EL PAíS
› COMIENZA HOY UNA INCIERTA ELECCION DEL PROXIMO PONTIFICE EN EL VATICANO
Hora cero para la sucesión papal
Durante las últimas semanas varios cardenales han sido mencionados como “papables”, pero es posible que esto tenga mucho más que ver con la intriga vaticana que con el resultado final. Ciento quince purpurados empiezan a decidir hoy la suerte de la Iglesia en el siglo XXI.
Por Oscar Guisoni
Desde Ciudad del Vaticano
Cuando a las 16.30 de esta tarde, hora italiana (las 11.30 en la Argentina), resuene entre los muros de la Capilla Sixtina el “fuera todos” en latín, dará inicio al cónclave que habrá de elegir al sucesor de Juan Pablo II. Cesarán tal vez los rumores sobre los posibles candidatos que han inundado durante los últimos días los oídos de los 7900 periodistas acreditados a la Santa Sede y volverán a reunirse los curiosos y los fieles bajo el balcón de la Basílica de San Pedro, esperando ser los primeros en ver el rostro del nuevo Papa.
Todos parecen estar esperando en Roma la ansiada fumata blanca que anuncie al mundo: “Habemus Papam”. Se palpa en el aire, se sigue con atención cada noticia, la televisión vaticana por primera vez en la historia transmitirá en directo el comienzo de la ceremonia, interrumpiéndose en el momento en que los cardenales atraviesen las puertas de la Capilla pintada por Miguel Angel. Una misteriosa cortina electromagnética (todo es misterioso estos días en el Vaticano) dejará sin señal de celular a sus eminencias, con la esperanza de que la elección más secreta no pierda el halo de impenetrabilidad que le otorga sentido. “La Iglesia Católica ha aprendido a utilizar los medios de comunicación”, sostiene una profesora universitaria romana que no pudo resistir la tentación de acercarse a la Plaza San Pedro para ver los preparativos del cónclave. “Wojtyla demostró qué fuerza tienen y los cardenales los usaron estos días para eliminar a los candidatos no deseados a golpes de dossiers, al mejor estilo de una campaña electoral americana.”
La prensa escrita fue la que más se dejó impregnar por los rumores contradictorios que corrieron en torno de los posibles “preferidos”, mientras que la televisión optó por una cobertura periodística mucho más austera y superficial. La Santa Sede, que se enorgulleció al saber que la muerte de Juan Pablo II había sido la noticia más difundida del planeta, por encima de la reelección de George W. Bush y del atentado a las Torres Gemelas, espera un doblete en esta ocasión, sólo porque el número de periodistas presentes ha crecido en un 90 por ciento con respecto a los casi 4 mil que se habían acreditado para cubrir los funerales de Karol Wojtyla.
“Pan y circo”, comenta con preocupación Massimo, un laico italiano al que le preocupa que el intendente de centroizquierda de Roma, Walter Veltroni, haya propuesto cambiar el nombre de la principal estación ferroviaria de la capital, bautizándola Juan Pablo II. No lo piensa así Sylvia, una voluntaria católica “progresista”, que ha seguido con atención los rumores acerca del sucesor del Papa polaco esperando “que la Iglesia no pierda el rumbo y continúe defendiendo la dignidad del hombre, manifestándose contra la guerra y la pobreza como lo hizo el Papa que ha muerto”.
Las intrigas cardenalicias no han bastado para tapar la crisis política que vive el moribundo gobierno del premier Silvio Berlusconi, y los responsables de la Protección Civil italiana, que tuvieron que afrontar una dura prueba hace apenas una semana, se preguntan cuántos de los peregrinos que llegaron para darle el último adiós al Papa polaco se han quedado a esperar la elección de su sucesor. “No nos esperamos multitudes semejantes –sostienen en la intendencia romana–, pero por las dudas tenemos que prepararnos.”
Por la tarde cobró fuerza el último de los rumores acerca del “preferido” de turno. Suben las acciones del colombiano Darío Castrillón Hoyos, el prefecto de la Congregación del Clero, un hombre a mitad de camino entre la ortodoxia de Josef Ratzinger y las tendencias liberales del italiano Dionigio Tettamanzi, los dos candidatos más firmes hasta el momento. Con sus 75 años está en condiciones de “asegurar” un papado de transición, dando una fuerte señal a los fieles latinoamericanos que representan el 40 por ciento de los católicos en el mundo. Hombre de la Curia, estaría en condiciones de poner en orden la casa (un punto prioritario en el que coinciden la gran mayoría de los purpurados) y daría una señal de apertura nada desdeñable. En el Vaticano están convencidos de que cualquier candidato latinoamericano, incluso los más conservadores, traerá consigo un mensaje social “por el solo hecho de que han debido confrontarse con la pobreza a lo largo de su experiencia”, explica un arzobispo que por razones obvias prefiere mantener el anonimato.
“¿Quién sabe qué juego de poderes se están dando?”, se pregunta desconfiada la gente en los siempre llenísimos bares de la ciudad, mientras comenta los últimos chismes del cónclave. El secreto contribuye a acrecentar el mito. “Esa ha sido siempre la fuerza de la Iglesia”, comenta un romano con aires de intelectual, mientras lee a cuatro ojos las noticias que llegan del otro lado del Tíber.
La primavera no llega a Roma, sigue el frío y llueve. Mal momento para esperar en la plaza el humo que saldrá de la Sixtina. Alguien saca de la galera en la televisión que desde hace más de 300 años no se elegía un papa en abril, como si el dato fuera relevante. Los libros escritos por Juan Pablo II ocupan de improviso los primeros lugares en las listas de best-sellers, desplazando (vaya paradoja) a El código Da Vinci de Dan Brown de la primacía en la que estuvo durante más de un año. En primer lugar irrumpe Memoria e Identidad. Conversaciones a caballo de los milenios, el último texto de Karol Wojtyla. Otros textos del Papa polaco se colocan en el tercer y quinto puesto del top ten del cotidiano La Reppublica. El Corriere della Sera menciona cuatro libros del difunto Papa en los primeros puestos. Se venden también ensayos serios sobre la historia de la Iglesia y herejías como Lo que el viento se llevó en el Vaticano, firmado por un grupo anónimo llamado Los Milenarios, supuestos prelados descontentos con la jerarquía de la Curia, que apelan al morbo de los lectores más ateos.
Arrecia la moda de visitar los sitios web de algunos candidatos. Adolescentes fanáticos demasiado influidos por los dibujos animados japoneses se exprimen a favor de la candidatura de Ratzinger, al que han bautizado “el Papa biónico”. Internet se llena de páginas serias, demasiado serias, en las que se reza por el cardenal preferido. Los anarquistas y los antiglobalizadores responden con furia. Pan y circo, en Roma. Mientras tanto, el cardenal oscuro, el preferido de los conservadores, Josef Ratzinger, se apresta a celebrar la misa Pro Eligiendo Papa que dará inicio al cónclave, un honor que él mismo quiso reservarse, despertando las iras de los colegas que lo ven como demasiado autoritario.
Llega el último dossier inatendible sobre la salud de un purpurado. El pueblo romano, a diferencia de lo que ocurría en épocas pasadas, no podrá elegir esta vez por aclamación su amado Papa. Aunque corre a hacer las últimas apuestas, no vaya a ser cosa que esta vez se dé el batacazo. En medio de tanta confusión, tanto misterio desencadenado, nadie sabe todavía a quién indicará votar, si se presenta, el invocado Espíritu Santo.