y en los contextos regional y global.

› Por Horacio Verbitsky

Gerardo Morales dice Tupac Amarú, como pronunciaban los colonizadores españoles. Así lo aprendieron desde hace siglo y medio los niños porteños en las escuelas públicas del positivismo encargadas con el Ejército y su servicio obligatorio de homogeneizar a la inmigración europea. Milagro Sala y sus compañeros en la organización social autogestionaria más extensa y original del país dicen Túpac Amaru, como los aymaras y el mundo andino. La desavenencia lingüística proviene de un abismo cultural (Milagro Sala dice que antes que argentina es americana y reivindica la historia anterior a la llegada de Colón), con componentes sociales, económicos y políticos. Sus ecos se amplifican en este momento de transición de la escena nacional, cuando se definen nuevas relaciones de poder, en las cámaras del Congreso Nacional, en los partidos políticos, en el mundo sindical, en su relación con las empresas y en los contextos regional y global.

Cazador sin presa

La aprobación por amplia mayoría de varias leyes importantes, entre ellas la de comunicación audiovisual, ha exasperado a las fuerzas de oposición que no consiguen someter a una fuerza que luego del mediocre resultado en las elecciones de medio término no ha perdido la voluntad política ni la capacidad de concretarla. “Son como un cazador desconcertado porque no encuentra la presa herida allí donde la vio caer”, dice un dirigente sindical de relación ambivalente con el gobierno. Morales y su principal aliada, Elisa Carrió, están entre los más exaltados, por razones que además se vinculan con la interna del tronco radical y sus adherencias. La noche del 28 de junio, con el ingenio publicitario de la chaqueña, clamaron victoria, una hipótesis poco compartida. Esta semana la UCR elegirá a su nuevo presidente. Morales no está en condiciones estatutarias de ser reelecto, pero no ha perdido la esperanza de forzar una reforma para permitirlo. Carrió aún no puede ocultar la frustración por su tercer puesto porteño. Sonríe, guiña el ojo, ironiza que no puede hablar del 2011, que les pregunten a los que ganaron. Pero cree que, con su ayuda, Morales sería mejor candidato que el vicepresidente Julio Cobos, lo cual mide la devaluación de ese espacio. Su pulsión primordial es aniquilar a Kirchner, la secundaria, destruir a Cobos. Cuadrar ese círculo de fobias es tan difícil como sostener que la Túpac Amaru es una fuerza de choque kirchnerista y que Quebracho la apoya. Cuando Morales y María Eugenia Estenssoro hablaban en el Senado de grupos armados y Oscar Castillo comparaba la situación argentina con la de la Italia de preguerra, el rostro del presidente de la bancada radical, Ernesto Sanz, la alternativa de Cobos a la reelección de Morales era elocuente. La armonía no es mayor entre los miembros de Unión-Pro, donde tanto Francisco De Narváez como Maurizio Macri y Felipe Solá aspiran al mismo cetro. (De Narváez también apuesta al Uruguay, donde aportó recursos a la campaña del Menem oriental, Luis Lacalle, para las pegatinas Muji-K y las de las Brigadas Bolivarianas, la contratación como asesor del ecuatoriano Jaime Durán Barba y la movilización del partido blanco en Buenos Aires). Para terminar de complicarlos apareció el ex senador Eduardo Duhalde, con su eterno know-how del empujón y sus siempre bien dispuestos socios del Episcopado Católico, que anhelan recuperar la centralidad que Duhalde les dio en 2001 para el derrumbe del gobierno corrupto y violento de Fernando De la Rúa y la resignación ante la brutal transferencia de ingresos consumada en días. El dirigente patronal agropecuario Eduardo Buzzi, en ruta hacia Luján con una Virgen y un estandarte del Sagrado Corazón e invocando ante Clarín “un clima enrarecido, como el del segundo semestre del 2001, de salida de la convertibilidad”, señalan el sendero. La Túpac Amaru es un fantasma que todos ellos agitan, con múltiples propósitos: atacar al kirchnerismo que le ayudó a consolidarse como expresión territorial e ideológica, abortar el crecimiento de una forma de organización social sólida y viable, generar una imagen de inestabilidad y violencia al que pueda atribuírsele cualquier hecho desestabilizador y forzar al gobierno a renunciar a uno de los pilares de su política: la decisión de no reprimir a las organizaciones sociales que lo diferencia de Menem, Duhalde y De la Rúa.

