Vie 04.02.2011

EL PAíS  › VITORES Y BOMBOS EN LA INAUGURACION

Crónica en el Albariño

› Por Emilio Ruchansky

A poco más de un mes del desalojo de Club Albariño en el barrio porteño de Villa Lugano, Cristina Fernández de Kirchner inauguró allí un cuartel de bomberos. “Este lugar es un símbolo de lo que es necesario, de la seguridad y el desarrollo social que le dan valor a la sociedad”, dijo la Presidenta, tras aclarar que “seguridad” significa “acceder a los servicios básicos de la ciudadanía: salud, vivienda, educación y trabajo registrado y estable”. En su discurso mencionó la escuela shopping, la negativa del gobierno porteño por Tecnópolis, el paro en el puerto de Rosario y reclamó que,“para construir una sociedad democrática en serio”, los que protestan eviten cortar las calles o rutas. También recordó a Néstor. “Este es un homenaje a su forma de resolver problemas”, dijo.

Luego del acto de entrega “en comodato” del terreno, que pertenecía a los ferrocarriles y pasó a la órbita de la Policía Federal, la presidenta reflexionó sobre el violento conflicto en las inmediaciones del Club Albariño entre vecinos y ocupantes, a fines de diciembre pasado. “Este lugar parecía haberse convertido en el epicentro de la catástrofe, de la disolución nacional como quisieron mostrar algunos medios. Pero pudimos recuperarlo con la Constitución, con la ley, con un juez que procesó a los que organizaron la toma. Y lo hicimos sin ejercer la violencia física sobre ningún ciudadano”, afirmó.

Antes de hacer la convocatoria a no utilizar los cortes como eje central de las protestas, la Presidenta destacó la actuación del juez federal Daniel Rafecas, aseguró que nunca un gobierno había hecho tanto por equipar a todas las fuerzas de seguridad y aconsejó a la gente no violar la ley para reclamar. “Si quieren hacer un corte, que lo hagan un poquito más sobre la vereda, sin perjudicar a la gente que va al trabajo o a la escuela”, dijo y añadió: “cuando la patronal no paga lo que debe, hay que ir a denunciarlo al Ministerio de Trabajo que siempre se hizo cargo”. Luego criticó los recurrentes pedidos de mano dura cuando se tomó el Club Albariño: “Que alguien viole la ley tampoco nos da carta blanca para restablecer el orden usando la fuerza”.

En el público se mezclaban vecinos, organizaciones barriales y políticas como la Jotapé o La Cámpora. “Y ya lo ve, es para Macri que lo mira por TV”, cantaba la gente cuando Fernández de Kirchner interrumpió para aclarar: “En realidad es para todos los vecinos del lugar...”. Luego pidió que bajaran las banderas y enseguida se corrigió: “Perdón, las banderas no se bajan nunca, se enrollan en todo caso”. En ese momento se mezclaron risas y aplausos. Y ella siguió: “Diciembre fue un mes curiosamente violento, de tomas, como si alguien quisiera arruinarle las fiestas a los argentinos”. A su lado estaban sus ministros de Economía, Desarrollo Social y Seguridad, Amado Boudou, Alicia Kirchner y Nilda Garré. También el secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli, y la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini. En los palcos preferenciales la plana mayor de la Policía Federal y los legisladores porteños Tito Nenna, María José Lubertino y Gabriela Alegre. También estuvo la actriz Esther Goris, el activista por la diversidad sexual, Alex Freyre, y Claudio Morgado, titular del Instituto contra la Discriminación.

Las Madres de Plaza de Mayo, que aportaron al predio cuatro oficinas para el Ministerio de Desarrollo Social, llegaron puntuales y esperaron a la Presidenta dentro de la combi de la asociación para evitar el calor. Boudou charló largo rato con el sindicalista Julio Piumato. A cien metros de ellos, una camioneta blanca con el calco de “Judiciales”, los lanzaba como la fórmula electoral kirchnerista en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando las Madres finalmente se acercaron al escenario fueron ovacionadas.

El discurso de la Presidenta duró casi media hora y fue hecho bajo el hangar del futuro cuartel XI Albariño de los bomberos de la Policía Federal. En un costado, cerca del escenario, el jefe de esta nueva estación contó a Página/12 que habrá cinco autobombas y cincuenta bomberos. “Hay un cuartel en Lugano 1 y 2 y otro en Mataderos. Era una necesidad porque es difícil acceder a Ciudad Oculta”, explicó Gustavo Bonzi.

La relación con la comunidad, agregó el nuevo jefe, se basará en tareas preventivas y charlas sobre los riesgos de las instalaciones eléctricas precarias o de la sobrecarga de enchufes, entre otras cuestiones. Detrás de Bonzi se acomodó la orquesta de la Policía Federal que no pudo hacerse notar ante los bombos de las organizaciones presentes.

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