Mié 17.03.2004

EL PAíS  › FUERTE COMPROMISO ENTRE KIRCHNER Y LULA SOBRE LA NEGOCIACION DE LA DEUDA

Cómo superar el tabú del superávit

La comitiva argentina logró un documento final en el que se ponen límites a la necesidad de ahorro fiscal y queda relacionado el superávit con la necesidad de no comprometer el crecimiento cuando se negocia con los organismos de crédito. Los secretos de la discusión.

› Por Martín Granovsky

Página/12
en Brasil

Desde Río de Janeiro

La frase surgió de Alberto Fernández, el jefe de Gabinete que debutó ayer como negociador internacional: “Nosotros no vamos a firmar un documento que no tenga fuerte el tema de ponerle límites al compromiso de superávit fiscal”. Fernández, junto con el canciller Rafael Bielsa, cumplía instrucciones del presidente Néstor Kirchner que, según relataron funcionarios argentinos, estaba irritado por lo que vislumbraba como un texto “económicamente light”. El documento final habló de superávit. De light, nada. Y además, obviamente no fue impuesto sino acordado con Luiz Inácio Lula da Silva, con lo cual la sociedad estratégica entre los dos países terminó fortaleciéndose el mismo día que Anne Krueger pedía aumentar los pagos de la deuda.
El texto firmado por Kirchner y Lula en Copacabana suena rimbombante. El título es “Declaración sobre la cooperación para el crecimiento económico con equidad”. Pero el párrafo clave es el que dice que “los presidentes acordaron conducir las negociaciones con los organismos multilaterales de crédito asegurando un superávit primario y otras medidas de política económica que no comprometan el crecimiento y garanticen la naturaleza sustentable de la deuda, de modo de preservar inclusive la inversión en infraestructura”.
El objetivo deberá tener traducción concreta dentro de dos meses, a través de un encuentro de los ministerios de Economía y las cancillerías.
El análisis previo de los negociadores argentinos era que el gobierno brasileño presenta dos alas en relación con la deuda. La que los argentinos definían como “más conservadora” incluye al ministro de Hacienda Antonio Palloci, al presidente del Banco Central Fernando Meirelles y al número dos de Palloci, Joachim Levy. Los “progresistas”, partidarios de jugar más fuerte con los reclamos al Fondo Monetario Internacional y de no temer un acercamiento a la Argentina, formarían con el asesor internacional Marco Aurelio García, el canciller Celso Amorim y el jefe de la Casa Civil (una suma de jefatura de Gabinete y Ministerio del Interior) José Dirceu.
De acuerdo con el relato argentino, que no pudo ser corroborado ayer con funcionarios brasileños, el ala “progresista” llegó a expresar más confianza en el ministro de Economía Roberto Lavagna que en Palloci para negociar el texto final.
Durante la negociación Marco Aurelio García sintonizó con la necesidad de firmar un documento fuerte con un argumento de eficacia política. Lula había viajado especialmente desde Brasilia a Río de Janeiro para encontrarse con Kirchner, y por las expectativas creadas dos montañas no podían, dijo en expresión brasileña con otro sabor en castellano, parir un ratón. La tesis de las montañas era compartida por el embajador argentino Juan Pablo Lohlé, designado en Brasilia por Kirchner y cada vez más jugado a la sociedad de los vecinos, lo mismo que el subsecretario Eduardo Sguiglia.
Las declaraciones públicas de Kirchner cabalgaron de modo implícito sobre esa lectura argentina de los sectores en que supuestamente estaría dividido el gobierno brasileño.
Kirchner no quiso replicar las declaraciones de Krueger sobre la necesidad de que la Argentina aumente el compromiso de superávit fiscal para pagar más deuda. “Yo soy un hombre democrático, así que ella puede pensar lo que quiera y yo pienso lo que pienso y lo digo permanentemente.” La repetición versa sobre la fijación de un tope del 3 por ciento de compromiso de superávit para el 2005 y el 2006. “Para cambiar hay que tener capacidad transgresora, porque no podemos condenarnos toda la vida a las situaciones sociales de hoy”, dijo el Presidente.
