EL PAíS
› OPINION
Prevenir es hacer justicia
› Por Washington Uranga
Vivimos un tiempo en el que legítimamente se plantean reclamos de justicia en diversos frentes. Hoy se demanda por derechos que antes se silenciaban. La ciudadanía tiene mayor conciencia de todo aquello que le corresponde por justicia y no por la dádiva de quienes ejercen circunstancialmente el poder, por aquellos que le brindan servicios o por quienes realizan una actividad comercial. Pero esa es todavía una cultura incompleta que, por ejemplo, no llega a la prevención. La tragedia ocurrida el jueves en el boliche de Once no puede asignarse a una sola responsabilidad. Hay sí, una cadena de responsabilidades concurrentes que van desde la falta de controles suficientes por parte de las autoridades municipales y de las instituciones y organismos de seguridad y prevención que deberían actuar en coordinación con ellos, hasta la conducta delictiva de los empresarios y la irresponsabilidad de un grupo de espectadores al encender la mecha que dio origen al desastre. Toda esa cadena de responsabilidades –a la que seguramente los expertos o quienes conocen mejor el tema podrán agregar otros eslabones– conforma también una cultura de la responsabilidad social que está ausente todavía entre nosotros. Se trata de una cultura que haciendo carne en el funcionario le permita tomar conciencia de que su omisión o negligencia puede ser –y ha sido en este caso– causante de muchas muertes. Cultura de la responsabilidad que en el caso de los empresarios debería poner la vida de la gente por delante de sus propios intereses. Pero también una cultura que debería traducirse en educación ciudadana para que los espectadores, los consumidores, exijan en tiempo y forma condiciones de seguridad, servicios adecuados, cumplimiento de las normas. Tampoco podemos mirar para el costado y dejar de tomar en cuenta que muchas veces son los propios ciudadanos los que invitan e incitan a la violación de las normas si se trata de alcanzar un propósito personal o sacar una determinada ventaja. Hay distintos grados de responsabilidad en la tragedia ocurrida. No puede igualarse todo. Pero tampoco puede decirse fácilmente que toda la responsabilidad está puesta y centrada en uno solo de los eslabones de la cadena. Son muchas las acciones y las omisiones que contribuyeron al desastre. Ahora la tarea es restaurar y acompañar solidariamente. Pero la injusticia es, de alguna manera, irreparable. Y así como en medio del dolor brotó la solidaridad, es necesario señalar que falta entre nosotros una cultura de la responsabilidad social que nos involucre a todos y que nos haga comprender que prevenir también es hacer justicia.