Sáb 25.09.2004

EL PAíS  › DECLARO UN NORTEAMERICANO QUE FUE DETENIDO EN SANTIAGO EN 1975

“Acá ser judío es ser comunista”

Se lo dijo en 1975 el ex comisario Musa Azar, jefe de inteligencia de Carlos Juárez, a un norteamericano que había sido detenido. El hombre contó su historia, hasta ahora desconocida, ante la Justicia.

› Por Alejandra Dandan

Su regreso a la Argentina empezó hace exactamente un año, cuando se sentó frente a una computadora para recordar el pasado. Escribió dos palabras en un buscador de Internet: “Musa Azar –dice ahora–: y ahí me enteré de lo que estaba pasando en Santiago”. Dan Swanson es norteamericano. El jueves pasado declaró durante tres horas en la fiscalía federal de Santiago del Estero en el marco de la megacausa por los desaparecidos que dejó el gobierno constitucional de Carlos Juárez antes del último golpe militar. Lo detuvieron en el ’75, cuando paseaba con su mochila por la provincia. Su testimonio revela la persecución de “objetivos judíos” en Santiago y el trabajo de disuasión de la embajada norteamericana en Buenos Aires. Y su repentina aparición reactiva los reclamos de los organismos de derechos humanos que exigen el procesamiento aún pendiente del viejo caudillo y de sus subordinados por delitos de lesa humanidad.
Dan Swanson es alto, flaco y colorado como en los ’70, cuando recorría Latinoamérica con sus pelos largos y, dice, las ganas de escribir. Es escritor aún, lleva lentes y aunque ya está medio calvo y dice que no tiene “militancia política alguna”, estuvo hace tres semanas en la gran marcha convocada en Nueva York contra George Bush (h). En estos días volvió a la Argentina decidido a presentarse como testigo en una de las causas abiertas contra el ex gobernador de Santiago del Estero por 15 desapariciones y por lo menos 50 casos de secuestros entre 1973 y 1976.
“En 1975 estaba viajando por América latina para conocer los pueblos y aprender el idioma”, le dijo Swanson al fiscal federal Alberto Pravia. Llegó a Santiago del Estero con la mochila al hombro en la primera semana de octubre de ese año, cuando Carlos Juárez mantenía en ejercicio una estructura semejante a la Triple A pero controlada por el gobierno provincial bajo el mando del ahora ex comisario Musa Azar. Apenas llegó se registró en un hotel cerca de la Plaza Libertad, fue al cine y regresó alrededor de las diez de la noche. A esa hora dos policías de civil lo esperaban en la puerta: “Tenían unos cuarenta años –le dijo al fiscal–, me explicaron que eran policías y que debían llevarme a la estación de policía por ser sospechoso”.
En la estación de policía “fue interrogado por un jefe, quien le preguntaba cómo se llamaba, qué hacía por Santiago del Estero, si realmente era norteamericano y se enojaba con el deponente desconociendo éste los motivos”, indica su declaración. El norteamericano, acostumbrado a la corrección política, les pidió elegantemente una comunicación con su consulado. “Como suponía que no había en Santiago quería hablar al de Buenos Aires”, dijo y aclaró que nunca le dieron el gusto. A medianoche lo trasladaron a otro lugar. “Una casa particular, a cinco minutos de la estación de policía”, le contó al fiscal que buscaba detalles de esa casa, conocida más tarde como base de operaciones de la SIDE provincial, donde reinaba Musa Azar y comenzaban a montarse salas de tortura y celdas clandestinas. “Adentro había cinco o seis hombres de civil”, explicó Swanson, convencido de que “se trataba de una casa de la policía secreta”.
En la SIDE, el norteamericano pasó por dos interrogatorios. El primero estuvo a cargo de un grupo de policías intrigados por su exotismo más que por sus supuestas aventuras comunistas. “Le ofrecieron mate, le volvieron a preguntar qué hacía por aquí, quién era el presidente de Estados Unidos y qué comían los norteamericanos en el desayuno.” Swanson estaba seguro de “que había convencido al señor que era un joven norteamericano con mochila que salió de su país a conocer Latinoamérica y que lo iban a dejar salir”. Pero a las seis de la mañana lo cambiaron de cuarto para que esperara solo. Y a las ocho conoció a alguien que más tarde identificó como Musa Azar. “Aquí mando yo”, dijo el ex comisario. Y una hora más tarde le “gritaba y lo amenazaba diciéndole que no iba a salir por seis meses”. A continuación hubo un diálogo que quedó escrito en la testimonial:
–¿Vos te llamás Daniel? –le preguntó Musa Azar–. ¿Sos judío, no?
–No, pero eso no importa –respondió él.
Y Musa Azar entonces levantó la voz y le dijo:
–Porque para nosotros un judío es un comunista.
Swanson no estuvo seis meses detenido sino seis días. Desde la SIDE lo trasladaron a tribunales. Con los otros detenidos supo que Musa Azar era conocido, que le decían “El Turco” y que podía quedarse tranquilo porque “había sido registrado y entonces no iban a matarlo”. Cuando finalmente salió de la cárcel y de Santiago, siguió camino con su mochila. Pasó por Rosario, después por Córdoba y terminó en la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Lo recibió uno de sus compatriotas, empleado de la embajada. Alguien del que ahora no recuerda el nombre. Intentó hacer la denuncia, pero lo disuadieron. “Recibió como respuesta –dice su declaración– que lo mismo había pasado con otros jóvenes norteamericanos en otros lugares y que él lo sentía, pero que si hacían una queja formal probablemente el gobierno argentino lo iba a expulsar del país y como tenía intenciones de viajar por el sur no hizo la denuncia.”
La declaración del norteamericano está reunida en cuatro carillas. No contiene los detalles que caracterizan la experiencia del horror narrada por otros sobrevivientes. Swanson no pasó por las sesiones de tortura física ni entró en los cómputos de los desaparecidos del juarismo. Sin embargo, para los organismos de derechos humanos locales su testimonio resulta fundamental porque echa luz sobre dos de los aspectos de la causa: los números exactos de las víctimas y la lógica de las persecuciones.
Hasta ahora Swanson era, literalmente, un desconocido en Santiago. Su caso no estaba “computado” entre las víctimas denunciadas en la megacausa y, en ese sentido, su aparición avala la hipótesis de que las víctimas son más que las denunciadas y de que existen otros como él que hasta ahora no hablaron. Además, el norteamericano señaló uno de los objetivos políticos perseguidos por el régimen pero del que existen pocos elementos de prueba: la detención de los judíos y comunistas, dos advocaciones peligrosas para la lógica de Carlos Juárez y de los jefes de la cúpula militar que hacia 1975 preparaban el golpe.

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