En privado, trascendió que durante la cena a solas del lunes a la noche que mantuvieron Kirchner y Lula, el argentino criticó el escepticismo ante un acuerdo mayor con Brasil y la posición de los sectores del establishment de los dos países que, según Kirchner, quieren que la Argentina y Brasil se dediquen a pelear por el liderazgo.
En esa misma cena en el Copacabana Palace, donde la cumbre presidencial transcurrió en paralelo a un casting de modelos, Kirchner también habría planteado incluir el superávit como punto central del documento. Luego encargó a Bielsa y Fernández la redacción de un borrador. Ambos, concentrados en la habitación del secretario Aníbal Gutiérrez hasta las 3 de la mañana, le sometieron el proyecto a Kirchner ayer por la mañana y fueron a negociar manteniendo línea directa con él.
Los brasileños practicaron o mostraron (el futuro dirá qué, aunque el estilo personal de Lula obligaría a inclinarse por lo primero) una división de roles que dejaba al presidente en apariencia fuera de la negociación.
Bielsa aprovechó el juego para plantear que el endurecimiento del documento debía garantizarlo el propio Lula, porque Kirchner, dijo, estaba participando en persona.
Y Lula repitió varias veces durante la mañana la misma técnica.
Por un lado, y cuando el documento ya estaba redactado, dejó en claro la conducción personal.
–Yo les digo a mis ministros que el más mínimo problema burocrático lo vamos a resolver Kirchner y yo personalmente –dijo en la reunión.
Por otro lado, evitó que Palloci participara, junto con Amorim, Fernández y Bielsa, en la conferencia de prensa del anuncio formal.
¿Se trató de un gesto para restarle autoridad a Palloci? ¿O fue, más bien, un intento de preservarlo como canal con el establishment y no estamparlo junto a un documento que sin duda fastidiará a los bancos y a los acreedores?
También el futuro dirá cuál de las dos interpretaciones es la correcta. La verdad es que Palloci, igual que el resto de los ministros brasileños, ya propuso públicamente la idea de Lula de no considerar dentro del gasto público las inversiones en infraestructura, pero era difícil imaginarlo diciendo, como Amorim ayer, que “estamos reforzando nuestra alianza estratégica con la conciencia de que la relación entre Brasil y la Argentina puede significar para la integración de América del Sur lo que la relación entre Francia y Alemania representó para la integración europea”. El mismo Amorim fue quien confirmó la información adelantada por Página/12 de que el 30 de noviembre quedará como el Día de la Amistad Brasil-Argentina en recuerdo del primer acuerdo político de integración firmado en 1985 por Raúl Alfonsín y José Sarney.
Además de la Declaración del nombre pomposo, que se reproduce aparte, los presidentes firmaron un Acta de Copacabana en la que “se felicitan por la coordinación política efectiva entre la Argentina y Brasil, de la que es clara afirmación la participación de un diplomático argentino en la representación brasileña en el Consejo de Seguridad de la ONU durante 2004”. También condenan los atentados de Madrid, alientan apurar el tratado con la Unión Europea y la profundización de los vínculos con los países andinos y con la India, se comprometen a trabajar en conjunto para la cúpula de jefes de Estado y gobierno de diciembre de este año en Brasil e instruyen a las dos cancillerías a instrumentar consulados conjuntos, como experiencia piloto, en Hamburgo y en Boston, lo mismo que ordenar a sus embajadores en terceros países a reunirse cada dos meses para coordinar políticas e intercambiar información. El último punto contempla escribir un reglamento con bases y recursos para un premio binacional en artes y cultura.
Brasil consiguió lo que perdió con Carlos Menem y su vaciamiento del Mercosur: convertir a la Argentina en un aliado permanente de su protagonismo internacional. Y la Argentina obtuvo el texto fuerte sobre la deuda. Ambas cosas probarán su fluidez durante la marcha, pero al menos ayer había parado la tormenta sobre Río que el lunes por la noche fue insoportable. No es lo mismo ver todo el fulgor de la playa de Copacabana que no verlo. Bien: ayer estaba. Es bastante.

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