Cuando se produjo el atentado contra las Torres Gemelas, el equipo de comunicación del entonces presidente Fernando de la Rúa se esmeró para que fuera el primer mandatario latinoamericano en aparecer por la cadena CNN condenando al terrorismo. Ese record berreta y olvidado en cuestión de segundos levantó la autoestima de un gobierno que no atravesaba un gran momento. Estaba a un mes de vista de perder por paliza elecciones de medio término, a tres de implantar el corralito, decretar el estado de sitio, huir tras permitir-ordenar una matanza de decenas de argentinos.
Las  relaciones internacionales son parte fundante de la política aunque a menudo sirven de placebo o engaña pichanga. La lamebotas gestión de la Alianza se ufanaba de su prestigio internacional mientras acrecentaba el endeudamiento externo, el desempleo, la desolación y la furia de los argentinos.


La ansiedad por complacer al Norte caracteriza la política exterior sumisa, propia de los imaginarios de derecha. La Canciller Susana Malcorra y el presidente Mauricio Macri se sumaron, prematura y fallidamente, al tren de la victoria de la candidata Hillary Clinton. Estaban mal informados, un mal de muchos. Sobreactuaron adhesión, seguramente pretendiendo primerear en la fila. Puede entenderse en el caso de Macri, un aprendiz en su labor, como cuadra a todo presidente recién llegado. Llama un poco más la atención en Malcorra que tiene millaje recorrido en su métier. Tal vez le jugó una mala pasada su relación preferencial (o dependiente, usted dirá) con el Departamento de Estado.
La torpeza, seguramente, no dejará huella seria en la relación con el presidente Donald Trump. El pragmatismo signa la política de los países importantes y si la Argentina es suficientemente genuflexa, será una anécdota entre amigos.
El problema real, observan propios y extraños, es que el mejor equipo de los últimos cincuenta años apostó muchas bazas de su política económica a la continuidad en Washington. Fantaseó con una versión de alineamiento “atractivo para los inversores” que hará agua si Trump cumple, así sea en proporción módica, con sus promesas proteccionistas.
Los gurúes del oficialismo y de la prensa juegan sus bazas al establishment norteamericano que, anhelan, pondrá en caja a Trump, en ese aspecto. Habrá que ver.
Mientras tanto, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, maquina practicar el juego que mejor sabe y más le gusta. Acrecentar el endeudamiento externo antes del 20 de enero, fecha de asunción de Trump. La grata mezcla de carantoñas a Washington y deuda machaza que ensayó De la Rúa en tiempos mucho más aciagos, con los resultados conocidos.