Ni puentes ni rutas

El abismo cultural cifrado en la acentuación de dos palabras explica que la imprecisa denuncia de Morales haya encontrado inmediato eco en su colega justicialista de Guillermo Jenefes. No hay duda que Morales fue víctima de una alevosa agresión, como antes lo había sido el diputado kirchnerista Agustín Rossi: le arrojaron huevos y útiles de oficina en San Salvador. Pero nada tuvieron que ver la Túpac Amaru ni el gobierno nacional. Milagro Sala estaba a 35 kilómetros de distancia, de lo que ofreció quinientos testigos. El escrache fue obra de la Organización Libertad, que comparte con la Túpac Amaru una red de organización sociales, así como los industriales metalúrgicos se sientan en la UIA con los aceiteros y los fabricantes de neumáticos y todos reciben beneficios promocionales del Estado. La misma organización ya había escrachado en marzo a Morales, durante una visita a Purmamarca. Lo acusaban de favorecer la construcción de hoteles de lujo para el turismo internacional en tierras de las comunidades aborígenes. El pedido de informes de Morales que el Senado aprobó esta semana menciona con encomiable sinceridad que la Túpac Amaru tiene tal poder que instaló en la agenda pública provincial “la ley de reforma edilicia, aún con la negativa del entonces gobernador y de las organizaciones de profesionales del sector”. En una involuntaria alabanza, Morales se quejó porque ese poder “es una suerte de contrapeso relativo de los poderes económicos, en la práctica política” y “los gobernadores apelan a los reclamos sociales como excusa para negociar mejor frente a los actores más influyentes de la política local”. Morales sostuvo que “la gente quiere cobrar su derecho pero no quiere cortar rutas o puentes”. Milagro Sala respondió que la Túpac Amaru respeta a quienes cortan rutas, pero no lo hace porque perju- dica a terceros. En cambio manifiesta frente a las sedes gubernativas.

Bipartidismo sui generis

Como el cordobés Roberto Urquía, Jenefes también ingresó a la política a partir de su poderío económico. Opuesta sería la situación de Morales, si se probaran las acusaciones que la Túpac Amaru le formuló esta semana en la conferencia de prensa frente al Congreso. Según el documento entregado por la organización, cuando comenzó su carrera política Morales sólo tenía una casita. Ahora poseería con testaferros el hotel Panorama, en Belgrano y Patricias Argentinas, de San Salvador, dos edificios en construcción en las calles Güemes e Independencia, varios departamentos y terrenos, en Jujuy y Córdoba, plantaciones de soja en Santiago del Estero, una financiera en Buenos Aires y una FM trucha que recibe un subsidio de 1,5 millones de pesos al año del gobierno provincial. También negocia “quedarse con parte de las tierras del ingenio azucarero en quiebra La Esperanza”, dijeron. Ante una publicación de esta columna Morales dijo que no producía soja, ni en forma directa ni a través de otra persona. Pero no negó que su hermano fuera titular de inversiones en esa actividad. Jenefes y Morales recorren el mismo camino en dirección opuesta, pero en cualquier caso la política y los negocios forman una trama de intereses, que se ponen incandescentes ante cualquier intento de transformación. La semana pasada, Morales dijo que también Jenefes había sido agredido por la diabólica organización, a la que llamó mafiosa, vinculada con la droga y temida por el gobernador Walter Barrionuevo. Agregó que muchos dirigentes del Partido Justicialista y de la Unión Cívica Radical “no estamos dispuestos a soportar lo que está pasando en Jujuy”. Jenefes asintió y dijo que había sido agredido cinco veces por la Túpac Amaru. Su íncubo es la radio de frecuencia experimental Túpac, autorizada por el COMFER, a la que siente como una amenaza para el multimedios familiar, que conforman el Canal 7 de televisión, la radio AM Visión en San Salvador y dos radios FM, en Perico y Libertador. Así se lo explicó a sus compañeros de bloque cuando se trataba la ley audiovisual. También es propietario del Hotel y Casino Howard Johnson Plaza y de una mansión de estilo feudal en Guerrero, que los pueblos originarios reclaman como propia. A comienzos de este año Milagro Sala denunció que Jenefes había desmontado más de mil hectáreas de bosques nativos en la finca Real de los Toros, en Palma Sola, con una autorización especial, que la Túpac Amaru objetó en la Legislatura jujeña. Su hermano Sergio fue designado ministro del Superior Tribunal de Justicia, como parte de un acuerdo con Morales, pese a que la CTA y los organismos defensores de los derechos humanos recordaron su actuación como subsecretario de Desarrollo Social durante la dictadura. Morales también dijo en el Senado que la Túpac Amaru “tiene empresa de transporte” y “se quiere meter en barrido y limpieza y ha comprado maquinarias”. Su colega Beatriz Fellner, hermana del ex gobernador jujeño, preguntó si estaba mal que los pobres se organizaran y quisieran “entrar en el negocio” de la recolección de basura y el transporte “o siempre tiene que quedar en determinadas manos y que los pobres solamente reciban un sueldo”. El problema de fondo es que los tupaqueros no lo ven como un negocio.

