Lun 17.01.2011

EL PAíS • SUBNOTA  › “QUERíAN QUE TE CONVIERTAS EN NADA”

Un juicio “esperado”

› Por Mariana Carbajal

“Sin duda, los vejámenes sexuales tienen un componente machista, no sólo te muestran el poder de las armas, de la superioridad física, de la situación de inferioridad que de hecho se produce al estar vendadas y esposadas, sino también el símbolo la demostración del otro poder: el poder fálico”, dijo Silvia Ontivero a Página/12. Ella los sufrió en su propio cuerpo, tres y cuatro veces por día durante su cautiverio en el D2, de la ciudad de Mendoza. Lo declaró hace pocas semanas en el juicio por delitos de lesa humanidad. La violación “era una forma más de degradación, la idea era convertirte en nada –agregó–. Es un recuerdo que no se borra nunca, eso de cómo percibes en ese momento la transformación de hombre a alimaña. No quiero decir animal por respeto a los animales. Como mujer lo que percibes es que quien te somete es un monstruo, no puedes verlo de otro modo porque ahí, en ese ser, esa alimaña, no hay inteligencia, ni humanidad, no está dentro de la categoría humana que estás acostumbrada a tratar”.

Desde hace varios años Ontivero vive en Chile, donde administra algunas pymes en el mundo de la informática, pero viaja con frecuencia a Mendoza donde tiene sus afectos, su historia, sus amigos, sus raíces. Cuando testificó ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de la capital provincial y dio cuenta de las violaciones que ella como otras mujeres detenidas en el centro clandestino que funcionaba en la Central de Policía padecieron sistemáticamente, varios de los presentes en la sala de audiencias no pudieron contener las lágrimas. Fui violada por más de veinte hombres, tres y cuatro veces al día. No eran los mismos. Respiraban distinto, olían distinto y hasta insultaban diferente. Ni siquiera podía bañarme”, declaró. A diferencia de Rosa del Carmen Gómez, otra de las testigos, Ontivero no pudo reconocer a sus violadores porque estuvo siempre encapuchada (ver nota central). Una vez en libertad, contó, perdió dos embarazos. “Una junta médica me revisó y me diagnosticó que por las descargas de la picana, tenía la vagina endurecida, como la de una mujer de 80 años”, declaró en el juicio.

–¿Cómo la afectó esa experiencia en su vida personal?

–En lo personal, fue un proceso largo, doloroso al principio, porque hasta que te encuentras con la posibilidad de amar y llegar a la intimidad, no sabes que vas a superarlo. Por eso, la superación tiene que ver con la pareja. Lo he conversado con otras mujeres violadas: esto se supera de a dos, cuando encuentras en la ternura, la comunicación y el cobijo del otro, el poder entrar en el escenario del amor y poder hablarlo hasta que no te quede nada adentro. En mi caso, durante años tuve horribles pesadillas que se fueron disipando, aunque con esto de los juicios, volvieron, más borrosas y más mezcladas, pero volvieron, horribles pesadillas que me dejan al día siguiente con un sabor amargo. Así y todo, y aunque parezca contradictorio estamos viviendo con mis compañeras y compañeros una etapa tan soñada que nos vemos y nos abrazamos, nos unimos a nuestras familias, somos una enorme cantidad de ciudadanos reparando y en reparación. Ha sido duro enfrentar el juicio, pero a su vez, ha sido aliviante. Nos ha dado una nueva posibilidad de reparar las heridas y soñar con saldar la deuda con nuestros compañeros desaparecidos.

–¿Fue la primera vez que contó sobre las violaciones?

–No. He declarado en todas las ocasiones que se fueron dando, sobre todo en aquellos requerimientos que en mi provincia fueron encarando las profesionales del MEDH. En el 2009, ante el doctor Héctor Masquelet, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, cuando comenzó la reactivación de los juicios. Tanto en el momento en que me llevan ante un juez en una dependencia policial, aproximadamente a los veinte días de la detención en el D2, donde llego absolutamente destruida en mis partes íntimas , como en estas últimas ocasiones, siempre denuncié lo que había pasado, y no sólo a mí, sino a todas las compañeras que yo escuché cómo las vejaban. También denuncié los vejámenes que sufrió Miguel Angel Gil en el D2. Fueron tan horrorosos que falleció allí mismo: asesinato por torturas.

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