Rendición de cuentas

Otro capítulo de la diatriba de Morales fue que la Túpac Amaru no rendía cuentas de los fondos que recibía. Dijo que a su pedido la Auditoría General de la Nación envió dos auditores “y los sacaron corriendo”, igual que a los de la provincia y los del municipio. Cuando lo escracharon estaba con el Auditor General de la Nación, el también radical Leandro Despouy, un destacado defensor de los derechos humanos en el exilio durante la dictadura militar y hoy relator de Naciones Unidas sobre la independencia de jueces y abogados. Consultado para esta nota, Despouy no confirmó la denuncia de Morales. “Al principio la organización no quería ser auditada, pero después accedieron, cuando les explicaron qué información buscaban. Aparentemente la información que se buscaba se obtuvo”, dijo. Explicó que la auditoría no comprendió sólo Jujuy o la Túpac Amaru sino que forma parte de un relevamiento en todas las provincias, cuyo resultado estaría listo en dos o tres meses. “No estamos contra los planes sociales”, aclaró. La Túpac Amaru envió a este diario copia de actas levantadas por los auditores de la AGN, Alberto Garré y Elvira Muñoz. Un acta dice que a pedido de los municipios de Santa Clara y El Piquete las obras fueron construidas por desocupados de la zona que no tenían planes sociales, con 32 operarios en lugar de 16, para dar trabajo “a mayor cantidad de gente”, constata que la factura corresponde al personal afectado a la obra, que todos han sido asegurados, adjunta las facturas de compra de materiales e informa que la obra está terminada, “no obstante quedar un saldo impago”. En su respuesta a Morales desde las puertas del Congreso, la Túpac Amaru explicó que construía mil viviendas sociales al año, dentro del programa federal de emergencia habitacional. El ministerio federal de Planificación gira los fondos al Instituto Provincial de Vivienda, que a su vez los remite al Municipio. Recién en esa instancia, la municipalidad paga a la cooperativa de desocupados, en seis cuotas, contra certificación del avance de la obra por el Instituto Provincial. De los 15 mil cooperativistas de Jujuy sólo un tercio integran la Túpac Amaru. El intendente de San Salvador, Raúl Jorge, del sector político de Morales, emplea el mismo programa con otras 13 cooperativas municipales. También tienen las suyas la Iglesia Católica y otras ONGs. La auditoría es ineludible para llegar al pago. “Es contradictorio que el jefe político del intendente nos acuse de manejo discrecional de fondos que nunca podríamos recibir sin la firma de Jorge”, dice la Túpac Amaru. Lo mismo responde a la acusación de Morales sobre la falta de escrituración de las casas, que usarían como elemento de extorsión: “La escritura corresponde al municipio”. Según Morales, los miembros de la Túpac Amaru registraron armas en el ente de control y Milagro Salas “ha recibido una licencia de instructora de tiro”. Dirigentes de la Túpac Amaru dijeron que su conductora sólo posee una pistola, regalo de Germán Abdala, y que su verdadera arma es el horno de barro.

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